miércoles, 9 de septiembre de 2009

CAMBIO CLIMÁTICO


CAMBIO CLIMÁTICO


En plenas navidades de 2004 un maremoto de órdago arrasó las costas del sudeste asiático y levantó olas de solidaridad en todos los gobiernos y países del planeta. Los periodistas dieron sobrada cobertura de las donaciones y también del desastre. Todo el mundo se estremeció y se sintió un poco más vulnerable. Aquella desgracia momentáneamente nos despertó de nuestro cómodo letargo; una comodidad que presume de tenerlo todo controlado cuando en realidad no es así. Por todo el planeta aumentan los desastres naturales y en consecuencia las desgracias humanas. Deforestaciones masivas, incendios de bosques, contaminación atmosférica, destrucción de la capa de ozono y un largo etecétera.
La Tierra se recalienta. Según los científicos dentro de setenta años la temperatura de la Tierra aumentará seis grados y el nivel del mar subirá cerca de un metro. El cambio climático sigue su curso entre polémicas interesadas y pueriles de los estados y una más que preocupante falta de concienciación de la sociedad en general. Los gobiernos más que perseguir el bien común de todo el planeta buscan privilegios colonialistas, rentabilidades económicas y ventajas militares. Nada ni nadie (ni siquiera el sentido común) parecen poner de acuerdo a los máximos dirigentes del planeta. De una u otra manera todos usan el cambio climático como un as en la manga para esconder otras intenciones. Parece que el interés común de toda la Humanidad es un interés demasiado general como para poner de acuerdo a esta jaula de grillos. Según predicciones el océano Ártico perderá gran parte de su hielo. Groenlandia, año tras año, reducirá su tamaño. El agujero de la capa de ozono sigue aumentando igual que la radiación ultravioleta. Muchas especies animales se extinguirán dramáticamente sin que los responsables políticos de medio ambiente se den por aludidos y mucho menos por responsables. En España también se notan sus efectos, aunque aquí no es el tema que más nos preocupa. El cambio climático es un fenómeno global que no debería dejar a nadie con los brazos cruzados o por lo menos con la voz silenciada. Es mucho lo que está en juego aunque nuestro egoísmo contemporáneo nos tenga cegados. Lo único que nos quita el sueño es el estado del bienestar y la cotización en bolsa de nuestras empresas, aunque últimamente el euríbor se ha colado con fuerza en la agenda de nuestras preocupaciones más urgentes lo mismo que el paro. Nos estamos empezando a dar cuenta de que también existen los terremotos financieros y que nuestro sistema no es tan seguro como pensábamos. La salud del planeta y el medioambiente nos preocupa sólo de vez en cuando.
Las generaciones actuales vivimos demasiado pendientes del hoy. Nuestro egoísmo contemporáneo nos está haciendo olvidar la importancia que tienen el ayer y el mañana. Lo único que parece importarnos es nuestra cuenta corriente y el bienestar inmediato más que el futuro de la especie o la salud de la Tierra. La naturaleza se está cansando del terrorismo ecológico de la especie humana. Y aunque todos coincidimos en las encuestas que lo más importante es la salud, a la hora de la verdad no estamos dispuestos a sacrificarnos por ella. La salud del planeta, que al fin y al cabo es también la nuestra, nos necesita a todos hoy más que nunca, con crisis económica o sin ella.
Kioto no es el grito de ataque de una nueva arte marcial inventada en Japón o en la ONU, Kioto no es la marca de un nuevo electrodoméstico que nos ofrece una nueva comodidad en el hogar ni un nuevo modelo de telefonía móvil, el Pacto de Kioto es la última (o la penúltima por ser optimista) posibilidad de preservar el planeta de un cambio climático de consecuencias imprevisibles y nada halagüeñas. Un cambio que se puede detener o paliar si controlamos la contaminación de ciertos gases y su destructivo efecto invernadero.
La polución en las ciudades está convirtiendo el hábitat urbano en un venenoso retiro, en un paraíso del progreso suicida. Los coches envenenan las calles de nuestras ciudades. Nuestras aguas, aunque las llamamos potables, cada día tienen peor calidad y son más nocivas. La basura, nuclear o cotidiana, lo invade todo con sus tentáculos contaminantes.
Mientras los científicos consideran que los gases industriales son una peligrosa amenaza para el mundo entero, muchos dirigentes políticos se niegan a firmar el Protocolo de Kioto. Y algunos aunque lo firman luego no lo cumplen. Eso sí, presidentes de todos los rincones del planeta han sido rodeados de flashes y periodistas en el sudeste asiático como si fueran grandes estrellas de Hollywood. Hay que salir en la foto a toda costa. En esta época que nos ha tocado vivir los países donantes tienen que rentabilizar la solidaridad en votos; o sea, en fotos. Así que la foto es lo más importante, tanto o más que el donativo, mucho más incluso. Por que esas fotos son catapultas electorales. Todo se está convirtiendo en un circo mediático. La solidaridad también se ha convertido en un negocio, y bastante rentable por cierto. Puede que cambien los gobernantes, pero hoy por hoy el poder no deja mucho espacio para el cambio que el planeta necesita. También los famosos se han subido al carro del marketing y la publicidad que ofrece el “reality show” de la solidaridad y la ayuda a los más desfavorecidos. Todo sea por la audiencia, todo sea por la fama, todo sea por la pasta. Y si además desgrava mucho mejor.
La humanidad contemporánea está actuando como una auténtica marabunta con el planeta, con el universo y con su prójimo. Agotando acuíferos, deforestando sin control, extinguiendo especies... A la opinión pública de occidente sólo le preocupa su bienestar actual. Con la revolución industrial ha cambiado la composición atmosférica y aparecen sus peligrosas consecuencias de efecto invernadero. Las diatomeas (diminutos organismos acuáticos unicelulares que flotan en el mar y que nos regalan el oxígeno) por exceso de insecticidas y demás impurezas contaminantes que van a parar a los océanos están en peligro. Nuestra alimentación es cada vez más artificial, menos ecológica, menos sana. La locura por construir embalses está variando el nivel freático. Estamos convirtiendo los ríos en vertederos incontrolados de nuestros desperdicios. Estamos llamando progreso a unas acciones que sólo contribuyen a destruir antes de tiempo nuestro hermoso planeta.
El equilibrio de la naturaleza se rompe más por causa incontrolada e irresponsable del hombre que por la propia evolución del planeta. Y ese desequilibrio nos trae consecuencias por ahora simplemente desconocidas, pero seguro que nada halagüeñas. Y no pretendo ser catastrofista. Pero todos sin excepción deberíamos reflexionar de una manera seria sobre el tema.
Gran parte de los componentes de la basura son tóxicos. Nuestras plantas de reciclaje no dan abasto y se amontonan toneladas de materias a la espera del juicio final que de nuevo las resuciten para el consumo y seguir así dándoles vueltas al círculo vicioso del consumismo más voraz. Desechos agrícolas contaminados con plaguicidas. La quema de plásticos y otros residuos altamente contaminantes. Los incendios forestales. La destrucción o sobreexplotación de nuestros bosques. Frigoríficos y aceites industriales arrojados en ramblas y en el cauce de los ríos. El derroche de agua y energía eléctrica en los hogares... ¿Realmente respetamos el Medio Ambiente cada uno de nosotros en nuestra esfera particular? ¿O lo dejamos todo para que lo arreglen los gobiernos y los altos directivos de las grandes empresas? Todos podemos colaborar con más ahínco en la conservación y protección del medio ambiente. Por supuesto que sí. Pero no nos engañemos, quienes tienen la ineludible responsabilidad son los estados, los gobiernos de esos estados, las industrias contaminantes y un modelo de desarrollo equivocado. El pueblo no puede ser la coartada de nadie lo mismo que tampoco puede serla el trabajo. Por el trabajo no se pueden justificar las guerras o la venta de armas ni tampoco la contaminación del planeta.
Huracanes, inundaciones, terremotos, maremotos, olas de frío y nieve, olas de calor, el Niño, la Niña, la madre que nos parió... La humanidad debe reflexionar sobre el uso y el abuso que hace de los recursos naturales. Por el camino que conducimos el progreso y el llamado estado de bienestar occidental que se pretende implantar como modelo mundial de desarrollo sostenible sólo nos conduce al desastre medioambiental, al apocalipsis, a una parálisis histórica sin precedentes. Buscar el equilibrio entre progreso y cuidado de la naturaleza es la única vía para un futuro del hombre en armonía con el medio y en paz consigo mismo. Pero este análisis no debe ser motivo de pesimismo, antes al contrario. Debemos confiar en el futuro y en la sensatez de la raza humana, aunque la experiencia nos haga dudar a veces. Pero mientras los buenos deseos se hacen realidad que la madre naturaleza y el devenir cósmico nos den su bendición “Urbi et orbi” y que los gases de efecto invernadero, dióxido de carbono incluido, nos dejen disfrutar de nuestro hermoso hábitat terrícola. Yo, así lo espero.



Autor Custodio Tejada