martes, 11 de agosto de 2009

LEER ES VIVIR



LEER ES VIVIR

La lectura nos abre y nos cierra muchas puertas. La lectura es la puerta del saber y también del engaño. La lectura nos enriquece, nos configura y nos ayuda a ser momentáneamente felices. Por ello, quien regala un libro regala libertad, gozo y también sabiduría, valores que estorban y no convienen en estos tiempos difíciles y sibilinos que nos está tocando vivir. Y la sabiduría es la mejor puerta para conocerse a uno mismo y alcanzar la piedra filosofal de la Justicia. Pero la lectura no se puede convertir en una obsesión ni en una manía. Ante todo es un placer, quizá el mejor elixir del conocimiento. Se lee para vivir mejor. No se debe vivir para leer. Así se invertiría el beneficio saludable que nos proporciona un hábito lector. La tópica expresión “los libros nos hacen libres” es cierta, siempre y cuando no sacrifiquemos por la lectura el tiempo que debemos dedicar a la familia, a los amigos, al descanso, a la actividad física… Cada devoción tiene su tiempo, y cada tiempo su obligación. Busquemos siempre el término medio que es donde siempre habita la verdad y la virtud, y huyamos de cualquier esclavitud por muy atractiva que esta nos parezca. Por supuesto que para ser un buen lector también hay que huir de la telaraña que supone la comodidad. Leer requiere un esfuerzo superior al que se necesita para ver la televisión, pero la recompensa que nos da un libro es muy superior a cualquier otra cosa.
Según las estadísticas cada vez se publican más títulos, las librerías renuevan sus escaparates cada vez más pronto y las ventas de libros producen suculentos beneficios para las grandes firmas y editoriales, en detrimento de los pequeños, como siempre en la historia del pez. Es raro el hogar español que no tiene algún libro en las estanterías del salón de estar. Otra cosa diferente es el número de libros que nos leemos al año. La lectura debería ser un punto de encuentro y debate en las familias, un tema sobre el que dialogar en la sobremesa y a la hora del té. La lectura es un acto solitario pero también colectivo. La lectura construye al individuo pero también hace grupo.
Leer es vivir otras vidas que jamás podremos ser materialmente hablando. Leer es también soñar. Leer es apreciar el pasado pero también conquistar el futuro. Leer es disfrutar del presente. Leer es tener otros pensamientos que nosotros jamás tendríamos si no existieran los vasos comunicantes de la lectura. Leer es compartir, es solidarizarse, es luchar. La lectura debe considerarse como un proceso de libertad, una puerta que abre a la auténtica revolución desde el interior de cada persona, no una esclavitud dirigida al consumismo voraz y autómata del bibliófilo. Abrir un libro, saborear ese olor a tinta recién impresa y a papel recién cosido nos ayuda a vencer el tedio, a conquistar la monotonía dispersándola entre renglones llenos de aventura, a huir de la ignorancia y la soledad a lomos de un sueño que por imposible que sea está al alcance de la mano, a ser felices por lo menos mientras nos lo permita el argumento, a rechazar el fanatismo absurdo y estéril de la cabeza rapada y hueca, a no sucumbir por la depresión o cualquier otro fantasma encantado que se ahuyenta con un simple pasar de hojas y un batir de letras, a vivir con los pies en el suelo y a tener una cabeza llena de pájaros.
Cuando uno abre un libro lo hace esperando habitar otros mundos (o habitar este pero de otra manera si es posible), recorrer otros universos, vivir otros cuerpos, volar otros cielos, surcar otros mares. Abrir un libro (sea el que sea) es como cerrar una herida para siempre. La lectura no es la panacea de los problemas que padece nuestro planeta, pero si nuestra gente leyera más, seguramente que muchos no existirían y otros estarían en vías de solución. Por que sólo lo que se piensa es posible que algún día suceda. Leer hace que los hombres estemos en mejor disposición de aplicar la justicia y la solidaridad, de conocernos mejor a nosotros mismos, de entender la historia y de confiar más en el prójimo. Saber leer nos ayuda a ser más dueños de nuestro presente y también más protagonistas de nuestro futuro. Si aprendemos a leer estaremos mejor preparados para evitar que nos engañen. Mucha gente dice que el racismo (y otras sinrazones similares) se cura viajando, yo digo que también leyendo, aunque la lectura también puede entenderse como otra forma de viajar sin moverse del sitio, a través de la mente y su magia. Por que la lectura de un libro es subir un peldaño más en el proceso evolutivo de la especie y también del individuo. La lectura nos iguala al alza y no a la baja como la mediocre costumbre de la titulitis o la televisión basura.

Leer es meditar, es hablar con uno mismo pero también con Dios, con el Supremo Arquitecto que sustenta todo lo creado. Leer es comenzar a construir un edificio. La lectura es el verdadero vehículo de la revolución, por eso los que tienen el poder siempre han quemado libros y han intentado controlar publicaciones y promociones. Por eso se encarcelan a escritores y periodistas. Por eso hubo, hay y habrá autores perseguidos e ignorados. Hoy no hay peor censura que el imperio publicista de los best-sellers y la manipulación mediática de las modas. No interesa que la gente sea libre y consciente para poder elegir, para poder ser. No interesa que los individuos se hagan mayores de edad y sean dueños de su destino, ya que serían menos manipulables. Hoy no se queman los libros, simplemente se dejan de editar, no se les hace publicidad o desaparecen de las estanterías de librerías y bibliotecas. Simplemente no aparecen reseñas en las revistas especializadas y en los suplementos literarios de los periódicos. Es más refinada y perversa la censura de hoy en día. Por que no se nota, por que pasa casi desapercibida y a todos nos deja indefensos. Aprender a leer es aprender a vivir y aprender a elegir. La lectura nos hace humanos pero también divinos. Si falla la lectura la humanidad entera está condenada al fracaso. Si cada ser humano se convierte en un lector es posible que algún día el futuro de la humanidad sea distinto, alejado de guerras e injusticias.
Cualquier esfuerzo es poco para fomentar la lectura. Están muy bien todas las campañas publicitarias emitidas en los medios de comunicación de masas, las ferias del libro, incluso hasta sería conveniente por qué no, crear la hora feliz en todas las librerías del país, donde si compras un libro te regalan otro de las mismas condiciones. Además podían tomar nota editoriales y libreros y bajar el precio de los libros. Ya que deberían considerarse un bien de primera necesidad lo mismo que el pan. El mejor beneficio de la lectura es que hace personas, sana el espíritu y fortalece la voluntad. Pero un lector no se hace de golpe y porrazo. Una sociedad que no lee es una presa fácil para la barbarie y la dictadura, sea del signo que sea. El dictador generalmente lee poco, habla mucho y no escucha nada. Por el contrario el lector se hace poco a poco, con la colaboración de todos (escuela, familia y sociedad) y desde edades tempranas. Los libros son los mejores defensores de la democracia. En ellos se guardan las esencias más valiosas de la Humanidad y también sus peores defectos. Si la Humanidad leyera más, aprendería a no repetir los mismos errores, a no ser víctima otra vez de su pasado.
Leer nos hace iguales pero también diferentes, genuinamente diferentes, solidariamente iguales. Sin lugar a dudas podemos afirmar que somos lo que comemos, lo que escuchamos, lo que decimos, lo que tocamos, lo que pensamos… pero también somos lo que leemos. Debemos por tanto aprender a elegir, a seleccionar nuestras lecturas, a buscar entre todos los libros el libro que necesitamos en cada momento. Y eso es una tarea difícil que se aprende con la práctica. Cada libro tiene una música y un silencio. Por desgracia no podemos leerlo todo así que, a un buen lector también le guía su olfato, y sabe qué tiene que leer dos veces y qué ninguna. Nunca dejemos que sean otros los que eligen por nosotros, por que ahí se esconde la censura más siniestra y destructiva. Que nada ni nadie se interponga entre tu libro y tú. Hoy así es como controla y funciona la censura, con programas, con mecenazgos teledirigidos, con revistas, con críticas y opiniones, con listas de los más vendidos… que nos meten por los ojos unos títulos y nos esconden otros sin que nos demos cuenta, como por arte de birlibirloque. Ningún libro debería estar prohibido, ningún autor perseguido. Los libros nos hacen libres, y también esclavos. Y la libertad del lector a la hora de abrir las páginas de un libro es la base de las demás libertades de cualquier sociedad moderna y democrática. La libertad del lector es el único futuro que nos puede salvar de la barbarie y del fanatismo.
Es bueno y necesario que los hijos e hijas vean a madres y padres con un libro entre las manos. La mayoría de lo que aprendemos lo hacemos por imitación. La lectura corrige desigualdades. Nos prepara y fortalece para prevenir y afrontar manipulaciones. La lectura es un alimento necesario para el crecimiento. En cualquier época del año, pero especialmente en vacaciones, el libro es un buen compañero de viaje. De día o de noche, en la montaña o en la playa, en casa o en el apartamento, en la cafetería o en el chiringuito, en el coche, en el aeropuerto o en el metro, en la cama o en el cuarto de baño… siempre podemos encontrar un momento idóneo para leer. No valen las excusas. Los mayores somos el espejo en el que se miran los más pequeños. Un buen equipaje para vacaciones es aquel que empieza por meter un libro en la maleta. Cuando llega septiembre mucha gente nos apuntamos a un gimnasio para cuidar nuestro cuerpo y nuestra salud. Si fuésemos conscientes de la eficacia sanadora de los libros, seguro que también nos sacaríamos el carnet de alguna biblioteca pública. Si los libros los recetasen los médicos y se vendieran en farmacias quizá otro gallo cantaría. Los libros también ayudan a nuestra salud. Lleva una vida sana, ponte una dieta equilibrada, practica un deporte y lee. Y comparte con los demás tus lecturas. No lo dejes para cuando sea demasiado tarde.

Autor Custodio Tejada

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