domingo, 14 de febrero de 2010

SORT, ¡RIEN NE VA PLUS!

SORT, ¡RIEN NE VA PLUS!

Sorteo no es el nombre religioso de una mujer que ha dejado de ser novicia para convertirse en monja, es la operación con la que los juegos de azar reparten suerte y dinero, ruinas y desdichas. Hay sorteos más famosos y populares que otros. Por encima de todos ellos está el de la lotería de Navidad, el 22 de diciembre. Con él sueñan las familias españolas para tapar agujeros y deudas que hacen la vida más ingrata y menesterosa.
El canto pitagórico del coro de San Ildefonso se espera con oídos avaros. Incluso hay quienes en la víspera encienden velas y ponen perejil a San Pancracio. Si después de todos los rituales habidos y por haber coincide que el número agraciado por el azar es el nuestro, las voces de los niños y niñas del colegio de San Ildefonso se transforman ipso facto en un canto de ángeles. Entonces la letanía de números suena como el Aleluya de Haendel.
Para los que tienen más fe que el Alcoyano, hay otro sorteo de lotería con un poquitín menos de glamour y expectación que el de Navidad, es el sorteo del Niño. Si después de todo sigues confiando en la suerte, el día 6 de enero puedes seguir tentando el destino o la bondad de los Reyes Magos. ¿Quién sabe? ¿Y si eres tú? Lo que sí está claro es que nos rascará aún más el bolsillo y terminará de zamparse los reintegros del día 22.
El juego es el juego. Más que ganar gusta el riesgo. Costes y premios hay que repartirlos a escote. La empresa nunca pierde. Desde que nacemos estamos concebidos para jugar. Nos pasamos media vida jugando. Todo lo que tocamos lo convertimos en juego. Como diría Calderón, la vida es juego y los juegos sueños son.
Cualquiera, a poco que se le pregunte dice que, lo más importante es la salud. Pero muchas personas esperan a decirlo después del sorteo, después de mirar el listado de números premiados. Loterías, cupones, quinielas, cartas, tragaperras, bingos, casinos... Con tal de hacernos millonarios hipotecamos sueldo, vacaciones y el capricho que nunca nos damos. Sin meter los gastos de tabaco y cervecitas que es otro buen pellizco a final de mes. Con razón decía mi madre que la mejor lotería es el ahorro y la economía, o también una buena alcancía.
Hay quienes utilizan la estadística para acertar combinaciones o para saltar la banca en los casinos. Excepto la trampa todo está permitido, incluso acudir a futurólogos o consultar con la almohada. Con tal de acertar y ganar, algunos han hablado hasta con sus antepasados. Los caminos de la suerte son inescrutables. El juego y su fiebre de oro nos enseñan más a perder que a ganar. Algo bueno tenía que tener.
Las emociones y la correspondiente dosis de adrenalina que nuestro acontecer cotidiano del día a día no nos ofrece, intentamos encontrarlas a través de nuestras aficiones y ocio. Así, bien nos refugiamos en nuestro equipo de fútbol cuyos triunfos sentimos como propios, no sin antes haber jugado a la porra; por aquello de darle un poquito de más emoción a la cosa. Bien pasamos las horas frente a una máquina tragaperras hipnotizados por su luz y sonido, como si aquellas luces estridentes fueran una puesta de sol hermosa. Bien tiramos la casa por la ventana en juegos de azar y apuestas de todo tipo... El caso es conseguir y consumir la dosis exacta de adrenalina que nuestra sed de aventura necesita diariamente. El caso es sentirnos por un momento protagonistas del éxito y la victoria. Y si todavía no te has cabreado con tu suerte, y la ruina no ha visitado todavía tu casa, puedes jugarte el café a los chinos o el cubata a los dardos.
Si lo importante es la salud no convirtamos el juego en una enfermedad. Los extremos nunca son buenos. Pero... ¿Y si toca? Bueno jugaremos un poco por si las moscas, vayamos a tonterías. Sin pasarse. Que la suerte nos acompañe y la salud nunca falte. Y... ¡Hagan juego, señores...! ¡Rien ne va plus!


Autor Custodio Tejada