LECTURAS PENDIENTE de Pedro Ugarte.
LECTURAS
PENDIENTES (Anotaciones sobre literatura) de Pedro Ugarte. Ediciones Nobel,
número 49 de la Colección Jovellanos de Ensayo. 169 páginas en prosa sin
ninguna división salvo los párrafos, a modo de cuaderno de bitácora. Dedicado a
su “aita”. Y una cita para reflexionar y abrir boca: “Millones de nuevos libros
se escriben y se publican cada año… y crecientemente limitado… el tiempo que se
dedica a la lectura”-página 106.
LECTURAS
PENDIENTES (Anotaciones sobre literatura) de Pedro Ugarte. Ediciones Nobel,
número 49 de la Colección Jovellanos de Ensayo. 169 páginas en prosa sin
ninguna división salvo los párrafos, a modo de cuaderno de bitácora. Dedicado a
su “aita”. Y una cita para reflexionar y abrir boca: “Millones de nuevos libros
se escriben y se publican cada año… y crecientemente limitado… el tiempo que se
dedica a la lectura”-página 106.
Opinar
de algo es asumir un estado de con(s)ciencia. Si leer es llenar, escribir es
una forma de drenarnos, de practicar una sangría purificadora. Yo, que no soy ningún
ratón de biblioteca, alguna vez he pensado que, entre otras cosas, temo morirme
por la cantidad de libros que dejaré sin leer, y modestia aparte, alguno
supongo también sin escribir.
Un libro es una arquitectura lingüística y
como tal, tiene unos planos que nos orientan al transitar por sus dependencias.
El índice, los títulos y las palabras elegidas ejercen de guías, túneles o
ascensores. Más que un puñado de libros leídos, somos una suma de lecturas
pendientes, ya que las ausencias a veces nos definen más que las presencias.
Dice Olalla Castro: “El discurso crítico, que explora los textos tratando de
cartografiarlos, ha de asumir eso: que el mapa que dibuja siempre queda
abierto, siempre está inacabado, esperando a que otras lecturas intervengan en
él y lo transformen, lo amplíen, lo completen, encuentren nuevas encrucijadas,
intersecciones o confluencias”. Y Óscar Wilde manifiesta que “No existen más
que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”, y eso es lo que
hace Pedro Ugarte con este libro. Confieso que lo he leído con paciencia,
“buscando algún vínculo…” “algún hilo secreto que pueda unir(me) a él”, que es
como hay que leer cualquier libro, porque me gustaría ser como él, un “lector
que ha sabido descifrar e interpretar las claves” de muchos libros, o al menos
intentarlo. El propio autor confiesa que “En literatura, no me cuesta reconocer
los méritos ajenos”, a mí tampoco, en cualquier materia.
Una
cita de Seguei Dovlatov y una premonición de perogrullo del propio Ugarte abren
el libro como si fueran las agujas de una brújula que intentan marcar un rumbo,
o al menos, definir unos límites: “Lástima que la literatura no tenga ningún
fin” (Serguei Dovlatov) y “Te irás con un montón de lecturas pendientes”. Cuando
“alguien escribe un libro, … solo el lector puede salvarlo”-dice Pedro Ugarte
en la página 106 y añade en la página 86 “Escribir, sin molestar a nadie. Me
pregunto cómo se consigue hacer eso”. Sirvan estas dos citas para aproximarnos
al carácter literario de Pedro Ugarte y para enmarcar el sendero que nos espera
con esta lectura.
El
texto, sin índice y sin ninguna división intermedia, es un todo magmático que
fluye a borbotones de párrafos. La lectura del libro es una especie de “scape
room” en la que el autor se encarga de distraer y a la vez de orientar al
lector. Los párrafos de este libro, con cierto tono de confesión y como un
torrente fragmentario, se suceden uno tras otro, con una clara voluntad
metaliteraria, dando un “repaso” general al mundo desde el acto creativo a las
ferias del libro, desde los lectores hasta los autores… como si fueran
impresiones de un viaje a través de las palabras y la conciencia (y por tanto
tiene algo de impresionista, sus pinceladas, ya que exigen distanciamiento para
advertir bien el resultado). Incluso llega uno a pensar que ha nacido un
subgénero nuevo, la autobiografía metaliteraria, ya que están publicándose
otros títulos con la misma o parecida inercia. Pedro Ugarte es un escritor y un
crítico, pero ante todo es un gran lector, y el eclecticismo de aluvión envuelve
a este libro. “El escritor nada sabe a ciencia cierta sobre esa experiencia (la
lectura de sus libros) que se desarrolla muy lejos de él” –advierte en la
página 29. Toda lectura tiene algo de comunión, común unión entre emisor y
receptor, que, si se comparte, a veces, retroalimenta.
El
sentido del humor y la ironía es una nota a tener en cuenta, especialmente para
atinar con el sentido y significado de algunos renglones. El autor confiesa que
“emprende muchas lecturas, apenas continúo algunas y recomiendo solo las
mejores”. Y para dejar constancia por lo
que de paralelismo tiene, yo también tengo un amigo que cansado de que a los
andaluces nos echen encima muchos tópicos peyorativos y se nos infravalore en
muchas latitudes, decir que, igual que “los vascos, entre ordeño y ordeño”
fundaban una ciudad (se apunta en la página 117), nosotros los andaluces entre
siesta y siesta por aquello del chiste y demás chanzas, uno de Guadix que
pasaba por allí, un poquillo antes que los vascos, como Pedro de Mendoza y
Luján, hizo la primera fundación de Buenos Aires, al menos por aquello de… “yo
lo vi primero y lo hice antes”, que algún mérito también tendrá, digo yo, especialmente
en este momento histórico en que nadie piensa en lo nuestro y cada cual
antepone lo suyo.
Metaliteratura
y crítica literaria se dan aquí la mano. Pedro Ugarte, con una prosa
acentuadamente aforística, pronto consigue captar nuestra atención y ya no nos
deja huir hasta el final, como si estuviéramos abrazados fuertemente a él, por
el talle, en un baile de salón mientras nos expone su verdad y nos lanza
confidencias y pareceres al oído; a modo de confesionario literario o más bien
púlpito, ético, existencial, de diario íntimo, para exponernos su sentir y su
camino. Nos dice en la página 60 que muchas anotaciones de sus “cuadernos de
oficina”, como él los llama, cuadernos de ida y vuelta, “no acaban en poemas ni
en relatos, ni en artículos, ni en novelas, y engrosan un archivo como éste,
lleno de anotaciones, la mayoría de ellas referidas al trabajo literario o a la
vida de un escritor”. Escribe como si a cada traspiés de párrafo y al albur de
una lluvia de ideas estuviera revelando verdades como templos y sentando
cátedra, ya que Pedro es un hombre temperamental “de ideología liberal” y
también se desprende que religioso. “No importa tanto la verdadera opinión que
tengas sobre cierto asunto como la impresión que des con ella. Este es el
criterio que determina los pronunciamientos públicos de la mayoría de la gente”
–escribe en la página 62.
Pedro
Ugarte nos habla de libros, de las presentaciones (“Me pregunto por qué sigo
presentando libros de autores que no conozco y cuya obra me es igual de
desconocida” –confiesa en la página 27), de los lapsus y las pérdidas del escritor,
de su biblioteca, del paso del tiempo transmutado en polvo, de las temáticas
literarias, de la humanidad, de política (“Me irritan las conversaciones y los
prejuicios del mundillo literario, ese mundillo donde por ejemplo, resulta casi
obligatorio ser de izquierdas” –suelta en la página 50), de los vascos, “sobre
la condición humana”, “de la moralidad o la inmoralidad del mundo literario”,
de su intrahistoria como escritor (léase el párrafo de la página 35 donde nos
cuenta su forma de teclear), de las fotografías de escritores, del proceso
creativo (“en la novela el proyecto precede a la ejecución, mientras que en el
cuento y en la poesía suele ocurrir al revés”), de la vida y la muerte, de la
relación entre escritores, y entremedias, como islotes, se cuelan otros
párrafos de índole más personal que aluden a su vida cotidiana como padre,
amigo… Mezcla opiniones filosóficas, éticas, literarias, políticas… con otras
de ámbito doméstico, de su hijo, del frigorífico y la comida… lo que le da al
texto un resultado más distendido, más creíble en cuanto a la humanidad y
cotidianidad que hay detrás del escritor, al demostrar que quien ha escrito
estas páginas es un hombre normal y corriente que pisa la calle y no alguien
subido en su torre de marfil literaria. Ugarte pretende dejarnos su canon
vital, ese que como lector a él le ha servido y le ha salvado. Y toda la
escenografía textual y literaria que monta es para ofrecernos un viaje
exclusivo por sus ideas, sus lecturas, sus experiencias, recuerdos y paseos,
por su vida y su “conciencia ética”. Sus párrafos, como escaques de un tablero
de ajedrez, le sirven para jugar una partida con el lector, y de camino
materializar algún ajuste de cuentas también pendiente como la anécdota del
señor Quesada preguntando por las novelas a Don Pedro de la página 125, entre
otras.
Si en cualquier libro los nombres se vuelven “hilos de
Ariadna” o de albañil, en éste se hace más patente, ya que Ugarte va tejiendo
el texto unas veces con hilos metaliterarios y otras con hilos más biográficos
a modo de dietario, con reflexiones y recuerdos, con opiniones y sentimientos.
Ugarte, con un tono confesional como si de una confidencia se tratara, juzga,
analiza, recuerda, expone, escribe, opina, interpreta, explica, justifica,
denuncia, destapa, esconde…. Cuando un lector opina, de alguna manera, lo hace
pensando en los lectores que vienen detrás, con el fin de hacerle más fácil el
camino, o sea, la lectura, o por lo menos de dar fe, la suya propia. Ofrecer un
listado de nombres sin más no tiene ninguna utilidad salvo si es para hacernos
una idea del autor y sus lecturas, o sea, de las fuentes en las que bebe para
bien o para mal. Para un escritor sus lecturas son la tradición que le ampara y
socorre o le condenan. Y esa intertextualidad es la que nos sirve para
localizar sus coordenadas lectoras y de alguna manera su canon literario y
existencial. Así, en Lecturas pendientes Pedro Ugarte se refiere de una u otra
forma a: Albert Camus, Iñaki Uriarte, José Fernández de la Sota, Borges y Bioy,
Íñigo García-Ureta, Juan Bas, Fernando Marías, Toti Martínez de Lezea, Sartre,
Fernando Palazuelos, Miguel Sánchez-Ostiz, Elías Canetti, Franz Kafka, Jesús de
Nazaret, Adolf Hitler, Miguel Torga, Bengoechea, Stephen Craen, George Orwell,
Michael Herr, Ingacio Aldecoa, Julio Cortázar, Sándor Marai, , Chateaubriand,
Hanif Kureishi, John Cheever, Vladimir Nabokov, Medardo Fraile, Jon Bilbao,
Anjel Lertxundi, Peter MOen, Margo Glantz, Frida Khalo, Chesterton, Michael
Houellebecq, Ambroise Pare, Poe, Fernando Iwasaki, David Hume, John Stuart
Mill, Oscar Wilde, Joris-Karl Hoysmnans, Guadalupe Nettel, Anatole France,
Eduardo Haro Tecglen, Manuel Alcántara, Miguel Delibes, Juan Casamayor, Homero,
Montaigne, Philip Larkin, Antonio Machado, Manuel Machado, Julio Camba, Julio
Ramón Ribeyro, Juan García Armendáriz, Gustave Herling-Grudzinsky, Roberto
Bolaño, Jaume Vallcoba, Paul Valéry, Rudyard Kipling, Anton Chéjov, Augusto
Monterroso, Bryce Echenique, Enrique Mochales, Los Panero, Louis-Ferdinand
Céline, Valentí Puig… También hace
referencia de forma expresa a obras como Moby Dick, Cartas a un amigo alemán
(de Camus), La Biblia y los Evangelios, La autopista del sur de Julio Cortázar,
Casi inocentes o El mundo de los cabezas vacías del propio Ugarte, Vidas y
otras dudas de Anjel Lertxumendi, Diario de Petter Moen, Los cuentos de Poe,
Monstruos y prodigios de Abroise Pare, Diarios de Iñaki Uriarte, Nueve cuentos
de Salinger, Decline and Fall de Edward Gibbon, En busca del tiempo perdido de
Marcel Proust, Los años de Downing Street- Memorias de Margaret Thatcher, libro
de los pasajes de Walter Benjamin, Esclavo de la luz o Mermelada amarga de
Enrique Mochales, La voz a ti debida de Pedro Salinas, Juego de tronos de
George R. Martin, Ana Karenina de Leon Tolstoi, Estrella distante de Roberto
Bolaño, De vita de Séneca, El Criterio de Jaime Balmes… Los lugares también cartografían el texto y
nos llevan a la geografía Ugartiana, esa que ha modelado su mirada y sus
paseos, en vivo o de oídas: Bilbao, Londres, Francia, Alemania, Europa, Gran
Bretaña, País Vasco, Vitoria, Palestina, Coimbra, Gïor (Hungría), Logroño, La
Rioja, Perth (Australia), Barranquilla (Colombia), Chile, Barcelona, Zarauz,
Paris, Guipuzcoa… Y pongo todos estos nombres juntos aquí porque pienso que
facilitan una visión global y directa de la biblioteca-mente que posee Pedro
Ugarte, del “globo terráqueo literario” que orientan y seducen sus pasos
lectores.
Monólogo y diálogo sazonan este ensayo que
cabalga como caballo desbocado en lo ecléctico, dando saltos de la filosofía a
la política, de la crítica o la literatura a la anécdota, yendo del dato o el aforismo
a la lírica y a la prosa de una narración chispeante, rozando lo novelesco,
indagando en el dietario y la autobiografía, convirtiendo lo fragmentario en un
recurso mágico donde todo cabe, y ensalzando el párrafo como unidad de medida
de toda la literatura. O sea, que tenemos al alcance de la mano la “mundoliteratología”
de Pedro Ugarte, que de un párrafo a otro va de la persona al personaje, de la
intra-biografía a la intrahistoria (como la narración de “el falso shaolín” de
la página 130). Párrafos que parecen inconexos, quizá porque fueron escritos en
momentos de inspiración y luego elaborados en la tranquilidad del
escritorio-alambique, y que convierten al autor en su único pegamento. Y quizá
sea por eso, que mientras leemos siempre estamos en vilo a la espera-sorpresa
de lo que va a decir en el párrafo siguiente, puesto que cada párrafo adquiere
rango cuanto menos de capítulo, si no de castillo.
“Todo diario es un íntimo diálogo del autor consigo mismo”
– nos dice en la página 42. Con una sinceridad casi absoluta nos dice cosas
como: “Antes leías a los grandes autores de la literatura universal, para
experimentar una sacudida en el alma. Ahora lees a tus contemporáneos para algo
tan feo y tan triste como ver de qué van” –nos confiesa en la página 56, quizá
porque los lectores también con el tiempo se vuelven algo elitistas cuanto
menos. “Hay algo mucho peor que ser un escritor completamente olvidado: ser un
escritor cuyo nombre se recuerda pero a quien ya nunca nadie lee” –manifiesta
en la página 68.
Hay
que reconocer que Pedro Ugarte se convierte en personaje de su ensayo para
llevarnos por su pensamiento y quizá más aún, por su alma siempre inquieta.
Para concluir, en “Lecturas pendientes” nos encontramos escritores, lecturas, anécdotas,
vivencias, recuerdos y opiniones… que le sirven al propio Pedro Ugarte para
conocerse a sí mismo y para trazar una aproximación al mundo que le ha tocado
leer/vivir, para reflexionar sobre la existencia a través de la literatura y
sobre la literatura misma, para avanzar en el argumento del libro y para dejar
constancia de una etapa de su vida dedicada a “la suerte redentora de la
palabra” –dice en la pág 43, o sea, para dejarnos en herencia su verdad
literaria como si fuera un evangelio revelado. Y parafraseando al propio
Ugarte, ojalá la vida nos trate como escribimos, aunque preferiblemente mejor
si cabe, en mi caso, digo. Y como “Realmente los libros no existen al margen de
la lectura: sin ella son solo objetos”, una vez leído éste, lo deposito en el
estante de mi biblioteca, donde permanecen las lecturas no pendientes, pero
donde aguardan, pacientes, las relecturas de los libros que me han dejado
huella.
CITA-POSDATA (que suena
como un aviso para navegantes): “La suerte de una obra literaria se resuelve
tarde, más tarde, mucho más tarde, cuando no hay ni amigos ni enemigos, cuando
solo queden los libros, aparcados en las baldas de la historia cuarteándose,
haciendo tiempo, cogiendo polvo, a la espera de alguien. Ese alguien los mirará
de otra manera. Frente a ese alguien de nada valdrá que tú, escritor, hayas
sido una buena persona, un bribón o un miserable. Solo quedarán las palabras y
su destino impreciso” –reza en la página 127.
Custodio Tejada
Opiniones de un lector
Mayo de 2019
LECTURAS
PENDIENTES (Anotaciones sobre literatura) de Pedro Ugarte. Ediciones Nobel,
número 49 de la Colección Jovellanos de Ensayo. 169 páginas en prosa sin
ninguna división salvo los párrafos, a modo de cuaderno de bitácora. Dedicado a
su “aita”. Y una cita para reflexionar y abrir boca: “Millones de nuevos libros
se escriben y se publican cada año… y crecientemente limitado… el tiempo que se
dedica a la lectura”-página 106.
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