sábado, 8 de diciembre de 2018

DEFENSA DE LAS EXCEPCIONES de Andrés García Cerdán


DEFENSA DE LAS EXCEPCIONES de Andrés García Cerdán. Colección Visor de poesía. 34 poemas y 64 páginas, con dos citas al comienzo, una de Denis Levertov en inglés y otra de Paul Klee en español, más una dedicatoria. El poemario no está dividido en partes, es un todo magmático.

DEFENSA DE LAS EXCEPCIONES de Andrés García Cerdán. Colección Visor de poesía. 34 poemas y 64 páginas, con dos citas al comienzo, una de Denis Levertov en inglés y otra de Paul Klee en español, más una dedicatoria. El poemario no está dividido en partes, es un todo magmático.


            Si la inteligencia y su bravura nos hace sumisos o rebeldes, todo escritor es un puzle repartido en la opinión de sus lectores, por eso, cuando un lector comparte su opinión lo que comparte son las luces y las sombras de una realidad “cuántica” (la lectura), que le transfiere al observador un papel crucial, casi místico. En estos tiempos que corren un libro puede ser lo más parecido que hay a un kit de supervivencia. Toda opinión, como “en el sueño mínimo del átomo/ las cosas son, pero no son, y nada/ hay que sea certeza y solidez”, depende tanto del observador-receptor como del autor-emisor. Aquella cita archiconocida de Gabriel Celaya, que dice “la poesía es un arma cargada de futuro”, viene aquí como anillo al dedo para introducir este poemario guerrillero, al menos en intención y potencia sublimada. Walt Whitman dijo que “no dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo”, y es desde esta premisa de donde parece haber partido nuestro poeta. Andrés García Cerdán, que le “enaltece el extrarradio” y esa llanura en llamas que tanto quiere, se convierte aquí en el Robin Hood de “la escuela poética de Albacete” y de los versos periféricos que dan en la diana de la buena poesía y su influencia cada vez más laureada.

            La portada nos recibe con una flecha en amarillo (de Carmina Ramírez Belmonte), una señal que indica el camino a seguir o la diana a la que apunta. El título del libro nos deja muy claro cuáles son sus verdaderas intenciones “contra el orden que duele”. Es una incitación a tomar partido, a definirse y señalarse independientemente de las consecuencias, para así entrar en el club de los elegidos. Por eso, si la excepción confirma la regla, “Defensa de las excepciones” es un poemario que viene a lo contrario, a convertir la voz en credo y duda de los inconformistas y los rebeldes. Un libro cuya lectura te “conecta umbilicalmente” con el autor y su mundo particular de observador cuántico con cierto pedigrí “underground”. Andrés García Cerdán, como un francotirador, “con la lentitud de un amor que quema”, aprieta el gatillo de la buena poesía para que la palabra (hecha bala) nos alcance con la mayor precisión posible, quizá aspirando a ser vacuna en el mejor de los casos.

En la contraportada, la sinopsis nos aclara que el libro “es una llamada a la disidencia y la rebelión espiritual. Desde el vitalismo, estos poemas deslizan su gran rechazo de los límites, las certezas y las imposiciones del mundo contemporáneo”. Rubén Martín Díaz nos dice: “Andrés García Cerdán es un revolucionario. Y, además, uno de los buenos, de los que están en primera fila y no fallan, porque escribe verdadera poesía”, y añade que en el libro hay “pluralidad de referencias culturales, lenguaje contundente, formas cuidadas del poema, importancia de la adjetivación para dar mayor énfasis al verbo, variedad temática…” El propio autor confiesa que “es mi poemario más desnudo y directo… Es mi poemario más personal y menos literario en el sentido de que es mucho más libre en las formas”. Parafraseando la opinión del autor en otros foros, su poesía no es “poesía basura, low cost, de autoayuda, fécula de poesía, postureo poético”. Él lleva el poema a “lo más lejos posible en su indagación de la naturaleza, el ser, las palabras”, porque también piensa que “ahí afuera todo da un poco de pena, todo es un poco demasiado sórdido y estéril”. Y es que Andrés García Cerdán es un poeta de casta, a lo Miguel Ángel Velasco podría decirse.


                        Los primeros versos son un acto de contrición “en su estado más puro”. “Me equivoco. Cometo errores./ Digo cosas inoportunas” –confiesa. Pero no penséis que es derrotista, no bajéis la guardia, porque pronto pasa al ataque. Este poemario, en cierta medida, es un alegato para rebelarse contra esos discursos oficiales que nos imponen una versión unívoca (para dejar de ser críticos) y contra ese lenguaje impostado de lo políticamente correcto que toca defender porque a alguien desde arriba le interesa y lo decide así, aunque el incorrecto a veces también adolece de lo mismo. Es una provocación para que seamos dueños de una libertad real en lucha contra los tiranos de la opinión que hay en todos los frentes. Con un “Atrévete a decir lo que te duele” –nos exhorta para que seamos dueños de nuestra opinión, libre de intermediarios. Un libro en el que late cierto panteísmo underground en estrecha alianza con una poesía social sutilmente envuelta en un “misticismo lisérgico” como él mismo manifiesta. Títulos y álbumes de canciones, poemas, pintura, nombres de bandas, autores… Una especie de sinestesia general parece nutrir su experiencia (de música, de poesía, de pintura) saltando de una a otra en acrobacia lírica y espiritual hasta convertir el corazón del libro en un “disco de vinilo” deliciosamente subversivo. La otredad, como un viento frío de la meseta, como “un golpe de aire en la cara”, es el espíritu que habita en él, desde una nueva perspectiva del prójimo, de hecho, el segundo poema se titula “Los otros”, que podría leerse como una poética del ser colectivo por encima del ser solitario. El autor, desde una perspectiva individual puesta al servicio del otro, escribe “contra la corrección insoportable”, “contra la horrible semejanza de todo”, aunque paradójicamente lo que pretende este libro es la comunión de todos los hombres “que dicen no”. O sea, que su verdadera “estructura profunda” es la palabra convertida en hostia lisérgica de una revolución sumarísima.

La elección de ciertas palabras y no otras, como si fueran un reguero de pólvora o puertos, determinan el destino ideológico y ético de cualquier discurso. Y esa elección es otro itinerario más que hace que los conceptos sean la verdadera luz de cualquier libro, el mensaje encriptado de los poemas y su diálogo alucinógeno por lo que las palabras tienen de extrasensorialidad, poder visionario y también subliminal. Como un acto revolucionario el libro está sustentado en palabras-comando como: “explotan, francotirador, Plaza de la Revolución (francesa, con la guillotina al fondo), Ilustración, Robespierre, Guerreros comanches, arco, sublevación, graffiti, enemigos, asesinato, bala, gatillo, disparo, muerte, soldado, monstruo, decadencia, libertad, “cruz tóxica, atómica”, sacrificio, imbéciles, punk, Dios, cuervos, conciencia, dolor, amor, perdón y un largo etcétera. Detrás de todo libro hay una filosofía y una postura vital que sustenta el edificio, una arquitectura de pensamiento que actúa como dovela central del puente que unen al autor con el lector. Y en especial para Andrés García Cerdán, que sabe que las palabras tienen un nivel cuántico-freático y una longitud de onda que las convierten en fetiches mágicos de las conjuras y de las utopías.

            En “Defensa de las excepciones”, título que actúa como pegamento de un conjunto variado de poemas, hay homenajes e intertextualidades que trazan caminos paralelos, multitud de connotaciones, otros itinerarios dentro de la misma odisea del libro, ideologías, en suma. Nombres que desfilan casi de manera marcial, al fin y al cabo, y que actúan como pócimas o hechizos dentro del libro, como delicadas matrioskas. Cada mención o referencia es una línea de fuerza que sustenta la arquitectura y el pensamiento que ha recorrido el autor para construir este poemario. Así aparecen Paul Valery, Charles Simic, Noam Chomsky, Heisenberg, Sócrates, Cang Jie, Platón, Johannes Vermeer, Antonio Gamoneda, Horus, Jhon Lennon, Jorge Riechmann, Homero, Ulises, Nietzsche, Czeslaw Milosz, Jan Boleslaw Ozóg, Jan Twardowski, Marylin, Plutarco, Frankestein, Emanuel Swedenborg, San Andrés, la banda “Los planetas”, Anne Sexton, Evelyn Waugh, Dylan, El Bosco, David Bowie, Egon Schiele,  Iggy, Rolling Stones, Robespierre, Rimbaud, Orfeo…Todo nombre que aparece en un libro es un recorrido intelectual previo que ha realizado el autor hasta cristalizarlo allí, en el poema, y que actúan como vasos comunicantes o veneros. Con los lugares ocurre algo similar. También nos indican otros caminos, otras vías de conocimiento y de trance que “trazan un recorrido eléctrico”. Así, a través de sus versos también viajamos a Delft, Holanda, China, Hawai, Río Avon, Inglaterra, Sohach, Egipto, Liverpool, Tíbet, Görtlizer Park, Berlín, Oranienstrasse, Basilea, Polonia, Lévcade, Grecia, Fuenteálamo, Albacete, Etna, Sicilia, Istambul, Turquía… Otros nombres, a modo de sutiles dedicatorias u homenajes dejan entrever otros senderos vitales como son José García Armillas y familia, Carmina, Félix y Diego Sánchez Aguilar.

El propio autor lo escribe en la página 31: “La diferente longitud del verso/ y el lugar al que llega/ cada vez que intentamos decir algo/ esculpen una línea de costa imaginaria/ en el poema”. En prosa poética o en eneasílabos, alejandrinos, endecasílabos, heptasílabos, tetrasílabos, trisílabos… los versos chocan como un oleaje silábico contra el acantilado que el lector supone, en busca de una musicalidad distinta, de una banda sonora alternativa que usa otra forma de cortar el verso y su cadencia, con la intención de que la realidad sonora del poemario vaya más acorde con los tiempos y los ritmos que vivimos. Versos de arte mayor y arte menor se mezclan para tocar un nuevo son, para musicalizar de otra manera, más cerca del jazz o del rock (a veces con tintes de balada) que de la cantata o la sinfonía; siendo el compás de los significados, más que la melodía de los significantes, quienes dominan la voz del poema y “ecualizan el canto”, como “una guitarra que se afina/ con el paso del metro”.

Cierta dualidad recorre el poemario en busca de una nueva teología, a modo de catequesis semántica, lírica y existencial que el libro tiene. “Dejadme que os diga que soy el ángel y el demonio”, “Dejadme que os bendiga”, “como el apóstol San Andrés” –reza en distintos momentos.

            Pero ¿qué es lo que pretende o busca el autor con este libro? “Ver más lejos que el resto de los hombres/ y más profundo” –confiesa el autor, en cierta medida “ser un evangelista, pescador” de lectores, con la clara intención de hablarnos y “convencer(nos) de que es verdad/ todo esto que (dice)”. Qué es si no este libro, sino “el arco/ en la madera del nogal y el fresno/ …urdido según la curvatura/ exacta de los cielos”, un nuevo evangelio, otra forma de combate y de lucha, un arma poderosa en manos de un rebelde con causa, que usa la poesía y la música para sentirse vivo y poderoso. Un poemario que nos convierte al leerlo, consciente o inconscientemente, en francotiradores de la disidencia de un pensamiento inconformista e incómodo que está harto del pensamiento único y acrítico que nos pretenden imponer desde todos los frentes. “Defensa de las excepciones” es “un mínimo artefacto de amor”, es “lo más propio y lo más sagrado” del autor, “la parte esencial/ de (su) inocencia”, un auténtico “electrocardiograma lírico” que podría explicarse como un mapa donde “El corazón explota a diferentes profundidades” “del cielo y del infierno” y que “late de hermosura”, con sus curvas de nivel, sus múltiples escalas líricas y sus distintas coordenadas musicales. Su epicentro sísmico es el amor, que late a pecho descubierto como llave maestra que abre todas las puertas de los cambios. Un libro que funciona como una vena y una arteria, un ring en el que combaten dos fuerzas creadoras, el bien y el mal. “Que la bondad/ o el rencor sean luz” –dice en la página 25. Hay que leerlo porque Andrés García Cerdán es un poeta que lleva “en el corazón la nobleza y la aventura” de los mártires, y aspira a la “impregnación” de hacerse “melodía de una galaxia/ o la conciencia” de una época, nada más y nada menos.

Custodio Tejada

Opiniones de lector

diciembre de 2018


DEFENSA DE LAS EXCEPCIONES de Andrés García Cerdán. Colección Visor de poesía. 34 poemas y 64 páginas, con dos citas al comienzo, una de Denis Levertov en inglés y otra de Paul Klee en español, más una dedicatoria. El poemario no está dividido en partes, es un todo magmático.