miércoles, 26 de julio de 2023

CUADERNO DE ITALIA de Santos Domínguez

 CUADERNO DE ITALIA de Santos Domínguez. Por Custodio Tejada.

Opiniones de un lector.



CUADERNO DE ITALIA de Santos Domínguez.  Siltolá Poesía. 70 páginas y 35 poemas. El poemario está dedicado a Marcela Filippi. Es un “Grand Tour”  lírico. Dos citas en la contraportada, una de Félix Grande y otra de A. Sáenz de Zaitegui, dejan claro el libro y el poeta que tenemos entre las manos. No es un crucero, no es un safari, no es una guía turística, no es un museo. Es mucho más que eso, es un excelente poemario que nos lleva de viaje a través del lenguaje. Santos Domínguez, como un cicerone o un maestro de ceremonias nos conduce y nos guía por la arquitectura de su mirada convertida en plano y en perspectiva. Ya el título “Cuaderno de Italia” nos invita a recorrer un itinerario, a realizar un viaje, a descubrir la bitácora de una nostalgia que se hace palabra y verso, imágenes vivas de una memoria. Como un libro de viajes o un cuaderno de artista el poemario se hace mapa o callejero, guía espiritual y diario. La belleza de sus versos provocan un “estrés del viajero” lector. Una espiritualidad o mística cósmica nos aguarda dentro. Al final concluye el poemario con la última parte titulada “Envío”, donde refleja las dedicatorias.

 

     Mencionar o citar implica generosidad, porque es una forma de reconocer. Una cita es un selfi compartido. Cuando citamos, intertextualizamos. E intertextualizar es como hacer una foto de familia. Todos los itinerarios poéticos, por regla general, suelen ser itinerarios saludables e iniciáticos. Dentro de cada libro hay siempre un itinerario xanadú. Toda reseña encierra algo de epitafio, porque cuando el crítico acaba con ella muere el lector que la hizo. Un libro o un lugar pueden tener muchos epitafios cuando cerramos sus páginas.

     Para Pablo d´Ors “todo lo que nos pasa por dentro, por oculto o modesto que parezca tiene una repercusión universal”, y para Adonis “la poesía siempre viaja”. Dijo Julián Barnes que “la lectura y la vida no están separadas, son simbióticas”. En el Museo del Prado se conserva el “Cuaderno italiano”, un documento escrito donde Goya plasmó su paso por Italia. También están los “Cuadernos de Italia” de José del Castillo o Mariano Salvador Maella. El propio Diego Velázquez también realizó dos viajes de descubrimiento y formación artística por Italia. Gracias a eso tenemos cuadros como “Vista del jardín de la Villa Médicis”, al que Santos Domínguez se ha atrevido a ponerle una banda sonora de palabras y sentidos en este poemario.

     Dice José Manuel Benítez Ariza que “Cuaderno de Italia” “es una luminosa celebración de la cultura, del humanismo, del placer del viaje e incluso de la amistad. Está muy bien escrito, abunda en acuñaciones memorables y obra en el lector un curioso efecto de inducción a la serenidad. José Luis Morante asegura que “cada monumento y cada experiencia cultural son percibidos como un viaje interior a las raíces que clarifica y recrea el contexto histórico y las vetas argumentales de su estar en el tiempo… la mirada es punto de partida para una intensa indagación interior sobre la frágil consistencia de la naturaleza humana… Cuaderno de Italia descubre la íntima conexión entre arte y devenir existencial. Despierta en el aire limpio de la amanecida el deseo de mirar las cosas con la luz del espíritu”. Y Jorge de Arco afirma, en un artículo titulado “Vencedores del tiempo”, que Santos Domínguez en su Cuaderno de Italia “contempla lo digno de ser cantado y lo canta de modo alto y nítido. En este sentido nuestro poeta goza de una técnica primorosa, de orfebrería, entiende su quehacer como el del artesano”. “Es un libro lúcido y cautivante”.

     Ya el título “Cuaderno de Italia” nos invita a recorrer un itinerario, a realizar un viaje, a descubrir la bitácora de una nostalgia que se hace palabra y verso, imágenes vivas de una memoria. Como un libro de viajes o un cuaderno de artista el poemario se hace mapa o callejero, guía espiritual y diario. La belleza de sus versos provocan un “estrés del viajero” lector. Una espiritualidad o mística cósmica nos aguarda dentro. Como “una oscura metáfora del tamaño del hombre” los versos de Santos  Domínguez nos cincelan por dentro. El mármol de su poética nos sublima a través del arte. Una poética, la de este libro, que lo mismo se hace cuadro, que se convierte en claustro, en panteón, en monte, en templo o en consciencia. En la contraportada dos citas piropos, una de Félix Grande y otra de A. Sáenz de Zaitegui, hacen las funciones de sinopsis. En el interior un prólogo breve de Marcela Filippi Plaza nos prepara para el trance, para el síndrome de Sthendhal o de Florencia o de estilo que nos espera dentro.

     Cuaderno de Italia es un viaje, por el arte, por la geografía, por un país, por el lenguaje, por las emociones… Los nombres nos seducen con su música vehicular. Pronunciar un nombre es un viaje en sí mismo. La grafía de un lugar es mágica. Su poder teletransportador se hace más evidente que nunca en “Cuaderno de Italia”. Santos Domínguez, como un pintor de palabras, nos lleva de Caravaggio a Velázquez, a Bernini o Borromini, Miguel Ángel, Leopardi, Dante, Escipión, Henry James, Goethe, Rafael Alberti… Pero también nos conduce del Tíber a Pérgamo, a Roma, Salerno, Florencia, Siracusa, Sicilia, Pompeya, Nápoles, Recanati, Venecia… O por arte de magia lingüística vamos del Panteón de Agripa a los Pinos de Monte Mario, al Templo de Isis, al barrio de Trastévere, al Teatro Marcello, a los Jardines de Velázquez, las Termas de Diocleciano, Ponte Vecchio y el río Arno. Pero tranquilos, que no estoy haciendo “espoiler”, porque lo importante es su lectura y la emoción psicosomática que nos producen sus versos.

     La mirada, como esencia del viajero, define cada jornada del poemario. Y así leemos: “Es un lugar oculto a la mirada extraña”, “sobre el contorno en ruinas de una mirada frágil”, “que invade la mirada”, “y hay una luz central que abarca la mirada”…  Aunque es un manjar para todos los sentidos, no solo para la mirada. “Cinco arroyos que cantan o rugen contra el agua/ como el viento en las noches destempladas de marzo” pg. 35 También impregna el poemario cierto perfume panteísta, por lo que tienen sus versos de teosóficos y místicos. “Cantaban las esferas, revelaban la cifra/ secreta de los astros./ Vibraba la armonía del intervalo,/ giraban en sus círculos los números perfectos,/ las partes habitadas y el discurrir del sol” –como canta en la página 61. También como un poeta arquitecto o un poeta astrónomo escribe: “Todo lo entiende el ojo cuando mira hacia arriba,/ hacia la semiesfera que cifra el universo/ en su cúpula astral y en su bóveda oscura”, “Y hay una astronomía de ciclos planetarios, de lunas y estaciones y números enteros/ que invocan en sus celdas lo cósmico y el símbolo,/ la perfección del centro, la diagonal y la esfera/ la armonía en equilibrio del cuadrado y el círculo” –dibuja técnicamente con palabras en la página 20. También hay una mirada écfrasis, como la que nos deja en el poema “In absentia” de la página 15. Gracias a sus poemas vivimos muchos viajes dentro del mismo viaje. El autor nos hace danzar entre el arte y la filosofía, entre el lenguaje y la arquitectura, entre la fe y la razón, la ciencia y el arte, la escultura y la magia del espacio, y todo enhebrado por el lenguaje poético que se torna en hilo de oro, en el hilo lírico de Santos Domínguez. “En una misma plaza,/ ¿la fuente milagrosa o la portada curva?,/ ¿el bosque de columnas o el proscenio barroco?,/ ¿la fiesta de la carne o el triunfo de la mente?/…/ el baldaquino en bronce se soporta en los números,/ y el desafío del hueco se sostiene en las cúpulas” –dice en la página 26. En “Cuaderno de Italia” perspectiva y geometría se funden en el lenguaje hasta transformarse en poética y cúpula de metáfora. Santos Domínguez, como un traductor, ha ido transformando columnas, pinturas, experiencias, esculturas, paisajes… en lenguaje poético.

     El poeta también se hace pintor de almas, en biógrafo lírico. “¿Bernini o Borromini?/ la cólera suicida del célibe iracundo/ o la viril potencia del que ignoró la envidia?” Hay poemas más crípticos  u oníricos como “El sueño de Escipión”, donde el autor recuerda a Macrobio. Santos Domínguez, como un excelente creador de atmósferas nos lleva por el espacio y el tiempo. Versos convertidos en columnas, poemas transformados en esculturas o pinturas, el libro entero erigido como una arquitectura edificio puesta al servicio del placer lector, y todo formando parte de un artefacto lírico que nos lleva de la poética al éxtasis y de la historia al apunte íntimo. Con el poema “Cúpula del Duomo” parece que estamos sobre la catedral de Santa María de las Flores en Florencia: “la levedad robusta de los nervios,/ la piel sin armadura./ Aprendida en la música que rige los planetas/ y en la espina del pez,/ eleva su linterna hacia el centro del mundo/ la cúpula más bella de la Tierra”. Después de leer esto el lector solo puede suspirar o gemir y darle gracias al poeta por volver a levantar, esta vez con palabras, la cúpula de Brunelleschi, desde ahora también la cúpula lírica de Santos Domínguez. En el poema de la página 38 “En casa de Maurizio” encontramos a un poeta juguetón y divertido, un Santos Domínguez lleno de sentido del humor, otro sentido más que cruza el poemario. Una “laudatio” a la amistad. No puedo obviar el emotivo poema de “San Cosimato in Mica Aurea”, que surgió en el lugar donde le daban quimioterapia a Marcela Filippi Plaza y dedicado a ella “en la piedra que piensa”. Esa es la otra intrahistoria que a veces tienen los poemas y que no es necesaria para afrontar su lectura.

     Después de leer “Cuaderno de Italia” de Santos Domínguez, uno descubre que las piedras y el camino hablan y que los sentidos en flor del poeta siempre están atentos. Como el “Grand Tour” lírico que es, sus poemas producen un síndrome lector equivalente al de Florencia. Síndrome que para distinguirlo de otros, por la emoción psicosomática que produce su lectura, podríamos llamarlo Síndrome de Estilo, ya que su poética nos lleva al éxtasis y al vértigo, como si fuera un “Pangue lingua gloriosi”. El poeta, por este libro y todos los demás, merece un lugar destacado en el Parnaso, pero también en los reconocimientos más mundanos, sabiendo que ha conseguido prestigiosos galardones. Ojalá la suerte y la buena brisa le vengan de cara y siga cosechando recompensas. Es mi deseo. Mientras llegan o no, lo mejor es disfrutar con sus textos. Larga vida tengan sus lecturas. Larga vida tenga Santos Domínguez.

 

 

OPINIONES DE UN LECTOR

Custodio Tejada

21 de julio de 2023

 

 


 

 

 TODO LITERATURA


 https://www.todoliteratura.es/noticia/58317/poesia/cuaderno-de-italia-de-santos-dominguez.html


 


martes, 11 de julio de 2023

UN UNICORNIO FUERA DE SU TAPIZ de Ángel Olgoso

 UN UNICORNIO FUERA DE SU TAPIZ  de Ángel Olgoso. Por Custodio Tejada.


OPINIONES DE UN LECTOR.


UN UNICORNIO FUERA DE SU TAPIZ de Ángel Olgoso. Entorno Gráfico Ediciones. 200 páginas. 44 textos mariposas lepidópteros presentados con olfato de alfiler entomológico. Una compilación de textos varios o una miscelánea “de textos publicados o leídos” que son presentados como un “libro-brújula”, por lo que tiene de itinerario o viaje de descubrimiento, por lo que tiene de intrahistoria biográfica y lectora. La portada prepara para “ver el prado donde relincha el unicornio” o para ir de caza al mundo de la creatividad y la fantasía. Podría leerse como unas memorias librescas o un diario de acontecimientos. En la sinopsis de la contraportada se nos orienta que “con libros como éste, Ángel Olgoso, convierte los textos misceláneos en una de las bellas artes”. Podemos entender esta publicación mucho mejor si la pensamos como un ponerse al día para ir dejando su obra completa en ciernes.

 

Decía Borges que “el equilibrio entre la respiración y la frase, la lectura y la escritura son de los pocos goces verdaderos de este mundo”. Cuando unos autores se empeñan en hacerte leer unos libros suyos en vez de otros, es porque quizá ellos también se han fijado en ti como lector, te han analizado y te han elegido con una idea preconcebida que encierra algún tipo de afinidad o, al menos, un curioso interés. Y es que como dice Ángel Olgoso, todos los que escribimos lo hacemos con la “intención de engatusar al lector”, unos con más éxito que otros, está claro.

Ser un cazador furtivo permite ver el coto desde otras perspectivas y con otros intereses. Quien no vive ni se dedica a la crítica literaria de forma oficial tiene algo de crítico furtivo,  y por tanto, también de cazador aficionado. Cuando opinamos sobre algo que nos ha gustado, o no, ya sea un libro, un cuadro, una película o lo que sea, lo que realmente pretendemos es compartir ese momento glorioso que nos ha regalado la obra de arte en cuestión, y por añadidura, el artista que hay detrás. Un crítico tiene algo de cazador taxidermista, y en este libro Ángel Olgoso ejerce mucho de crítico. Pero ¿cuánto influye lo que escribimos en el prestigio de una obra o de un autor, y en las ventas de ese libro, por ejemplo? La verdad, creo yo, y dependiendo del canal que se utilice, es que poco o casi nada. Porque al verdadero control del mercado no se le escapa ninguna tecla. Sin embargo, seguimos nuestra inercia locuaz de lombrices que buscan la luz y no paramos de opinar sobre todo. Quizá porque es la única manera de impedir que el espíritu crítico muera en manos de los cazadores desaprensivos que solo ven la caza como un negocio y nada más. En cualquier caso, hacerse con una buena pieza literaria o artística reporta grandes emociones y placeres. Y eso es lo que nos muestra Ángel Olgoso en estas páginas memorables, por lo que tienen de memoria, explicación y testimonio.

Ya el título, “Un unicornio fuera de su tapiz”, nos aventura el paralelismo que el propio autor establece entre él y el unicornio, la de la poética de este libro y el resto de su obra, engarzadas ambas, eso sí, a través de la imagen tan fantástica del título. El autor no está en el relato, aunque después de leerlo cualquiera diría que no está a gusto en el tapiz. La portada, con unicornio incluido, predispone para afrontar la lectura de Ángel Olgoso como un maestro de la fantasía y un lector singular con facultades de crítico patafísico y literario. Un libro que nos permite conocer la biografía del autor desde un matiz lector o cultural.

Si tuviéramos que describir la mirada que experimenta el autor con esta recopilación de textos repartidos por doquier que ahora se unen en forma de libro, ésa es la de una visión caleidoscópica, intertextual y biográfica, por lo que tiene de testimonio y confesión. El autor dice que escribe “relato a relato hasta conseguir un acabado artefacto narrativo sin pensar que algún día conformarán un libro”, y así también ha sido gestado éste.

En la sinopsis de la contraportada se nos orienta que “con libros como éste, Ángel Olgoso, convierte los textos misceláneos en una de las bellas artes”. Para el autor “El lenguaje es la vida, no la cifra de la vida, sino la vida misma. Sin lenguaje no hay nada. Su magia lo es todo: uno dice manzana y la manzana ya cuelga del árbol o brilla entre los dedos. La potencia genésica y embaucadora de las palabras es tal que puede convocar incluso la más pura belleza y el horror más extremo”. Y además tiene “el convencimiento de que la literatura solo ha de rendir vasallaje a la altura poética de su obra, de que el autor no esté sujeto a otros límites que el juicio estético”. Cita que me recuerda las últimas declaraciones de John Banville: “Solo me importa crear arte. Y eso es lo que hace valiosa la literatura: que no importa nada más”. Y en esa disyuntiva nos encontramos todos los escritores: ¿el arte por el arte o el arte como arma?

En “Un unicornio fuera de su tapiz” encontramos presentaciones de libros, artículos de opinión para revistas, prólogos, crítica, ensayo, discursos, poemas, entrevistas, eventos culturales, relaciones personales, anécdotas, impresiones, opiniones… Lo mismo nos lleva del libro más curioso de su biblioteca a la anécdota más selecta o al apunte más espejo. Es como si quisiera fomentar en el lector una vocación detectivesca convirtiéndolo en testigo de una parte de su biografía vital e intertextual, la de ser telonero de otros escritores o artistas o la de ser protagonista invitado.

 El autor, con precisión de entomólogo, va presentando uno a uno sus textos mariposas, cuidadosamente pinchados en su alfiler con un montaje en seco y alas extendidas. Los nombres aquí son lepidópteros aglutinados en el “alcohol etílico” de esta edición entomológica. El autor persona, con gran sentido del humor, se encarna en cada una de las páginas escritas. Este volumen de Ángel es como un autodefinido o un crucigrama, en el que se entrecruzan nombres como flechas. Todos ellos señalan un camino biográfico, confluyen en los ojos y en la mirada lectora y amiga de Ángel Olgoso. Así los nombres señalan como si fueran brújulas: Gregorio Morales, Josefina Martos Peregrín, Santiago Caruso, Wenceslao-Carlos Lozano, Antonio Sánchez Trigueros, Marina Tapia, Carlos Almira, Miguel Arnas Coronado, José Luis Martínez-Dueñas, Carlos Edmundo de Ory, José Vicente Pascual… También Boris Vian, Kafka… Flechas que se hacen pisadas o itinerarios, y así podemos imaginar al autor yendo y viniendo de presentaciones de libros a exposiciones o a recepciones de premios, y de lecturas a escrituras o para echar una carta, acudiendo a la Academia de Buenas letras vestido con chaqué o imaginando entremedias el refrigerio que hay después de esas actividades. Y es que en sus páginas el autor deja un reguero de miguitas de pan para que sigamos el rastro de su quehacer literario, y su genealogía familiar lectora al presentarnos a su abuelo Edgar, su padre Franz y una legión de titos.

Un viaje, claro que este libro es un viaje. Por su entorno y por su quehacer cotidiano, Imaginemos este libro como un paseo, en el que vamos agarrados de la sombra y de la mano de Ángel Olgoso, mientras nos habla y nos seduce con su conversación. Imagino al escritor salir del portal de su casa y caminar por las calles de Granada para ir de un sitio a otro. Cierro los ojos y veo su silueta de pistolero rubio y patafísico, ejemplo vivo del western literario granadino, cruzar por los pasos de peatones en busca de algún duelo tertulia. Así nos lleva del Palacio de Bibataubín al Centro Cultural Caja Granada, a la Biblioteca de Andalucía, a la terraza del Café Fútbol, Centro Artístico, Feria del Libro, Librería Ubú,  Paraninfo de la Facultad de Derecho, Academia de Buenas letras, Fundación Andaluza de la Prensa, Palacio de los Condes de Gabia, Librería Picasso, IES Pedro Soto de Rojas, Museo Casa de los Tiros…

En Cuentos Medulares, publicado en Quimera y aquí en la página 49, deja su parecer sobre relato y novela, donde confiesa que a veces tiene “la sensación de escribir visiones en lugar de contar sueños”. En el texto “Cúllar Vega. Una evocación.” homenajea a sus orígenes y la memoria de su corazón. Porque el pueblo de cada uno siempre habita en la caja negra de las emociones y los sentimientos. En la Presentación de El menor espectáculo del mundo deja diez razones por las que odia a Félix J. Palma que son un alegato maravilloso del sentido del humor y de la amistad. Y es que en este libro descubrimos a un Ángel Olgoso, maestro alquimista, que es capaz de transmutar el odio en amor, y el amor en oro, hasta el punto de convertir el halago en un rasgo crítico distintivo y divertido. Leyendo sus otros libros conocemos al autor o el escritor que es, con toda la imaginación a su alcance, pero aquí, en este unicornio y su miscelánea de textos a quien conocemos es a la persona que hay detrás del nombre, nos deja entrever sus miradas más íntimas y personales, con toda la realidad testimonial de sus ojos y pensamientos. De este libro podríamos decir que es un manual de amistad y admiración, un diario de apuntes bio-bibliógraficos de gran importancia intrahistórica.

En “Un unicornio fuera de su tapiz” nos encontramos “el veneno de la realidad”, aunque al leerlo descubrimos que también nos proporciona “el antídoto”. Un conjunto de textos que le sirven para expresarse, que nos ayudan a conocerlo desde la otra orilla, que valen como una especie de poética o más bien una retórica de su modus operandi como cuentista o lector, especialmente si nos detenemos en la valiosa entrevista realizada por Miguel Ángel Muñoz para “El Síndrome Chéjov”. Ángel Olgoso manifiesta que “toda coartada de la retórica resulta lícita si un autor utiliza sus recursos para que la fricción entre esas dos piedras –la del autor y la del lector– acabe prendiendo un fuego placentero, confortador, excelso, sagrado”. Y aunque “se puede ser sin ser percibido” –como le dice Ángel a Miguel Ángel Muñoz, la escritura de Ángel Olgoso  certifica que estamos ante un autor que sin lugar a dudas merece ser percibido y leído más y mejor. Es mi opinión.

 

  

http://custodiotejada.blogspot.com/


OPINIONES DE UN LECTOR

Custodio Tejada

2 de Julio de 2023.




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