martes, 20 de octubre de 2009

DEPORTE DE ÉLITE

DEPORTE DE ÉLITE


Los deportistas han sido escogidos por la historia reciente como una versión moderna de los antiguos gladiadores romanos. Casi rozan el papel de superhéroes. Regímenes políticos, bloques ideológicos, gobiernos, estados, marcas y empresas los utilizan como escaparates donde mostrar el éxito de sus causas, de sus valores, de sus productos. El pueblo llano busca en ellos el reflejo del éxito que la monotonía de sus vidas no les ofrece. Y en ese cambalache todos tan contentos, cada uno con su parte. Y en medio, el deportista, siempre superándose, entrenándose con esfuerzo y sacrificio por ser cada día mejor, por alcanzar la mejor marca, el mayor triunfo, soñando cada día con el éxito. Aunque para ello lleve su organismo a límites nada saludables. Todo sea por la causa, todo sea por el precio.
Que algo huele a podrido en el deporte de élite cada día es un secreto más a voces. Sueldos galácticos y muchos juguetes rotos esparcidos por el camino, proezas físicas que rozan lo inhumano y culto de semidioses a simples personas, algunas de las cuales son multimillonarias antes de cumplir los treinta años. Mientras, el resto de los mortales sobreviven como pueden.
Por si las moscas (pensando más en las mieles del éxito que en otra cosa) hay padres que llevan a sus hijos a la escuela de atletismo, o de tenis, o de fútbol… no por lo bueno que es el deporte para la educación del individuo (que a lo mejor también) sino sobre todo por si suena la flauta y le toca la corona de laurel. Y es que muchos son los llamados a la pasión por el deporte pero pocos los elegidos que sobrepasan la barrera del asombro. Nadie ve ni se imagina los sufrimientos y las tragedias que hay detrás de cada triunfo.
¿Quién se acuerda de aquel galgo tostado llamado Ben Jonson al que le quitaron su medalla olímpica por doparse? Marco Pantani, el pirata; también atravesó un calvario por culpa del doping que a la postre le arrastró a la tumba. En paz descanse. Maradona, uno de los mejores futbolistas de toda la historia, quizá la mano derecha de Dios en el fútbol, desde que cayó en las garras infernales de la cocaína dejó de ser el futbolista que a todos nos encandiló. Aquí en España, Jesús Manzano, un ciclista del pelotón, desveló sus encuentros con las sustancias prohibidas y nos advirtió que es una práctica más habitual de lo que parece, y según él, en parte sustentado y promovido por los mismos médicos, patrones y directores de equipo, ya que por encima de todo lo que interesa son los resultados; o sea, los patrocinadores. La verdad es que a un deportista se le obliga tener un nivel de autoexigencia y esfuerzo, dentro de unos registros o marcas, muchas veces imposibles de resistir desde la normalidad física humana. A partir de ahí, la superación se convierte en un coqueteo con “las gasolinas sin plomo” que hacen nuestro motor el más fuerte y veloz. Se les empuja en cierta medida a la debacle del más difícil todavía. ¡Y adiós al espíritu deportivo! Porque hoy día lo que vale es ganar a toda costa, como sea. Aunque sea por un penalti que no ha sido y ejecutado fuera de tiempo. Que le den al espíritu deportivo.
El testimonio de Manzano, según Guillermo Jiménez, prueba que hay toda una estructura mafiosa, y que los deportistas de alto nivel no se dopan solos. Si esto se comprobase y fuera cierto, no sería nada nuevo. “La ciencia y sus logros” puestos al servicio del deporte es siempre una excusa para conseguir más medallas olímpicas que el enemigo político o el simple adversario. Acordémonos de la guerra fría en el deporte.
El aficionado de a pie, imitador por naturaleza, como todos los simios, también sueña con llegar a ser algún día igual que su ídolo. Por eso, cuando descubre que comiendo pan y jamón no se consigue el resultado deseado, les entra la decepción y se preguntan: ¿Cómo pueden estos deportistas alcanzar rendimientos que rozan el más allá de la capacidad humana? ¿Sólo con entrenamiento? ¿Sólo comiendo pasta? Cuando ellos en su pretensión de emular a sus estrellas se citan los fines de semana, y montados en sus bicicletas se pertrechan con bebidas isotónicas y demás complejos vitamínicos, y suben en tromba a Sierra Nevada o al puerto de La Ragua, a punto de que les dé un patatús. A ver quién lo hace en el menor tiempo posible, con sprint incluido. Claro, que luego, lo importante del deporte es el beneficio para la salud. ¿Pero dónde empieza el deporte saludable y dónde el de alta competición? ¿Sabemos los ciudadanos normales poner el límite a nuestra admiración, o es más fuerte el deseo de emularles?
Aunque el problema del doping en el deporte de élite debe mirarse desde una clave más supranacional. Si no es con la colaboración de todos los países difícilmente se podrá luchar contra esta plaga. Porque desde el momento en que el deporte mueve la cantidad de aficionados y audiencia que tiene, y la cantidad de millones que mueve, el deporte ha entrado en un nuevo concepto bastante alejado de aquella máxima que decía que lo importante era participar. El deporte, y los equipos deportivos se han convertido en empresas que buscan más la rentabilidad económica que la bondad del deporte. Pero no sólo el ciclista Jesús Manzano, también la marchadora catalana María Vasco arremetió en su día en una entrevista concedida a Interviú, considerando que el dopaje está generalizado en todos los deportes.
La Mafia hace de sus sayas un manto y allí donde haya dinero ella campea a sus anchas. Hace un par de años la justicia italiana investigó a 12 equipos de fútbol por pactar los resultados para una red de apuestas de la Camorra Napolitana. Otra esquina del deporte, donde más que un lugar de encuentro se está convirtiendo en un punto de fricción, ya que detrás de él se esconden múltiples intereses ocultos, también a veces inmobiliarios.
Menos mal que Jaime Calatayud, un español ex miembro de la Nasa, afirma que el ejercicio físico en ingravidez puede alargar la vida del hombre. Dentro de muy poco, nuestros gimnasios dispondrán igual que hoy lo hacen de jacuzzi o sauna, de una sala espacial sin gravedad, en la que por un módico precio, podremos jugar a ser astronautas a la vez que aumentamos nuestra longevidad. ¡Ánimo, un filón para el empresario que golpee primero! Aunque lo queramos aceptar o no, el deporte es un gran negocio. Así que seguiremos apostando por las campañas del juego limpio y el deporte como fuente de salud, sin más pretensión competitiva, al menos desde los patios de los colegios.



Autor Custodio Tejada