DEFENSA
DE LAS EXCEPCIONES de Andrés García Cerdán. Colección Visor de poesía. 34
poemas y 64 páginas, con dos citas al comienzo, una de Denis Levertov en inglés
y otra de Paul Klee en español, más una dedicatoria. El poemario no está
dividido en partes, es un todo magmático.
DEFENSA
DE LAS EXCEPCIONES de Andrés García Cerdán. Colección Visor de poesía. 34
poemas y 64 páginas, con dos citas al comienzo, una de Denis Levertov en inglés
y otra de Paul Klee en español, más una dedicatoria. El poemario no está
dividido en partes, es un todo magmático.
Si la inteligencia y su bravura nos hace sumisos o
rebeldes, todo escritor es un puzle repartido en la opinión de sus lectores,
por eso, cuando un lector comparte su opinión lo que comparte son las luces y
las sombras de una realidad “cuántica” (la lectura), que le transfiere al
observador un papel crucial, casi místico. En estos tiempos que corren un libro
puede ser lo más parecido que hay a un kit de supervivencia. Toda opinión, como
“en el sueño mínimo del átomo/ las cosas son, pero no son, y nada/ hay que sea
certeza y solidez”, depende tanto del observador-receptor como del
autor-emisor. Aquella cita archiconocida de Gabriel Celaya, que dice “la poesía
es un arma cargada de futuro”, viene aquí como anillo al dedo para introducir
este poemario guerrillero, al menos en intención y potencia sublimada. Walt
Whitman dijo que “no dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden
cambiar el mundo”, y es desde esta premisa de donde parece haber partido
nuestro poeta. Andrés García Cerdán, que le “enaltece el extrarradio” y esa
llanura en llamas que tanto quiere, se convierte aquí en el Robin Hood de “la
escuela poética de Albacete” y de los versos periféricos que dan en la diana de
la buena poesía y su influencia cada vez más laureada.
La portada nos recibe con una flecha en amarillo (de Carmina Ramírez Belmonte), una señal que indica el camino a seguir o la diana a la que apunta. El título del libro nos deja muy claro cuáles son sus
verdaderas intenciones “contra el orden que duele”. Es una incitación a tomar
partido, a definirse y señalarse independientemente de las consecuencias, para
así entrar en el club de los elegidos. Por eso, si la excepción confirma la
regla, “Defensa de las excepciones” es un poemario que viene a lo contrario, a
convertir la voz en credo y duda de los inconformistas y los rebeldes. Un libro
cuya lectura te “conecta umbilicalmente” con el autor y su mundo particular de
observador cuántico con cierto pedigrí “underground”. Andrés García Cerdán,
como un francotirador, “con la lentitud de un amor que quema”, aprieta el
gatillo de la buena poesía para que la palabra (hecha bala) nos alcance con la
mayor precisión posible, quizá aspirando a ser vacuna en el mejor de los casos.
En
la contraportada, la sinopsis nos aclara que el libro “es una llamada a la
disidencia y la rebelión espiritual. Desde el vitalismo, estos poemas deslizan
su gran rechazo de los límites, las certezas y las imposiciones del mundo
contemporáneo”. Rubén Martín Díaz nos dice: “Andrés García Cerdán es un
revolucionario. Y, además, uno de los buenos, de los que están en primera fila
y no fallan, porque escribe verdadera poesía”, y añade que en el libro hay
“pluralidad de referencias culturales, lenguaje contundente, formas cuidadas
del poema, importancia de la adjetivación para dar mayor énfasis al verbo,
variedad temática…” El propio autor confiesa que “es mi poemario más desnudo y
directo… Es mi poemario más personal y menos literario en el sentido de que es
mucho más libre en las formas”. Parafraseando la opinión del autor en otros
foros, su poesía no es “poesía basura, low cost, de autoayuda, fécula de
poesía, postureo poético”. Él lleva el poema a “lo más lejos posible en su
indagación de la naturaleza, el ser, las palabras”, porque también piensa que
“ahí afuera todo da un poco de pena, todo es un poco demasiado sórdido y
estéril”. Y es que Andrés García Cerdán es un poeta de casta, a lo Miguel Ángel
Velasco podría decirse.
Los
primeros versos son un acto de contrición “en su estado más puro”. “Me
equivoco. Cometo errores./ Digo cosas inoportunas” –confiesa. Pero no penséis
que es derrotista, no bajéis la guardia, porque pronto pasa al ataque. Este
poemario, en cierta medida, es un alegato para rebelarse contra esos discursos
oficiales que nos imponen una versión unívoca (para dejar de ser críticos) y
contra ese lenguaje impostado de lo políticamente correcto que toca defender
porque a alguien desde arriba le interesa y lo decide así, aunque el incorrecto
a veces también adolece de lo mismo. Es una provocación para que seamos dueños
de una libertad real en lucha contra los tiranos de la opinión que hay en todos
los frentes. Con un “Atrévete a decir lo que te duele” –nos exhorta para que
seamos dueños de nuestra opinión, libre de intermediarios. Un libro en el que
late cierto panteísmo underground en estrecha alianza con una poesía social
sutilmente envuelta en un “misticismo lisérgico” como él mismo manifiesta.
Títulos y álbumes de canciones, poemas, pintura, nombres de bandas, autores…
Una especie de sinestesia general parece nutrir su experiencia (de música, de poesía,
de pintura) saltando de una a otra en acrobacia lírica y espiritual hasta
convertir el corazón del libro en un “disco de vinilo” deliciosamente
subversivo. La otredad, como un viento frío de la meseta, como “un golpe de
aire en la cara”, es el espíritu que habita en él, desde una nueva perspectiva
del prójimo, de hecho, el segundo poema se titula “Los otros”, que podría
leerse como una poética del ser colectivo por encima del ser solitario. El
autor, desde una perspectiva individual puesta al servicio del otro, escribe
“contra la corrección insoportable”, “contra la horrible semejanza de todo”,
aunque paradójicamente lo que pretende este libro es la comunión de todos los
hombres “que dicen no”. O sea, que su verdadera “estructura profunda” es la
palabra convertida en hostia lisérgica de una revolución sumarísima.
La
elección de ciertas palabras y no otras, como si fueran un reguero de pólvora o
puertos, determinan el destino ideológico y ético de cualquier discurso. Y esa
elección es otro itinerario más que hace que los conceptos sean la verdadera
luz de cualquier libro, el mensaje encriptado de los poemas y su diálogo
alucinógeno por lo que las palabras tienen de extrasensorialidad, poder
visionario y también subliminal. Como un acto revolucionario el libro está
sustentado en palabras-comando como: “explotan, francotirador, Plaza de la
Revolución (francesa, con la guillotina al fondo), Ilustración, Robespierre,
Guerreros comanches, arco, sublevación, graffiti, enemigos, asesinato, bala,
gatillo, disparo, muerte, soldado, monstruo, decadencia, libertad, “cruz
tóxica, atómica”, sacrificio, imbéciles, punk, Dios, cuervos, conciencia,
dolor, amor, perdón y un largo etcétera. Detrás de todo libro hay una filosofía
y una postura vital que sustenta el edificio, una arquitectura de pensamiento
que actúa como dovela central del puente que unen al autor con el lector. Y en
especial para Andrés García Cerdán, que sabe que las palabras tienen un nivel
cuántico-freático y una longitud de onda que las convierten en fetiches mágicos
de las conjuras y de las utopías.
En “Defensa de las excepciones”, título que actúa como
pegamento de un conjunto variado de poemas, hay homenajes e intertextualidades
que trazan caminos paralelos, multitud de connotaciones, otros itinerarios
dentro de la misma odisea del libro, ideologías, en suma. Nombres que desfilan
casi de manera marcial, al fin y al cabo, y que actúan como pócimas o hechizos
dentro del libro, como delicadas matrioskas. Cada mención o referencia es una
línea de fuerza que sustenta la arquitectura y el pensamiento que ha recorrido
el autor para construir este poemario. Así aparecen Paul Valery, Charles Simic,
Noam Chomsky, Heisenberg, Sócrates, Cang Jie, Platón, Johannes Vermeer, Antonio
Gamoneda, Horus, Jhon Lennon, Jorge Riechmann, Homero, Ulises, Nietzsche,
Czeslaw Milosz, Jan Boleslaw Ozóg, Jan Twardowski, Marylin, Plutarco,
Frankestein, Emanuel Swedenborg, San Andrés, la banda “Los planetas”, Anne
Sexton, Evelyn Waugh, Dylan, El Bosco, David Bowie, Egon Schiele, Iggy, Rolling Stones, Robespierre, Rimbaud, Orfeo…Todo nombre que
aparece en un libro es un recorrido intelectual previo que ha realizado el
autor hasta cristalizarlo allí, en el poema, y que actúan como vasos
comunicantes o veneros. Con los lugares ocurre algo similar. También nos
indican otros caminos, otras vías de conocimiento y de trance que “trazan un recorrido
eléctrico”. Así, a través de sus versos también viajamos a Delft, Holanda,
China, Hawai, Río Avon, Inglaterra, Sohach, Egipto, Liverpool, Tíbet, Görtlizer
Park, Berlín, Oranienstrasse, Basilea, Polonia, Lévcade, Grecia, Fuenteálamo,
Albacete, Etna, Sicilia, Istambul, Turquía… Otros nombres, a modo de sutiles
dedicatorias u homenajes dejan entrever otros senderos vitales como son José
García Armillas y familia, Carmina, Félix y Diego Sánchez Aguilar.
El
propio autor lo escribe en la página 31: “La diferente longitud del verso/ y el
lugar al que llega/ cada vez que intentamos decir algo/ esculpen una línea de
costa imaginaria/ en el poema”. En prosa poética o en eneasílabos,
alejandrinos, endecasílabos, heptasílabos, tetrasílabos, trisílabos… los versos
chocan como un oleaje silábico contra el acantilado que el lector supone, en
busca de una musicalidad distinta, de una banda sonora alternativa que usa otra
forma de cortar el verso y su cadencia, con la intención de que la realidad
sonora del poemario vaya más acorde con los tiempos y los ritmos que vivimos. Versos
de arte mayor y arte menor se mezclan para tocar un nuevo son, para musicalizar
de otra manera, más cerca del jazz o del rock (a veces con tintes de balada)
que de la cantata o la sinfonía; siendo el compás de los significados, más que
la melodía de los significantes, quienes dominan la voz del poema y “ecualizan
el canto”, como “una guitarra que se afina/ con el paso del metro”.
Cierta
dualidad recorre el poemario en busca de una nueva teología, a modo de
catequesis semántica, lírica y existencial que el libro tiene. “Dejadme que os
diga que soy el ángel y el demonio”, “Dejadme que os bendiga”, “como el apóstol
San Andrés” –reza en distintos momentos.
Pero ¿qué es lo que pretende o busca el autor con este
libro? “Ver más lejos que el resto de los hombres/ y más profundo” –confiesa el
autor, en cierta medida “ser un evangelista, pescador” de lectores, con la
clara intención de hablarnos y “convencer(nos) de que es verdad/ todo esto que
(dice)”. Qué es si no este libro, sino “el arco/ en la madera del nogal y el
fresno/ …urdido según la curvatura/ exacta de los cielos”, un nuevo evangelio,
otra forma de combate y de lucha, un arma poderosa en manos de un rebelde con
causa, que usa la poesía y la música para sentirse vivo y poderoso. Un poemario
que nos convierte al leerlo, consciente o inconscientemente, en francotiradores
de la disidencia de un pensamiento inconformista e incómodo que está harto del
pensamiento único y acrítico que nos pretenden imponer desde todos los frentes.
“Defensa de las excepciones” es “un mínimo artefacto de amor”, es “lo más
propio y lo más sagrado” del autor, “la parte esencial/ de (su) inocencia”, un
auténtico “electrocardiograma lírico” que podría explicarse como un mapa donde
“El corazón explota a diferentes profundidades” “del cielo y del infierno” y que
“late de hermosura”, con sus curvas de nivel, sus múltiples escalas líricas y sus
distintas coordenadas musicales. Su epicentro sísmico es el amor, que late a
pecho descubierto como llave maestra que abre todas las puertas de los cambios.
Un libro que funciona como una vena y una arteria, un ring en el que combaten
dos fuerzas creadoras, el bien y el mal. “Que la bondad/ o el rencor sean luz”
–dice en la página 25. Hay que leerlo porque Andrés García Cerdán es un poeta
que lleva “en el corazón la nobleza y la aventura” de los mártires, y aspira a
la “impregnación” de hacerse “melodía de una galaxia/ o la conciencia” de una
época, nada más y nada menos.
Custodio Tejada
Opiniones de lector
diciembre de 2018
DEFENSA
DE LAS EXCEPCIONES de Andrés García Cerdán. Colección Visor de poesía. 34
poemas y 64 páginas, con dos citas al comienzo, una de Denis Levertov en inglés
y otra de Paul Klee en español, más una dedicatoria. El poemario no está
dividido en partes, es un todo magmático.