OPINIONES DE UN LECTOR. Por Custodio Tejada
LOS ÚLTIMOS DESEOS de Andrés Ortiz Tafur.
LOS
ÚLTIMOS DESEOS de Andrés Ortiz Tafur. Editorial Sílex. Colección Cuentahilos.
La imagen de la cubierta es también del autor: un tendedero con una colada
tendida que desprende una paciencia infinita, donde un banco parece esperarte
al atardecer o al amanecer. Todo un presagio de la silla cómplice que te espera
dentro, una forma de ser y de estar en la vida y en las ideas, pero también en
la literatura y en el mundo. 89 relatos/capítulos/artículos (muchos publicados
en prensa), más un prólogo de Ernesto Calabuig y “Agradecimientos”. 200 páginas
en total. El libro alterna las páginas escritas y en blanco, los textos en las
páginas impares y las pares permanecen inmaculadas. La mayoría de los fragmentos/artefactos/ensiemplos
solo tienen un párrafo, de unos 20 o 25 renglones en su mayoría, de unos 1100
caracteres aproximadamente y sobre 280
palabras cada uno, con un empaque posmoderno
y a la vez costumbrista. Se balancea en un terreno fronterizo y movedizo, a
caballo entre el diario, la crónica, la autoficción, lo poético, lo pictórico,
lo filosófico, lo periodístico, lo autobiográfico, lo político, lo didáctico,
lo moralizante… Este libro es un espacio yoísta que busca o pretende ser una
voz colectiva o erigirse en opinión pública, una colada ecléctica (en sus dos
acepciones: como ropa tendida, pero también como masa de lava que también
expulsa bombas volcánicas) de 89 retazos/retales/prendas/vestidos que como un
tendedero existencial pone el autor a secar al sol de los ojos lectores.
Es su forma/código de entender el cuerpo
ciudadano y la belleza ideal de estar/caminar en el mundo, en este caso en
Santiago-Pontones, como paradigma de la España vacía-da y el mundo globalizado
posmoderno. Ante todo, Los últimos deseos, es un territorio geográfico y
literario, pero también un territorio intertextual y algorítmico,
fundamentalmente con “La España vacía” de Sergio del Molino como late motiv que
todo lo enmarca, pero a mi entender también con Pedro Antonio de Alarcón,
Gerald Brenan y don Juan Manuel. En este libro el autor establece un pacto
claro consigo mismo, pero también con el lector, como paradigma del otro, y en
cierta medida, tienes la sensación de estar viviendo una inercia que te empuja
a pensar que el conde Lucanor estuviera hablando con Patronio sobre sus reglas,
sus valores, su pensamiento, su mirada, sus deseos de simetría y orden hasta
convertirse en un relato catecismo de época. Escrito con una prosa brillante
que engancha y seduce es un libro de ágil y amena lectura.
En
toda sociedad y en toda época siempre se le pretende buscar a cada cosa un
patrón, un canon y una medida. Tanto para leer como para vivir hay que
alejarse, cuanto más mejor, de las susceptibilidades y demás ñoñerías. Si algo
mágico hace la lectura es que termina construyendo consciencias. La lectura
profunda de un libro produce un trance telepático e hipnótico que genera
hipervínculos entre el autor y el lector hasta empatizar o ecpatizar, según el
momento y la causa. La lectura adecuada consigue que la biblioterapia se
convierta en un modo de sanación o solución a nuestros problemas cotidianos,
pero la lectura inadecuada puede provocar la enfermedad y hasta la muerte,
entendida ésta como antesala de otro reinicio. Todo libro pretende transmitir un
punto de vista, en definitiva, un modo de ser y de estar en el mundo y en las
ideas. Quizá escribir o leer no sea una virtud como a veces lo pintamos, sino
el mayor de los defectos, por lo que a veces encierra de vanagloria y
supremacismo. Pero éste no es el caso, porque creo que he leído este libro al
alimón de cómo ha sido escrito, observado y vivido. Unos fragmentos los he
leído en el coche mientras esperaba, otros sentado en la terraza de un bar a la
luz de un café o una cerveza, otros en el parque a la sombra de un árbol,
algunos debajo del flexo, varios en la mesa camilla abrazado por el sofá o en
la cama antes de irme a dormir, en la habitación de un hotel o en la parada del
autobús rodeado de viajeros. Una forma de leer muy posmoderna. Es una intuición,
claro, y como toda intuición tiene algo de fantasía y algo de premonición. Cuando
uno emite una opinión lectora lo que menos quiere es meter la perra en las
cebollas, pero hemos de saber que toda reseña o ensayo de un libro, por
disparatada que sea, es una especie de fajana literaria de dicho texto. Y como bien
dice Andrés Ortiz Tafur metalingüísticamente: “Malditas palabras, no solo se
las lleva el viento, también se abren a infinidad de reinterpretaciones”. P.81
Nos
aconseja el filósofo Gustavo Bueno en su ensayo “El mito de la cultura”: “Toma
tu barco y huye, hombre feliz, a toda vela desplegada de cualquier forma de
cultura”, y también nos previene que “el ideal de la cultura es como la forma
actual del opio del pueblo”, o que “la cultura es la gran justificación de
nuestro tiempo: los poderes… se legitiman ante los ciudadanos por la cultura”. La
cultura, esa patente de corso, esa nueva diosa y esa nueva fe que nos hace
fieles adeptos y devotos creyentes que se salvan por la mera fe en ella.
¿Ha muerto el espíritu crítico y el pensamiento aspersor ha ocupado su lugar? Wikipedia nos dice que “el término -corrección política- juega un papel importante en la guerra cultural de los Estados Unidos entre progresistas y conservadores”. “Se utiliza para descubrir el lenguaje, las políticas o las medidas destinadas a evitar ofender o poner en desventaja a personas de grupos particulares de la sociedad”. Aunque desde esta perspectiva también....SI QUIERES TERMINAR LA RESEÑA...
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https://www.todoliteratura.es/noticia/55726/criticas/andres-ortiz-tafur-y-sus-ultimos-deseos.html
http://granadacostanacional.es/los-ultimos-deseos-de-andres-ortiz-tafur/
Opiniones de un lector
Custodio Tejada
Noviembre de 2021
https://www.todoliteratura.es/noticia/55726/criticas/andres-ortiz-tafur-y-sus-ultimos-deseos.html
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