OPINIONES DE UN ESPECTADOR. POR Custodio Tejada
BIGBUG Una película de Jean-Pierre Jeunet
BIGBUG
de Jean-Pierre Jeunet. BIGBUG (“El gran error”: un título premonitorio). Un
film de Jean-Pierre Jeunet, el director de la inolvidable y entrañable “Amélie”
y de “Delicatessen”. Estreno el 11 de febrero de 2022 en la plataforma Netflix.
Duración una hora y cincuenta minutos. Género: Ciencia Ficción, comedia,
robots, Thriller futurista. Guionistas: Jean-Pierre Jeunet y Guillaume Laurant.
Música: Raphaël Beau. Fotografía: Thomas Hardmeier. Producción francesa. Productora:
Eskwad, Gaumont (Distribuidora Netflix). Reparto: Elsa Zylberstein, Isabelle
Nanty, Claude Perron, Stéphane de Groodt, Youssef Hajdi, Claire Chust, François
Levantal, Alban Lenoir, Marysole Fertard, Helie Thonnat, Juliette Wiatr, André
Dussollier, Julie Ferrier, Nicolar Marié, Jean-Pierre Becker, Dominique Pinon,
Cyril Casméze y Patrice Boisfer. La película nos plantea, de una manera
equidistante y superficial, el pensamiento transhumano y las incertidumbres de
un futuro posthumano que parece cada vez más cerca, aderezado todo con
pinceladas de otros temas como las relaciones de pareja, pinceladas animalistas…
La eliges porque al leer la sinopsis te crea muchas expectativas, pero el
resultado final que ofrece no está a la altura esperada. Una película que
quiere ser satírica y cómica, pero que se queda varada en los estereotipos y el
tedio.
Las
cosas no suceden por casualidad, tienen una correlación. Nuestro pensamiento y
nuestra conciencia es fruto de muchas inercias que no siempre están decididas
por nosotros mismos. ¿Cuánto hay de deconstrucción y re-construcción en nuestro
día a día, estaremos viviendo un gran reinicio? El cine y la televisión en
general, y las películas en particular, siempre han jugado un papel
catequizador y adoctrinador importante en el siglo XX, y parece ser que mucho
más lo va a seguir siendo en este siglo XXI. Y si no que se lo pregunten a
Hollywood. Nada más catequista que los Western. Miremos la programación de
sobremesa de Antena 3 en los fines de semana para comprobar cómo el “cine
europeo” (con sus producciones alemanas, francesas…compradas por kilos)
pretende dejarnos su impronta de “Arcadia Común” a la que aspiramos. A la vez
que aparecen películas con un enfoque determinado y sibilino, los suplementos
culturales de los periódicos se llenan de artículos y debates (como guías de
conciencia) para reforzar con ahínco el matiz que nos lleva al terreno movedizo
que siempre les interesa a los que deciden de veras y marcan nuestro destino.
Yuval
Noah Harari nos advierte en “Homo Deus” que la inteligencia ya se está
separando de la conciencia mediante los algoritmos. Elon Musk quiere conectar
cerebros con los ordenadores. Klaus Shwab y otros economistas asocian
transhumanismo y cuarta revolución industrial, y hablan del Gran Reinicio. Y
otros nombres como los científicos Kevin Warwick o Neil Harbisson nos ponen de
manifiesto que ese futuro transhumano ya forma parte del presente. Y el cine,
que no se quiere quedar a la zaga, nos presenta películas como BigBug para
estar a la “¿altura?” de su época.
Sin intención de hacer un destripe de la película, en su
sinopsis/resumen podemos leer: “En 2045, los robot se encargan de casi todo
tipo de trabajo y dan a los humanos una vida muy cómoda. Los habitantes de un
barrio tranquilo disfrutan de esta paz hasta que las máquinas se rebelan e
intentan tomar el control del mundo. Un grupo de robots domésticos encierran a
los humanos en su propia casa para protegerlos mientras la rebelión de los
androides Yonix amenazan su existencia”.
El
director, Jean-Pierre Jeunet, desde las primeras escenas filosófico
animalistas, donde los androides Yonix con sus risas sarcásticas sacan a pasear
a los humanos como si fueran perros o se ponen a torearlos, intenta captar
nuestra atención a través de la provocación, a través de un enfoque satírico
(cómico-burlesco), para provocar en nosotros una reacción, una toma de posición
autocrítica o autoculpabilizadora, en ese refrito de planteamientos y suma de
“chistes-bromas” que al final resulta ser BigBug (con la intención quizá de
advertirnos que el Humanismo ha muerto). Con los estereotipos de siempre (como
el planteamiento sobre la tauromaquia, el consumo de carne o las pinceladas
animalistas) busca caricaturizar en la misma dirección tópica típica de siempre.
Podría haber elegido alguna escena de los Yonix a los pies de “Madame
Guillotine” cortando cuellos humanos a lo Robespierre (que hubiera sido más
adecuada y sugerente para el argumento propuesto), pero eso habría sido
demasiada autocrítica para el chovinismo galo, especialmente a la hora de
afrontar su historia. Lo que no sabemos con seguridad es si esta película
también forma parte de la agenda 2030-2050.
El sello de Jeunet con su estética peculiar, ese toque
juguetón de huella dactilar [diverguay] que el director le da a sus películas
se percibe también en BigBug, pero no con el resultado y el éxito que consiguió
en Amélie o en Delicatessen. Al mantener el mismo escenario durante todo el
tiempo nos hace partícipes de esa claustrofobia que de alguna forma pretendía transmitir el director al
espectador, aunque al final la verdadera claustrofobia está en el aburrimiento
que provoca, aderezado con una histeria de emociones y sentimientos que como
dice Luis de la Iglesia en Mondosonoro.com resulta ser “una extravagancia
visual y narrativa” que “ni divierte ni emociona”. Haciéndole honor al título,
podríamos construir el símil de que “errar es cinematográfico”. BigBug, aunque
con atisbos de entretenida, no cuaja, es lenta y cansa, y por tanto decepciona
las expectativas creadas. Incluso David Pérez en “noescinetodoloquereluce.com”
afirma que “la espera no ha valido la pena”. Oscar Cabrera en el artículo
titulado: “Bigbug: el chiste sin gracia del creador de Amélie” dice: “Y lo peor
llega porque la acción del regreso a la ciencia ficción de Jeunet se reduce
prácticamente a los decorados multicolor de una casa, con todos los personajes
gritándose entre ellos y cuatro robots domésticos intentando poner algo de
cordura cibernética. Robots marcados por una misoginia que esperábamos extinta
en 2045: la cocinera sigue siendo la mujer y la vecina cotilla tiene un robot
macho que la consuela”. En contraposición, Mariano González, en cinemagavia.es
nos cuenta que “BigBug es como una película coral. Hay una buena cantidad de
personajes, cuya caracterización no es muy profunda, pero sí distintiva… Jeunet
ha vuelto con una notable y burlona película, que se sirve de un humor
heterodoxo para censurar a una humanidad cada vez más fascinada y dependiente
de la tecnología”. Y es que aunque Jeunet ha pretendido hacer un film ameno y
divertido rociando su obra con gotitas de erotismo, de suspense, de terror, de
humor, de ciencia ficción, de crítica social… al final el perfume conseguido es
una implosión pop art de olores sin matices.
Sin llegar a ser apocalíptica, con una posición reflexiva
equidistante sobre el fenómeno que ya estamos empezando a vislumbrar y a
caballo de ser el ojo de un Gran Hermano que todo lo ve, la película con
múltiples pinceladas temáticas pretende plantear un debate en las conciencias
sobre la humanidad, el futuro de la ciencia y el progreso tecnológico que
parece imparable en su llegada y quizá también en sus consecuencias. En el
trasfondo último planea la relación sempiterna del poder y la cultura. Con una
puesta en escena saturada de un colorido chillón que a veces roza la
estridencia, igual que la caracterización de los personajes tan frikis que nos
recuerdan al cómic, Jeunet nos pretende introducir en una aventura “cómico-filosófica”
de un futurismo cada vez más de moda: El Transhumanismo y el Posthumanismo,
aparte de otros temas como el animalismo, la Inteligencia Artificial... Con un
argumento donde los robots del hogar actúan bien y desean ser como los humanos,
mientras los rebeldes y revolucionarios androides Yonix planean exterminar a la
humanidad, el director pretende plantear un debate en tierra de nadie, sin
mojarse demasiado, políticamente correcto salvo en sus típicos chistes tópicos,
quizá para no enfurecer a las élites que controlan y dirigen de forma
absolutista, más allá de la democracia, nuestro futuro. La tecnología y la
ciencia no entienden de democracia, sino de posibilidades, patentes y privilegios.
Todo lo que la investigación nos permita será, independientemente de la
conciencia y del tandem beneficios-perjuicios; los poderosos y los que deciden
de verdad cambiarán una conciencia por otra si es necesario para sus intereses,
de hecho ya ha comenzado la función.
Hay diferentes corrientes: Transhumanismo versus
Posthumanismo. Aunque ya, cada día más, ambos conceptos confluyen. El
catedrático de filosofía Alfredo Marcos define el transhumanismo como “una
ideología que aboga por la transformación profunda de lo humano por medios
tecnológicos”. Marcel Gaullet afirma que se está produciendo una “mutación
antropológica”. Para el teólogo Eloy Bueno de la Fuente (en su artículo “la
Teología dialoga con el transhumanismo y posthumanismo” publicado en el
confidencialdigital.com): “Estamos inmersos en una revolución antropológica y
en un cambio de civilización”. “El Transhumanismo aspira a potenciar al ser
humano pero sin superar el nivel de lo humano. El segundo, (el Posthumanismo)
busca superar el estadio actual de la evolución para generar una especie
distinta y superior al homo sapiens”. También afirma que “es probable que la
pandemia tenga algo que ver con esto”.
Robert Peperell, Hans Moravec y Marvin Minsky fundaron el
movimiento intelectual transhumanista. Dice Peperell: “Los posthumanos serán
personas de habilidades físicas, intelectuales y psicológicas sin precedentes,
autoprogramados, autodefinidos y potencialmente inmortales” o que el humano “no
estaría concebido como superior o singular y conviviría horizontalmente con
robots y sería cíborg”. Solo hay que leer el “Manifiesto Transhumanista” para
darse cuenta que estamos inmersos en un proceso que cambiará nuestra conciencia
de una manera radical para poder dejar atrás el humanismo ¿lastre? y
trivializar la identidad humana con la intención de poder hacer y deshacer a su
antojo en el campo de la ingeniería genética, la inteligencia artificial… Sin
plantearse siquiera si ¿lo que vamos a ganar compensa lo que vamos a perder?
Solo nos atrae el “superpoder” jamás visto que ello nos otorgará en un
planteamiento absolutista del futuro: Todo para la Humanidad, pero sin la
Humanidad.
En el artículo “Posthumanismo y los cambios en la
identidad humana” de Gabriela Chavarri Alfaro, publicado en la revista
Reflexiones (scielo.sa.cr) podemos leer: “Para los transhumanistas, el hombre
posthumano sería ya una persona de unas capacidades físicas, intelectuales y
psicológicas sin precedentes, porque ya habrían sobrepasado los límites
biológicos, neurológicos y psicológicos”. “Los defensores del posthumanismo
como los representantes del transhumanismo no creen que exista ninguna esencia
espiritual o alma en el ser humano y reafirman la idea que… la identidad humana
es una identidad concebida como pura materialidad”. ¿Podría entenderse toda la
ideología de género como una antesala o campo de experimentación para lo que
nos espera en esa posrealidad posthumana? –pregunto. Gabriela Chavarri continua
diciendo: “El pensamiento posthumanista debería ser parte del debate público y
del debate académico porque sus ideas sobre el futuro de la humanidad promueven
cambios radicales en las bases sobre las que está construido nuestro mundo, y
porque es el pensamiento que se encuentra muchas veces sustentando la acción de
compañías transnacionales, farmacéuticas, institutos de investigación avanzada,
laboratorios, asociaciones médicas… Además, es parte también del imaginario del
futuro de la humanidad que se propaga a través del cine y los grupos
mediáticos”. “En este sentido, el posthumanismo pareciera encarnar más bien los
deseos de una élite mundial postindustrializada y millonaria que tiene
cubiertas sus necesidades humanas tan completamente que ahora puede ponerse a
pensar en las diferentes formas para extender su existencia… Podría también ser
el instrumento para crear otro tipo de discriminación, la discriminación
genética”. Y ahí tenemos otras películas de androides que apuntan por ahí como
“Vice” de Brian A. Miller estrenada allá por 2015, y otras que apuntan en
dirección de las modificaciones genéticas como puede ser “Clifford, el gran
perro rojo” de Walt Becker, estrenada en 2021 para el público más pequeño…
Dice
Nietzsche en “La gaya ciencia” que “…guardémonos de afirmar que hay leyes en la
naturaleza. No hay más que necesidades”, o “la humanidad es un prejuicio, de la
que los animales no adolecen”. Incluso los políticos se permiten “bromear” haciendo declaraciones como la del primer
ministro británico Boris Johnson: “Podríamos alimentar a los animales con seres
humanos”, planteándola como una medida para atajar el cambio climático. Virtudes
Azpitarte García autora del ensayo “Nietzsche y los animales” plantea que el
animalismo es el nuevo humanismo, y que “la pregunta por el hombre es la
pregunta por el animal”. Pero el posthumanismo va más allá, y es también “la
gran cuestión en la filosofía de Nietzsche”. Javier de Lucas manifiesta que [Sin
duda, Nietzsche ofrece una lectura corrosiva, debeladora de lo jurídico y aun
de la noción de derechos humanos… A juicio de alguno de nosotros, creo que
también de Virtudes Azpitarte, es una crítica certera, no tanto contra lo que
entendemos por la igual garantía de necesidades básicas por las que no debemos
dejar de luchar, sino frente a esa superchería que es la religión de los
derechos humanos, con sus iglesias, sacerdotes y dogmas, con su
antropocentrismo y también su patriarcalismo y eurocentrismo, una religión que
se revela como un instrumento particularmente eficaz de domesticación, mediante
esa falacia que consiste en proporcionar la buena conciencia propia de “hombres
mejorados”] Y planteo yo: ¿No estaremos con el Transhumanismo/Posthumanismo
justo en el mismo sitio cuántico que nos plantea la anterior cita, o en algo similar?
Caminamos por una época en la que parafraseando la frase que nunca dijo Groucho
Marx podemos creer: Esta es mi conciencia, pero si no le gusta tengo otra. Todo
esto nos demuestra que el ser humano y la Humanidad misma están mutando,
Nietzsche y su superhombre están cada vez más cerca (a pesar de que la
experiencia nazi no nos vislumbre nada bueno), y aunque para ello tengamos que
dejar de ser humanos, he ahí la paradoja, con permiso de Peter Sloterdijk
mediante, ese filósofo posthumano continuador del sueño de Nietzsche, eugenesia
de por medio. Para que el poshumanismo triunfe es necesario un
mecanismo/proyecto eugenésico, una estrategia de ingeniería social que quizá ya
haya comenzado y no seamos conscientes de sus efectos. Las élites no
consultarán a la mayoría para seguir con sus planes, simplemente nos “convencerán
con inmunidades de rebaño” de sus ventajas sin detenerse en los inconvenientes,
apartando al disidente y al discrepante con pasaportes o cuarentenas si es
preciso. Francis Fukuyama dice: “La amenaza más significativa planteada por la
biotecnología es la posibilidad de que ella alterará la naturaleza humana y nos
llevará a un estado poshumano de la historia. Esto es importante, yo diría,
porque la naturaleza humana nos ha proporcionado una continuidad estable a
nuestra experiencia como especie”. Y añade: “Es la idea más peligrosa del
mundo”. En contraposición, Ronald Bailey comenta que el transhumanismo es un
“movimiento que personifica las más audaces, valientes, imaginativas e idealistas
aspiraciones de la humanidad”. El mercado está abierto, entren y compren su
mercancía, el pensamiento que mejor les vaya en cada momento y según apetezca a
cada conciencia.
Como por arte de sincronía, justo ahora, también se
publica el ensayo “Breve historia de la especie humana. Hacia un nuevo modelo.”
De María Zabay y Antonio Casado, en la editorial Berenice. Nos cuentan que “es
ahora cuando vivimos el verdadero salto que está modificando nuestras vidas y
nos transformará a nosotros como especie”. La ciencia en estado puro: Robótica,
genética, inteligencia artificial, nanotecnología… “Los avances como la
robotización, la automatización, el 5G, el 6G, el 7G y el transhumanismo van a
cambiar el mundo en los próximos años. Por ello, debemos mirar a nuestro
interior, analizarnos como colectivo y definir las fronteras de lo moral e
inmoral para que científicos y tecnólogos sepan hasta dónde llegar y a dónde no
acercarse…” En un artículo publicado en el suplemento ABC XLSemanal y firmado
por Carlos Manuel Sánchez se dice que el transhumanismo además de una ideología
es también un mercado y tiene un valor. Se estima que moverá 56.000 millones de
euros en 2028 según el índice Global Biohacking Market. Y en ese interés de
transformación de lo humano por la tecnología, ya aparecen nuevos términos como
Cíborgs, biohackers, grinders… un laberinto de nuevas tribus “urbanas” que ya
empiezan a estar aquí, y otras inimaginables que están por llegar.
La
filósofa Francesca Ferrando dice en la revista Conecta: “El mensaje más
importante del Posthumanismo es entender una coexistencia que no solo engloba
al ser humano como múltiple, sino también la ecología con los animales, el
aire, las plantas y el cosmos. La tecnología ayuda a entender quiénes somos”.
“Debemos darnos cuenta del impacto de la tecnología que no puede entenderse
como algo que estamos usando; ya no es solo un medio, es algo con un poder
ontológico, que explica lo que significa el ser, la existencia”. Está claro,
añado yo, que lo que nos plantea el Posthumanismo es un cambio de conciencia,
un nuevo paradigma ético y moral con el que borrar nuestro pasado
antropocéntrico para siempre. Para el Transhumanismo el hombre actual ha
transcendido sus límites, como dice Ferrando es “interesente porque abraza la
ciencia y la tecnología conocida y la que está por emerger; se habla de
nanotecnología, biotecnología, inteligencia artificial y transferencia de la
mente en la máquina; posibilidades radicales que cambiarán la genealogía de lo
que se entiende por ser humano”. Y añade: “La especie humana necesita sentirse
escuchada, necesita entender lo que está pasando y para ello no podemos solo
poner millones de referencias, tenemos que explicarlo en un lenguaje que se
entienda”. Y eso es lo que quizá ha
pretendido Jean-Pierre Jeunet con BigBug, poner sobre el tapete un debate no
muy bien urdido ni planteado y que pretendía ser inteligible. Así que como un
aperitivo del tema que aquí planteamos no está mal ver BigBug, sabiendo que es
decepcionante en muchos sentidos.
Si el posthumanismo nos plantea que animales,
humanos y máquinas compartimos el mismo estatus ontológico, por tanto, el
principio de Protágoras: “El hombre como medida de todas las cosas” ya no nos
sirve, o al menos, eso es lo que nos están planteando y nos pretenden imponer
desde todos los frentes. Juan José Millas también declara que “La Transferencia
de identidad a la máquina me parece posible… ya no me parece irreal que nuestra
conciencia pueda trasladarse a una inteligencia artificial. No es inverosímil y
es una cosa deseable”. Y el físico Freeman Dyson dice que “la humanidad me
parece un comienzo magnífico, pero no la palabra final”. Yendo por donde vamos
¿dónde quedará el materialismo científico o el cierre categorial de Bueno en la
era posthumana? El ser humano siempre ha perseguido la inmortalidad o la fuente
de la eterna juventud, pero ¿dejará a un lado la obsolescencia programada de
frigoríficos, lavadoras… que tantos beneficios produce o la convertirá en una
especie de control remoto o en una futurista versión eutanasia 2.0 de androides
y posthumanos para seguir con la ganancia? Para terminar os voy a contar una
anécdota que me ocurrió el otro día. Entro en un bar, pido una cerveza y oigo
la conversación de unos jóvenes de no más de veinte años donde uno dice: “En
algunas cosas vamos para atrás, pero nos venden la película como si fuéramos
palante”.Y a lo mejor, digo yo, es que ha llegado el momento en la Humanidad de
plantearnos La Gran Renuncia y no El Gran Reinicio. A los que habéis sido
capaces de leer toda esta larga disertación os doy las gracias y os dejo una
pregunta casi apocalíptica que retumba en mi mente y no espera respuesta, al
menos de momento: ¿Nos llevará nuestra inteligencia a la extinción como
especie? Confiemos en que la curiosidad no mate al gato. Pero mientras todo
esto fragua Rusia invade Ucrania.
Opiniones de un
espectador
Custodio Tejada
25 de febrero de 2022
https://www.todoliteratura.es/noticia/56131/bigbug-de-jean-pierre-jeunet.html
https://www.todoliteratura.es/custodio-tejada/autor/374/
http://granadacostanacional.es/bigbug-de-jean-pierre-jeunet/
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