viernes, 28 de mayo de 2010

Y SI DESPUÉS DE TANTAS PALABRAS... de CÉSAR VALLEJO


Y SI DESPUÉS DE TANTAS PALABRAS...





¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!

¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!



DESHOJACION SAGRADA

Luna! Corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón celeste
¿por qué bogas así, dentro de copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos!...

Autor César Vallejo

domingo, 16 de mayo de 2010

LA HORMIGA


LA HORMIGA

Desde la profundidad de la tierra una hormiga entretiene su pensamiento mirando a través de la claraboya de su hormiguero. El invierno es tan largo que tiene tiempo para satisfacer los caprichos de la reina pero también para dedicarse a sus inquietudes más metafísicas. En sus antenas puede sentirse el orgullo del deber cumplido y el calor del trabajo bien hecho, incluso el bostezo del descanso merecido. De todos sus pensamientos hay uno en especial que le quita el sueño. Lleva varias noches oteando el horizonte mientras piensa si serán las estrellas y los planetas granos de trigo de una gran despensa de la que se alimenta Dios en su peregrinar por el Universo; o si más bien serán arsenales de rabia que Lucifer devora con fruición para recrear una y otra vez el final de los tiempos. Sea lo que fuere, la hormiga, tras un largo trance místico, destapa el hormiguero y comienza otra campaña de recolección acompañada del canto amigo de una nueva cigarra. Ahora no le queda tiempo para mirar el cielo.


Autor Custodio Tejada

lunes, 3 de mayo de 2010

A DUERMEVELA (relato)

A DUERMEVELA

El tiempo se había detenido como un animal disecado. Todos los relojes marcaban la misma hora. Inmóviles, las agujas infectadas de afonía acentuaban la sensación de incertidumbre. Sólo una voz metálica interrumpía el silencio sepulcral de la noche.

-La muerte no es el final, querido amigo. Al contrario, es el comienzo de una trepidante aventura que te coloca de nuevo en el epicentro del Universo, justo en el corazón del Big Bang. No temas la muerte. No te aferres a esta vida efímera. No creas a pies juntillas las verdades que has aprendido tal y como te las han enseñado los cinco sentidos que ahora tienes. La muerte es sólo un medio de transporte. El faro que orienta en la oscuridad. Al otro lado te aguardan nuevas dimensiones, múltiples y refinados sentidos que te permitirán alcanzar una sabiduría más exacta acerca de todo lo creado. Cuando cruces el puente que te separa de la eternidad descubrirás otros sentimientos mucho más adictivos. El Cosmos entero se postrará a tus pies para siempre.

-¿Quién eres? ¿Dónde estás? - Dijo Gabriel tragando saliva con dificultad y frotándose las manos con nerviosismo.

- Yo soy la luz que ilumina cada mañana y la sombra que oscurece cada tarde. Soy la materia y también el espíritu. Soy todo y nada al mismo tiempo. La fe y la duda. El antes y el después. La voz y el silencio. Soy la casa y quien la habita. Estoy aquí y allá. Dentro de ti y también fuera. En todas partes puedes encontrarme y en ninguna. Puedes verme en el jardín y en el trastero, en el camino y en la posada. Estoy cuando quieres verme y cuando no. En cualquier lugar mi presencia y mi ausencia te sirven de cobijo por igual.

- ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué soy el único que puede oírte? ¿Qué hago metido aquí dentro? - Gritó Gabriel mientras la desesperación se apoderó de él.

- Vete, vete y no mires atrás porque todavía no ha llegado tu hora.

Sobresaltado, preso de la taquicardia y con la adrenalina desbordándose por cada poro de su piel abrió los ojos de golpe. Una brisa fresca atravesó la estancia y aquel resplandor desapareció. La voz cesó y aquel bienestar incómodo pero a la vez excitante dio paso a una tranquilidad extrema, casi irreverente.

Entretanto, en la sala número tres del tanatorio municipal, todos los familiares dormían mientras el único que parecía despierto era el difunto.

Autor del relato Custodio Tejada