LOS OJOS DESEADOS DE José Antonio Sáez.
LOS
OJOS DESEADOS de José Antonio Sáez. Editorial Alhulia. Colección Crisálida de
prosa poética. Un subtítulo bastante rococó en el interior: “Jardín de muy
preciosas perlas”. Un preámbulo, 76 perlas y 91 páginas. Dedicado a su familia
y a Dios, porque nuestro poeta es creyente, cada perla tiene de 8 a 15
renglones aproximadamente. En el colofón se nos informa que “se acabó de
imprimir el 23 de abril de 2019 en los talleres de Quares. Laus Deo”. Y para
ambientar nuestra lectura os dejo como aperitivo una cita de la página 87:
“Descálzate, porque la tierra que pisas es sagrada”.
LOS
OJOS DESEADOS de José Antonio Sáez. Editorial Alhulia. Colección Crisálida de
prosa poética. Un subtítulo bastante rococó en el interior: “Jardín de muy
preciosas perlas”. Un preámbulo, 76 perlas y 91 páginas. Dedicado a su familia
y a Dios, porque nuestro poeta es creyente, cada perla tiene de 8 a 15
renglones aproximadamente. En el colofón se nos informa que “se acabó de
imprimir el 23 de abril de 2019 en los talleres de Quares. Laus Deo”. Y para
ambientar nuestra lectura os dejo como aperitivo una cita de la página 87:
“Descálzate, porque la tierra que pisas es sagrada”.
El
aprendizaje del hombre es autodidacta por necesidad y por naturaleza, brota de
la capacidad de percepción e introspección que tiene el ser humano, pero
también tiende a regular y compartir ese saber de una forma académica. Lo mismo
pasa con la fe, es una experiencia íntima e intransferible que encuentra su
razón de ser cuando se vive en comunidad, como la lectura. Por lo que fe y
lectura tienen una parte racional y constatable y otra que no lo es tanto, sino
que tiene que ver más con la intuición y la confianza en las emociones de cada
cual. Así pues, en este mundo tan académico en el que vivimos ser autodidacta
no está bien visto. Pero lo importante es que cada mañana amanece un nuevo día
digno de veneración que es capaz de refundar el mundo, y eso es lo más sagrado
que tiene la vida, que podemos convertirnos en un sagrario de instantes únicos
y absolutos donde la gracia divina se reparte sin miramientos. Dice San Agustín
que “el hombre no reza para dar a Dios una orientación, sino para orientarse
debidamente a sí mismo.”
Por quienes opinan de nuestros libros o quienes nos hacen
un vacío, a veces, podemos averiguar si somos francotiradores solitarios, de
los otros, o miembros de alguna tribu literaria a quien debemos cuidar con
esmerada pleitesía. Muchas son las opiniones que se han vertido ya sobre “Los ojos deseados” y aquí quiero
reflejar unas cuantas que me parecen complementarias, pertinentes y lúcidas.
Dice Ángel Olgoso: “Los ojos deseados
me ha parecido un librito subyugante… Porque es cierto que se experimenta una
especie de embriaguez deleitosa, de ascenso místico.” Emilio Ballesteros
también opina: “prosa poética de una delicadeza poco común, inspirados en
místicos tanto cristianos… como sufíes islámicos”. O “Leer sus textos, de un
lirismo intimista y recogido, pero que mira la realidad cotidiana con ternura y
simpatía, nos permite acercarnos a los rincones más preciados de nuestro propio
corazón”. Miguel Argaya continúa con los merecidos halagos y reconocimientos:
“Fantástica lección de prosa meditativa con la justa carga poética… Es un libro
que me habría gustado escribir y que me ha gustado leer.” El prolífico Fernando de Villena añade: “En Los ojos deseados hallamos toda la
belleza y sensorialidad que caracterizan al lenguaje místico y en consecuencia
todos los recursos que le son propios: antítesis, paradojas, paralelismos,
símiles, metáforas, subjuntivos verbales…” Mauricio Gil Cano en Diario de Jerez
dice: “Hay libros que son un regalo espiritual, cuyas palabras acarician el
alma del lector y lo elevan a esferas de música armoniosa… Es el caso de Los ojos deseados.” En diario Córdoba
Pedro M. Domene agudiza el oído para decir: “Una sucesión de textos breves… que
semánticamente otorgan a su prosa la búsqueda de una cadencia a través de
calculadas pausas y una equilibrada distribución del ritmo lector.” Nos
confiesa Efi Cubero que “Es un libro de amor donde regresa el tiempo del
asombro en el murmullo fresco, en el desnudamiento y la pureza, en lo
incorpóreo de la transparencia. Libro profundo de un poeta que escarba en su
interior y nos llega en su verso destilado.” Y para concluir una referencia
antigua de Remedios Sánchez: “Posee el poeta José Antonio Sáez una de las voces
más definidas de la poesía andaluza actual.”
Parafraseando al autor: “Sobra la vanidad y sobran todas
las humanas ataduras cuando corres al encuentro” de José Antonio Sáez y Los ojos deseados. Para penetrar en
estas páginas de prosa poética “debes ir con la inocencia y la ingenuidad del
niño que se deja llevar por la mano” del poeta transcendido aquí en un ser
místico. También podría decir que los renglones de Los ojos deseados “más que descifrar yo su código, fueron ellos
quienes se me revelaron” –como nos confiesa el autor en la página 39 Perla 27.
El poeta se hace “cognoscible” en nosotros, sus lectores. “Esperaba escuchar la
melodía de tu voz y que tus palabras fueran vida de mi vida; mas luego entendí
que tú no hablas, sino que te revelas a quien eliges” –desvela José Antonio Sáez
en la página 40 Perla 28.
La
sinopsis, en la contraportada del libro, nos aclara que “Los ojos deseados son aquellos sin los que no es posible vivir y
que persigue el enamorado… Los ojos de la sabiduría interior, esa que aporta
lucidez al conocimiento y lo aproxima a la transcendencia, a lo sagrado, sin
llegar a alcanzarlo”. El propio autor lo recomienda así: “prosas líricas de
místico aliento (que guardan) muchos instantes de feliz y gozosa lectura”. La
portada no dice mucho salvo si entendemos su abstracción como una visualización
cósmica del lenguaje simbólico que nos espera dentro.
Una
dedicatoria a su sagrada familia, como arco de triunfo en la entrada, nos da la
bienvenida. Después dos citas, una de Jalal Al-Din Muhammad Rumi: “Transforma
tu cuerpo entero/en visión, hazte mirada”, y otra de San Juan de la Cruz
(Cántico Espiritual) donde aparece por primera vez una referencia al título “Los ojos deseados”. Dos místicos para
intertextualizar su prosa poética y nuestra lectura, y para dejar claro desde
el principio el territorio sagrado que pisamos. El autor, en su preámbulo,
pareciera que subido en una Torre de Babel se desgañita para hacerse entender
sin resultados satisfactorios, pero nada más lejos de la realidad, ya que luego
sus 76 perlas muestran, como 76 cuentas de un rosario, los misterios sagrados
de un corazón que late, el suyo propio. “No consigo hacerme entender por más
que me esfuerce. Pareciera que hubiésemos adoptado lenguas distintas o que
hayamos confundido las lenguas” –dice en la página 11, y que ya te predispone
para que cambies el chip y empieces a percibir la sutil alegoría, la delicada
perla metaliteraria.
José
Antonio Sáez, como un “jinete que cabalga en la luz hasta difuminarse en lo
etéreo” (pág 18), ubicado “en los límites del lenguaje” (pág 16) y como
“destinatario de la revelación” (pág 13) teje esta “urdimbre” de perlas para
compartir consigo mismo y con sus lectores una experiencia, una vida, una
sabiduría que levita y la lucidez de su límpida escritura que suena con una
musicalidad exquisita. Y es que estos párrafos, como si fueran un Via Crucis,
nos llevan estación tras estación hasta la luz salvífica. “Caído a tierra,
recibirá la sacudida” –revela en la página 14 Perla 2. Es por tanto Los ojos deseados un camino, una vía de
salvación, mística y lírica al mismo tiempo.
El
poeta, como Moisés, también nos guía por el desierto de los significados y los
paralelismos. “Ya ves que la lengua se me traba, que tartamudeo y apenas puedo
balbucir la luz de tus palabras” –dice en la página 35 Perla 23, pero, aun así,
el poeta se pone al servicio de la poesía y conduce al pueblo elegido (los
lectores) desde sus perlas hacia la luz. Los sentidos están a flor de piel y
nos acompañan durante todo el recorrido, y las sinestesias sensoriales y
semánticas se convierten en agujeros de gusano, renglones que son vasos
comunicantes entre significantes y significados.
Qué
es lo que hacemos los poetas sino reescribir el mundo constantemente, reiterar
lo ya escrito diciéndolo de otro modo, en oleajes de nuevas espumas, de nuevos reflejos.
La intertextualidad del libro es fundamental para su comprensión. Teresa de
Jesús, San Juan de la Cruz, Muhammad Rumi, el Cantar de los Cantares, la
Biblia… Algunas perlas comienzan con una referencia a los Evangelios página 78 Perla
66 (“Mirarán al que atravesaron” –Jn 19,31), o algún verso de Luis de Góngora
(“Vendado que me has vendido”) –quizá porque como aquél., aquí el autor también
juega con las palabras y quizá porque quiere homenajear y advertir cierto
paralelismo de lo que él hace con lo que Góngora significó para la amplitud
cognitiva de nuestra lengua-, o bien terminan con unos versos de San Juan de la
Cruz como la Perla 51 página 63 y que nuevamente coincide con el título: “Los
ojos deseados que porto en mis entrañas”.
Libro
lleno de recursos literarios y creatividad desbordante. “La ausencia de
presencia es el vacío” –nos dice en la página 72. El poeta se crucifica para
salvar a sus lectores. Cargando con su cruz “nos redime del lodazal del mundo”
–reza en la página 67. O “Dame de beber hiel mezclada en vinagre. Atraviesa con
tu lanza mi costado. Coróname de espinas y laurel” –ordena en la página 54. Palabras
que parecen vasos mágicos, poeta y poesía, amor y fe, Dios y creyente, esposo y
esposa, “amado con amada,/ amada en el amado transformada” que diría San Juan
de la Cruz. Y justo ahí, igual que hace el Cantar de los Cantares, sucede la
alegoría, otra gran metonimia. “Pues los dos (son) uno en el férreo espacio en
que (se) anudan (sus) brazos poderosos… batiéndose juntos” –concluye en la
página 88 Perla 76.
El
escritor persigue la sabiduría a través de la escritura. “Ah, este conocer que
quema mi lengua y mis entrañas… ¿Cómo hacer expedita su salida si me abrasa por
dentro?” –interpela en la página 18 Perla 6. Y es ella, “la Literatura”, la que
nos elige, no nosotros a ella. “Te preguntarás que por qué tú: el más feble, el
más débil… y no hallarás respuesta” –lees en la página 19. El autor pareciera
dirigirse en muchas ocasiones a su relación con la literatura, la amada y
esposa, y por extensión, a los lectores nos hace iglesia de su metonimia, celebrando
así una boda lingüística. Si en la exégesis del “Cantar de los Cantares” se
canta la relación mística de Dios con su pueblo, en Los ojos deseados aparte de la literalidad espiritual también nos
encontramos otro paralelismo, donde, cual otro Salomón u otro San Juan de la
Cruz, éste, José Antonio Sáez nos convierte a los lectores en un pueblo elegido
unidos a él, y la Literatura hace el papel de esposa. Los ojos deseados son los ojos que han visto la luz, y la luz que
buscan estos versos es “la sabiduría de lo revelado”, la unión con la amada, la
Poesía, una mística metaliteraria que utiliza al poeta como si fuera un
“perrillo faldero”. Porque eso es el conjunto, una poética que abrocha una
trayectoria, la de José Antonio Sáez, un poeta “que vive entregado a la soledad
y a la voz del espíritu” –confiesa en la página 21. Porque su “única locura es
por Aquél de quien and(a) en amor”, el Poema, que se hace creencia y sacrificio.
“Escribiré sólo de lo que me inspire Aquél de quien ando enamorado” –advierte
en la página 22. Las perlas se suceden “una tras otra y otra tras una”, como un
collar. El lenguaje es el vínculo divino, la palabra se convierte en pan
eucarístico, en acto de amor que redime, en “carne” o “materia amasada en el
barro” que ha sido transcendida. El poeta se hace Cristo y el Cristo se hace
poeta, ambos unidos por ósmosis en la fe de los “Enamorados”. Porque esa es la
misión del escritor poeta, estar agazapado en el escritorio y en la vida “a la
espera, siempre aguardando a que se obre el milagro” de la Poesía, de la
inspiración y del trabajo. “Digo sólo las palabras que él pone en mis labios”
–revela en la página 22 Perla 10.
¿Qué
es, entonces, lo que hace nuevo José Antonio Sáez con Los ojos deseados? Escribir como un enamorado de la palabra que
ansía inmolarse en su mirada, en un lenguaje secreto, “oculto y deleitoso”,
lírico y cognitivo, desnudamente místico, sutilmente metaliterario. Fe y Poesía
unidas en su destino. “Ay, avecilla desconsolada, que traes alivio a mi corazón
atormentado: ¿acaso no se asemeja tu canto a la voz de Aquél por quien suspiro
y muero? –teje en la página 73 en fervorosa simbiosis, en delicada
trasnominación y metáfora, de esposo y esposa, como amante-creyente y como
escritor, unido en su vaivén semántico al dios amor divino y también humano y al
dios amor literario, a Dios y a la Literatura en extasiado trance, al mismo
tiempo y con las mismas palabras. Yo Creo.
Custodio Tejada
Opiniones de un lector.
Junio de 2019
LOS
OJOS DESEADOS de José Antonio Sáez. Editorial Alhulia. Colección Crisálida de
prosa poética. Un subtítulo bastante rococó en el interior: “Jardín de muy
preciosas perlas”. Un preámbulo, 76 perlas y 91 páginas. Dedicado a su familia
y a Dios, porque nuestro poeta es creyente, cada perla tiene de 8 a 15
renglones aproximadamente. En el colofón se nos informa que “se acabó de
imprimir el 23 de abril de 2019 en los talleres de Quares. Laus Deo”. Y para
ambientar nuestra lectura os dejo como aperitivo una cita de la página 87:
“Descálzate, porque la tierra que pisas es sagrada”.