Opiniones de un lector.
LA LIBERTAD DUELE, de F. Javier Franco Miguel. Por Custodio Tejada
LA
LIBERTAD DUELE de F. Javier Franco Miguel. Editorial Talón de Aquiles. Libro
escrito bajo la advocación de Friedrich Nietzsche, ese otro “ángel caído”. 159
páginas. 89 poemas, repartidos en 7 partes. Con un Proemio y un Final, y entre
medias: Náutica del ser (17 poemas), El rastro del vagabundo (16 poemas),
Vacíos (12 poemas), Condenados (27), Vacíos de nuevo (10 poemas). Y 26
ilustraciones-dibujos hechos por el propio autor que acompañan a los poemas
para darles más sentido si cabe. La portada es la imagen de una escultura (a
modo de una jaula sugerentemente sinestésica) realizada por la artista
Mariángeles Lázaro Guil y titulada “El corset de la soprano”. Así que, título
potente y portada potente para un poemario potente. El poemario abre con las
preceptivas dedicatorias y agradecimientos, y luego con un prólogo de Pedro M.
Domene, donde se esboza al autor y se apuntan certeramente las líneas de fuerza
que sustentan el artefacto literario: “La libertad duele”. También hay una nota
del autor. Varias citas de Nietzsche entre otras distintas, como cipreses de
camposanto, adornan el recorrido lector. Dos hojas negras al principio y dos al
final, como si fueran paréntesis-corceles que conducen un carro fúnebre en
busca de una libertad sin predestinación, con guillotina y todo.
Dice
José Emilio Pacheco: “No leemos a otros: nos leemos en ellos. Me parece un
milagro/ que alguien que desconozco pueda/ verse en mi espejo.” Y Enrique
Fuenteblanca alumbra que si “la filosofía es tan necesaria como el oxígeno/
analizar es un acto de guerrilla”. Toda lectura nos coloniza, nos invade, nos
resetea… Hay temas que nos buscan y vienen a uno para que los acunemos en
nuestro pensamiento, y eso es lo que ha pasado con este libro de F. Javier
Franco Miguel. Libertad, en su nombre se han cometido todo tipo de hazañas y
barbaridades, de justicias y genocidios, de aciertos y de errores. ¿La libertad
duele, inmola, sacrifica, mata, condena, nos ciega, nos salva…? ¿Todo depende
del cristal con que se mire? Uno no puede leer la palabra libertad sin
acordarse de sus hermanas de guerra “igualdad y fraternidad” (esa tríada de
poder que ostenta la nueva religión de nuestro tiempo). Los asesinados en
nombre de la libertad, igualdad… ya superan con creces a los sacrificados en
nombre de Dios y de todas sus Inquisiciones juntas; y es que como “Dios ha
muerto”, hemos sustituido la fe en Él por la fe en el partido-ideología y en el
líder supremo correspondiente de cada momento. Recurrimos a la revolución
(francesa…) aceptándola como un nuevo dogma para vivir con fe el trance
hipnótico de nuestra utopía. Dice Alexis de Tocqueville que “Los excesos
cometidos en nombre de la libertad pueden hacerla odiosa, pero no son
obstáculos para que ella sea bella y necesaria”. Si Tocqueville se plantea que
en democracia se prefiere la igualdad a la libertad, es quizá porque la
igualdad se ve como un derecho gratuito, un “don”, mientras que la libertad es
un bien por el que hay que luchar constantemente. Cada día más preferimos antes
el igualitarismo que la libertad. Por lo general es la ley del mínimo esfuerzo
la que mejor nos explica, tal vez porque la libertad nos hace desiguales, y
como no todos estamos dispuestos “por igual” a pagar el precio de sacrificio
que exige ser libre, preferimos la comodidad del rebaño. O sea, podríamos
pensar que la comodidad es incompatible con la libertad, pero si la libertad
está en lo abierto, no en lo cerrado o en lo definido, sino en lo indefinido y
lo inabarcable, al nombrarla hacemos accesible lo inaccesible. Así que, si como
dice Walter Lippmann “la propiedad privada es la fuente original de la
libertad”, es desde la otredad (poniéndonos en la piel del otro) como mejor
podemos entender lo que significa la palabra libertad y cuáles son sus límites
en cuanto a derechos y obligaciones, si los tiene, y practicar ese axioma de…
no quieras para el otro lo que no quieres para ti.
Permitidme
que abuse de la introducción en este libro, pero la ocasión y el tema lo
merecen. Sin llegar a afirmar como hace Slavoj Zizek que “la democracia es el
enemigo” o que “La globalización ha comenzado claramente a socavar la
legitimidad de las democracias occidentales”, sí que pone el dedo en la llaga
cuando plantea que “la cuestión de la libertad no debe ubicarse principalmente
en la esfera política, es decir, en cosas como elecciones libres, un poder
judicial independiente, una prensa libre, respeto por los derechos humanos. La
verdadera libertad reside en la red –apolítica- de relaciones sociales, desde
el mercado hasta la familia…” La gran lucha por la Libertad que se plantea en
este comienzo de siglo XXI es la de tener derecho a ser como uno quiere, aunque
esté equivocado, y por ello no sufrir persecución ni exclusión alguna, y mucho
menos censura o ninguneo. Hoy la censura que plantea el pensamiento de lo
políticamente correcto es el mayor atentado a la libertad en general y a la
libertad de pensamiento en particular.
El
lenguaje nos habla, él es el que nos dice. Entre “nada hay fuera del texto”
(Derrida) y todo está fuera de él, nos queda la realidad existente y la
discrepancia, porque todo es posible en la literatura, esa deconstrucción
indefinida que pretende alcanzar un atisbo de “luz-sombra” y desarmar-armar la
voluntad, según convenga al mundo de las emociones. ¿Pero dónde queda la
intención del autor? ¿Cada autor es una voz, es un texto, nada más que texto?
¿Una voluntad textual que aspira a ser un texto sagrado y eterno? ¿Si todo
lenguaje es político y militante, el escritor asume un papel que se escapa del
texto para convertirse en una realidad intertextual y colectiva? Cuando un
lector se adentra en cualquier texto-ayahuasca, lo que le proporciona esa
lectura es un viaje interior en busca de lo universal y lo ilimitado. A eso
aspiramos con la escritura, a alcanzar la libertad como algo ilimitado, un
valor que va más allá del concepto lingüístico para intentar llegar a la idea
matriz de la existencia, del Ser. Quizá por ello se han quemado tantos libros o
se dejan de editar y se esconden, para controlar y dirigir nuestra libertad, en
definitiva, para manejar nuestra consciencia.
Amor
y libertad quizá sean las dos palabras más prostituidas y manipuladas de la
historia, muchas veces usadas en beneficio de intereses más prosaicos y menos
utópicos que los aparentes a primera vista, y muchas veces al servicio no del
conjunto sino más bien de alguna de sus partes-lobbies que pugnan por
prevalecer en ese totum revolutum en
el que estamos inmersos los hijos de la Historia escrita. Porque como dice
George Orwell en el prólogo a su obra “Rebelión en la Granja”: “Si la libertad
significa algo, será sobre todo el derecho a decirle a la gente aquello que no
quiere oír”. También podemos discrepar con Aldo Pellegrini que dice que “Como
la poesía significa libertad, significa afirmación del hombre auténtico, del
hombre que intenta realizarse, indudablemente tiene cierto prestigio ante los
imbéciles. Es ese mundo falsificado y artificial que ellos construyen, los
imbéciles necesitan artículos de lujo.” (Revista Literariedad.com. Revista
latinoamericana de cultura. Año 6. Desde Pereira, Colombia). Después del siglo
XX y los genocidios perpetrados por las ideologías totalitarias ya no podemos
seguir afirmando que las “guerras de religión” son las que más muertes han
provocado (salvo que consideremos a las ideologías como las nuevas religiones
de la posmodernidad), y que su fanatismo ha sido el más nocivo y letal para la
Humanidad. Sartre, a su vez, decía: “Usted es libre, elija, es decir, invente.”
Según el relato así serán nuestras emociones, así será nuestra percepción de la
libertad y la lucha. De ahí la lucha encarnizada por controlar el relato
histórico para arrimar las ascuas cada cual a su sardina. Si “la poesía está
del lado de la justicia y de la verdad” (R. Lanseros) hay que escribirlas
siempre con mayúscula y buscarlas sin demora ni adhesiones inquebrantables.
Nos
comenta el profesor Jesús G. Maestro (desde su materialismo filosófico como
vehículo interpretativo) en su alocución sobre “El mito de la literatura culta
en la Ilustración francesa y europea” (Youtube, 24 oct 2020): “Como había que
anular a España de alguna manera, había que diseñar, inventarse, someter a un
proceso de ingeniería un concepto de libertad que se amoldara a la modernidad.
Cuando el mundo anglosajón impone su idea de libertad la involución que
padecemos es impresionante, porque la idea de libertad del mundo anglosajón
consiste en anteponer los sentimientos a los pensamientos, en anteponer lo
sensible a lo inteligible…” “La España del siglo XVII es mucho más liberal que
la Francia del siglo XVIII”, “No solo la España del Barroco es más moderna que
la Francia Ilustrada, sino que incluso es más liberal, “La contribución de países
como Francia, Alemania e Inglaterra a la libertad humana, han superado con
creces a cualesquiera otros y de hecho por esa razón estos países han tenido
que elaborar y tejer sin cesar una leyenda rosa para encubrir todos sus
crímenes históricos y considerar a España como un chivo expiatorio culpable de
los mayores males de la humanidad cuando España ha civilizado a medio mundo… Y
claro, cuando lo sensible se pone por encima de lo inteligible llega un momento
que no podemos explicar lo que sentimos, porque carecemos de competencias
intelectuales para explicar cuál es la razón de ser de nuestros sentimientos,
cuál es la razón que fundamenta lo que sentimos. Eso es algo que al mundo
anglosajón no le interesa, al mundo anglosajón le basta con el sentimiento, a
Nietzsche le bastaba con disponer del sentimiento porque consideraba que la
razón reprimía los impulsos humanos, igual que Lutero consideraba que la razón
era la mayor de las putas con las que se acostaba el diablo”. Y en honor a
Voltaire diremos que “a los vivos se les debe respeto y a los muertos sólo les
es debida la verdad”.
Abundando
sobre el tema podemos leer en el libro compendio de artículos “Elogio de la
libertad” de Félix Grande afirmaciones tales como: “La libertad no es sólo una
pasión que habita en cada corazón humano: es también el impulso, la ambición de
contagio, de la reunión. La libertad no llega para permanecer, acude para
propagarse”, “la libertad se aprende”, “sin memoria no es posible la creación
de la libertad”, “la libertad es… un alimento de primera necesidad”, “No hay
otra libertad que la que cuesta”, “Todo aquello que nos aleja de la libertad
nos separa de los demás y de nosotros mismos. Sólo en la libertad nos es dado a
los seres humanos estar juntos”, “Y es verdad: nada urge nunca tanto como la
libertad”
También
podríamos recurrir a Lukács para “no temer al autoritarismo” que afirma que “la
libertad real es subordinación consciente a la voluntad de conjunto
representada por el Partido, una libertad que unida a la solidaridad, es
disciplina”, y plantear así “una apelación a la libertad que ocultaba opresión,
desigualdad e insolidaridad” referida a la tiránica ansia burguesa de dominio,
pero que permanece ciego antes los fenómenos “como la burocracia soviética, el
embalsamamiento de Lenin y la transformación del materialismo dialéctico en
verdad revelada” -dice Antonio Escohotado en la página 300 de Los enemigos del comercio. Porque el marxismo ortodoxo afirma que
“no es la conciencia quien determina la existencia, sino el ser social quien
determina la conciencia”. Y en esa batalla estamos inmersos los hijos de la
posmodernidad. Tanto “el Partido Comunista Chino… como B.F.Skinner (la Red)
opinan, que “la obsesión por la libertad ha sido una equivocación de la cultura
occidental”, “La libertad empieza a estar devaluada” “Empieza a cundir la idea
de que la libertad no es tan importante, si se abdica de ella voluntariamente y
los resultados de esa decisión son satisfactorios, eficientes y justos. Si soy
feliz, ¿para qué quiero ser libre?... Hay valores más importantes que la
libertad, como el bienestar, la eficiencia o la justicia” “Es muy difícil
resistirse a ser esclavos felices. El pensamiento crítico es una tarea
esforzada. La democracia, también” –dice José Antonio Marina,
biografiadelahumanidad.com, El mundo 22/11/2019 (¿Está la libertad
sobrevalorada?). El filósofo surcoreano Byung Chul Han afirma que la nueva
prisión se llama libertad. Y María Durán
Barbero remarca que “la búsqueda de la felicidad simboliza el triunfo de la
sociedad individualista sobre la colectivista”. Y en medio de todo este trajín
de época que nos ha tocado vivir, estamos nosotros, un autor y un lector, dos
esclavos insatisfechos, mano a mano ocupados de unos versos mientras -El mundo
se derrumba y tú escribes (lees) poemas-, que diría Juan Cobos Wilkins.
Dice Pablo Acevedo en la “Estética del Caos” (p. 198) que
“el verdadero poeta se siente luciferinamente inclinado a una actitud inexorable de seducción y desafío en
que cifra la idea suprema de libertad. Amar la libertad es la única consigna.”
También Acevedo nos señala (p. 94) algunas de las características de la
posmodernidad literaria: “rechazo de las escuelas estéticas…, relativismo
superficial e incapaz de cuestionarse a sí mismo como rechazo de los valores
universales; nihilismo antivital; mezcla de diversas disciplinas creativas
(cine, cómic, música pop, publicidad…) constantes referencias a la cultura de
masas; remedo de mitos adaptados a las sociedades tecnológicas; reelaboración
comercial de obras consagradas (remakes) y en lo que más nos interesa, humor e
ironía falaces…”, o “la utopía estética de la Vanguardia ha terminado
diluyéndose en un escepticismo resignado, en un relativismo pasivo…”, “La
Modernidad se ve impelida a volar los viejos puentes del criticismo kantiano a
fin de explotar con inédito ardor los secretos caminos de la poesía, esa
maravillosa productora de nihilidad” (p 68).,
“La posmodernidad niega toda transcendencia y con ello tiende a acelerar
los cambios en un presente que se vive como fractura y retracción” (p.107) y
añade “Los poetas posmodernos convierten los mitos de la Modernidad en blanco
de una ironía escéptica, inorientada, apática, estéril e incapaz de sublimarse”
(p.108)
Como
hemos dicho anteriormente el libro entero está bajo la protección de Friedrich
Nietzsche (Las cinco partes del poemario abren con cinco citas de Nietzsche), y
quiero recordar que era Nietzsche el que decía: “Todo es interpretación”. Así
que también haré un esbozo demasiado impreciso de Friedrich Nietzsche. El
filósofo dios-zaratustra, desde su óptica, fue rotundamente crítico con los
valores occidentales por ser decadentes y por no encargarse del yo, como parte
fundamental de la filosofía. Critica la moral de esclavos (basada en la
misericordia, en la renuncia y el sacrificio) y crea su moral alternativa
basada en la fuerza, el placer y la victoria. Si Platón nos planteó el “mito de
la caverna” como eje vertebrador de su acción filosófica, Nietzsche a su vez
parece plantearnos otra liberación-luz, salir de ese mito durante tantos siglos
aceptado para conducirnos a otro nuevo mito-caverna, el suyo, con su luz
artificial y propia. En el Suplemento cultural El Corredor Mediterráneo nº 932
se nos lanza esta pregunta: “¿Dio Nietzsche soporte filosófico al nazismo?”.
Sin adentrarnos más allá, él se rebela contra el poder dominante y establece
una libertad antropocéntrica. Busca la luz de Prometeo-Lucifer para alcanzar su
gnosis, su verdad filosófica, su supremacismo particular, porque qué es lo que
vivimos desde la Ilustración (o incluso antes, desde Lutero…) para acá, si no
la lucha por imponer el mayor de los supremacismos, por imponer una visión de
las cosas sobre otras visiones distintas hasta ser víctimas-verdugos de la
misma intolerancia.
De
“La libertad duele” de F. Javier Franco Miguel, un poeta posmoderno, podemos
leer (en Facebook) algunas manifestaciones que han dicho. Jimena Tierra afirma
que “Cada poema supera las expectativas del anterior. Las ilustraciones son
magníficas. Algunas de ellas me han recordado a las esculturas del Parque
Frogner de Oslo”. Antonio Enrique le dijo al autor que “Es un libro copioso,
podrías haber sacado tres poemarios. Te has abierto en canal, te has volcado.
Lo que no me gusta es el título, aunque lo malo es cuando ocurre lo contrario.”
Carmen Hernández Montalbán dice que la suya es una “poesía reflexiva que nos
invita a desarrollar la capacidad crítica e inconformista ante la realidad que
nos viene impuesta”. Y Dori Hernández Montalbán indica en el suplemento
Ideal-Guadix que “El libro es de factura insólita, por lo bien trabado, en
donde cada palabra encaja en precioso tapiz de orfebrería poética, filosófica y
artística” o en él fluye “la idea del viaje iniciático, un viaje lleno de
símbolos”. Isabel Pérez Aranda añade que su “poesía es veraz, y empuja a seguir
leyendo, a presentir los recuerdos y sonetos que atrapan… No entiendo otra
forma de sentir un poemario, y éste se hila de principio a fin con un sutil y a
la vez veraz sentimiento de fragilidad y futilidad que llega”. Incluso el
propio autor se confiesa en Facebook diciendo que su poesía es “una poesía de
la conciencia, ni de la experiencia ni de la diferencia”. Porque el poeta
“prefiere un falso profeta que (le) regale una esperanza imposible, a quien
(le) condene a un valle de lágrimas”. Quizá porque como diría Jean Paul Sartre
“El escritor tiene una función social, y será cómplice de la opresión si no se
alía con los oprimidos”.
Ya con el título el autor ha puesto el dedo en la llaga
de la Historia, en la piedra angular de la existencia: “LA LIBERTAD DUELE”. Un artículo,
un sustantivo y un adjetivo componen una afirmación directa y contundente, casi
dogmática, como una especie de verdad revelada. En realidad, podemos buscar una
equivalencia con el parto. Aquí el poeta ha ejercido de matrona e intuye lo que
cuesta parir, lo que cuesta “Ser”. El poeta no va por libre, ni siquiera se
deja llevar por el libre albedrío, sigue un patrón, y es misión del lector
descubrir el guion oculto de su poética-mirada, ese paradigma que todo lo
transubstancia. Dice Carlos Javier González Serra en El vuelo de la
lechuza.com: “El existencialismo consiste en tomar consciencia de la
responsabilidad de nuestras acciones, para reaccionar reflexivamente en el
mundo y convertir lo que nos aparece inamovible en posibilidades”. El propio
poeta nos confiesa que “Ni vivo para la poesía, ni vivo de la poesía. La poesía
vive conmigo y yo sobrevivo con ella”. El poeta ha elegido la poesía para hacer
su revolución.
Una
cita de Nietzsche enhebra y da sentido a la conjunción de poemas que conforman
el libro: “Yo no quiero leer a ningún otro autor al que se le note que quería
hacer un libro, sino sólo a aquellos cuyos pensamientos se convirtieron
imprevistamente en un libro”. Por lo tanto, podemos recurrir a la imagen de
aluvión para visualizar la mecánica de este poemario. La ilustración que hay en
la portada es la fotografía de una obra de la escultora Mariángeles Lázaro Guil
titulada “El Corset de la Soprano”. Dice la autora que dentro del corsé está la
voz de la soprano. El corsé como una jaula o una prisión que proyecta una
sombra, pudiera parecer que vemos una recreación del mito de la caverna sui
géneris. Una cárcel-corsé que podría albergar a todos los silenciados del
mundo. La portada es un gran viaje semántico y conceptual. La
portada-imagen-escultura de Mariángeles Lázaro Guil “El corset de la soprano”
enmarca la voz del poeta en un patrón de espacio-hueco, de sombras y reflejos,
de jaula y cielo abierto que sigue un patrón hecho a su medida vitruviana. Schelling
afirma que “El inicio y el fin de toda filosofía es la libertad”, y quizá eso
es lo que pretende o busca el poeta, una poética-teoría donde se fusione la
libertad y el conocimiento, el sentimiento y la razón. La “náutica del ser” en
este poemario es un vacío, una gran oquedad donde se cobija el desencanto del
poeta, su tendencia al nihilismo. La realidad concebida como una jaula de la
que hay que salir, y en ese proceso de descubrimiento-liberación la libertad
duele, claro que sí, como una verdad olvidada y oprimida, pero que es de
Perogrullo. Como así se manifiesta en la Nota del autor al principio.
Una
vez que lees el libro, su libertad parece llevarte a la nada, a un nihilismo
donde el autor se refugia en su peculiar “Nosce
te ipsum” para rebelarse contra sí mismo y contra la sociedad injusta, de
ahí su refugio desencantado que no busca (quizá porque no necesita o está harto)
mayor transcendencia. “Un accidente del universo/ es la vida…/ Nos dejamos
llevar./ ¿Qué sentido tiene/ dar sentido a lo que no tiene?” –canta en la página
50. El libro tiene muchas lecturas, porque sus páginas son un salón de espejos
deformantes en donde todos salimos malparados si buscamos la viga en el propio
ojo y no la mota del ajeno. “La
libertad o la nada…/ Libertad, ¿para qué? –Silba la nada./ -dice el poeta en la
página 45. El poeta-ventrílocuo convierte su voz en una letanía-iceberg, en un
reflejo-eco de los oprimidos, su poética se transforma en una “fotodenuncia”;
se convierte en un reportero de guerra o en un testigo directo de la trampa:
“Tú decides. Yo decido…/ Mientras la libertad duele.” –p.159. Y es que sus
versos son una marea que va y viene: “El paraíso perdido/ no lo es porque se
fue,/ no;/ lo es porque está escondido” –susurra el poeta miltonianamente –p. 48.
Él también quiere mostrar esa otra luz negra que hay debajo del celemín
nietzscheano, subvertir la sombra oscura en luz diáfana. ¿Es la libertad para
el autor un deseo de alcanzar otra luz, otro bautismo? “Y seguimos, por eso
seguimos, aún seguimos,/ trazando cruces invertidas entre los caminos/
esperando que alguna vez nos arriende/ sus dedos el diablo.” –canta
hímnicamente o revolucionariamente el poeta –p. 96. O “Retorcido por el dolor/
nos espera alivio de quienes/ lo admiran pero ignoran su demanda,/ nadie podrá
librarlo del suplicio.” – expele en el poema El ángel Caído.
Desde
el primer poema “La expulsión del paraíso”, con el “yugo” de Dios al fondo de
su poética (quizá reminiscencia de su vieja ciudad catedralicia, Guadix), nos
deja claro cuál es el planteamiento de su poética, “el dolor de la libertad./
Duele la vida” –p. 28. El libro entero es una guerra abierta para “tomar
conciencia del existir” (p. 36), entre una conciencia “vieja” y otra que emerge
con la fuerza de la utopía-distopía, a lo Friedrich Nietzsche; que es más que
un puñado de citas esparcidas por el poemario, más bien es la antorcha que
ilumina este otro nuevo y moderno “mito de la caverna”, el que plantean ambos,
el filósofo y el poeta, Friedrich Nietzsche y F. Javier Franco Miguel en una
particularísima inmolación-fusión cuasi eucarística. Y es que como diría José
Ángel Valente (Entrevista realizada por Concha Hernández para la revista Gaceta
Digital en 1999) “La poesía hace que la libertad se derrame como un gran fuego
sobre los hombres.” La libertad duele,
en realidad es un viaje por el ser y el sentir del poeta, un viaje que va desde
el paraíso de Adán y Eva y el Árbol de la ciencia al cometa Halley, pasando
siempre por su conciencia que es la piedra filosofal que todo lo convierte en
oro clarividente y esclavo, paradójicamente.
´De
“La libertad duele” también podríamos decir que es un retrato de época, incluso
con aspiraciones de convertirse en evangelio, según F. Javier Franco Miguel,
por la dosis de sublimación literaria de la realidad que contiene, de la verdad
testimonial y revelada que nos enseña. El ateísmo (como trasfondo liberador) y
Dios (como esclavitud) son algunos de los temas que dan forma y fondo al
poemario, también el paso del tiempo, el desencanto nihilista (“nada puedes
esperar/ de quien perdió la esperanza” -p. 42), y la denuncia social de las
injusticias. Lo mismo nos lleva en tren que nos adentra en un naufragio, lo
mismo nos pasea por el Parque del Retiro en Madrid de la mano de “El ángel
caído” que nos hace partícipes de La expulsión del Paraíso. Una puesta en
escena que recubre su poética con un aura plástica y cinematográfica, desde un
discurrir lírico que conduce la lectura del libro-film como si fuera un
largometraje, o mejor una serie de Netflix con 89 capítulos.
Un
poemario lleno a rebosar de intertextualidades (referencias) que abren a otros
mundos más allá de las páginas que nos ocupan. Citas de John Milton, Percy
Bysshe Shelley, Walt Whitman, Robert Jhonson, Miguel Hernández, Federico García
Lorca, Paul Verlaine, un fresco de Masaccio, la Venus de Milo, Saint-Exupéry,
Javier Egea, Moisés, Peter Pan… El poemario se transmuta continuamente, y en su
camuflaje, a veces viste como calvario, otras como guillotina o pelotón de
fusilamiento, o como carne de cañón, naufragio o charco, como árbol de la
ciencia o ruleta rusa, incluso como beso en la frente o mortaja. El libro tiene
un tono intimista y reflexivo, algunas veces más metapoético, pero siempre
crítico y existencial.
La
geografía que recorre el poemario viaja desde dentro hacia afuera y viceversa,
muestra un itinerario vital que contiene una biografía espiritual en busca de otra
identidad, que va desde Guadix o La Calahorra hasta Berlín, Manhattan,
Kurdistan, Palestina, Alepo, Idomeni…, o desde Almería y el Zapillo hasta la
Isleta del Moro o el mar Muerto, desde la noticia a lo simbólico, de lo
tangible a lo sensible. El poeta con sus versos viaja de la Biblia al BOE, de
los telediarios a los periódicos, de la actualidad a la historia y su memoria,
del váter al tren o al cometa Halley. Toda una odisea. A veces vestido como un
vagabundo, otras como un stripper o ángel caído, como mendigo o peregrino o
druida, como un reportero de guerra o un simple viajero, voyeur o lector, pero
siempre como testigo. Se alternan poemas de verso libre y métrica variada (de
4,5, 6,7,8,9,10,11,12,13,14,15,16 sílabas) con 17 sonetos.
Un
libro denso que requiere una lectura rumiante, tranquila y sosegada en la que
siempre hay que estar alerta. La libertad que nos propone F Javier Franco va
más allá del individuo, es una libertad eminentemente colectiva y dionisiaca
“con una moral de acción y de compromiso”, quizá porque como dice Hugo
Gutiérrez Vega (en el prólogo a Elogio de la libertad de Félix Grande)) “así,
en plural, que en singular puede ser nada más una palabra tramposa entre las
negras muelas del demagogo”. Y porque “La libertad duele” tenemos miedo a la
libertad, como diría Erich Fromm. Porque hay personas que detestan la libertad,
viven el síndrome del esclavo satisfecho y son felices con la sumisión en la
que vegetan. En definitiva, aborrecen “la funesta manía de pensar” (frase
atribuida al claustro de la antigua Universidad de Cervera), o simplemente ven
la lámpara desde el mismo ángulo siempre, desde el lado que proyecta más
sombras que luz, donde el vaso siempre está más medio vacío que medio lleno.
Vivimos en una sociedad posmoderna y políticamente
correcta, en la que es muy fácil sobrevivir si la crítica-protesta la haces en
la dirección adecuada y con la dosis correcta de soma mediático; el problema
llega cuando te sales del redil y piensas de forma individual y distinta a como
marcan los cánones de la verdad oficial y su conciencia “colectiva-divina”, a
como deciden los “lobbies” y sus versiones de libertad siempre tutelada. Porque
“¿acaso podemos afirmar que somos libres, o más bien unas marionetas a las que
nos dirigen la vida?” – que diría la poeta Mónica Doña. ¿Y si el truco está ahí,
en hacernos creer que somos rebeldes o estamos equivocados?
Entonces,
¿qué pretende este poemario? ¿Cuál es su
fin último? El poeta levanta su voz-aluvión porque no quiere ser cómplice, ese
sentimiento lo salva, le hace tener la conciencia tranquila. Por lo que ha
decidido “Proveernos una conciencia social adecuada” desde su ideario marxista
pesimista próximo a Adorno, para poner su gota de agua en la interpretación del
mundo y de la época que le ha tocado vivir, desde una poética que va más allá
de la poesía social para recalar en “la poesía del desencanto” –como dice Pedro
M. Domene. La libertad duele va más
allá de la poesía social (comprometida, engagée)
para habitar el territorio sentimental de la queja-denuncia y el combate
activista redentor que lleva a ese otro paraíso dionisiaco, porque como dice
Álvaro Salvador: “la poesía, hasta la más realista o la más combativa, es
siempre sensual”. La voz del poeta quiere convertirse si no en la voz de la
humanidad entera, sí en parte de ella. Y es que nuestro poeta es un hombre
auténtico curtido en las mil batallas de su pensamiento rebelde, por tanto, lo
que busca al escribir es realizarse a pesar de todos los pesares que la vida
plantea, y la poesía ha sido el medio elegido para alcanzar su fin, ser
portador de esa otra verdad revelada. La
Libertad duele es la voz de un testimonio que interpela, el testamento de
un poeta que lucha por su forma de entender la libertad, aunque esa lucha acabe
en naufragio. Porque como diría Edgar Allan Poe “El único medio de conservar el
hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella”, esa es la
única fórmula válida para superar y vencer cualquier rebelión en la granja-mito de la caverna-quema de brujas que nos
aceche, ya que “por encima de la vida está la libertad”, que diría el filósofo Gustavo
Bueno.
Todos
coincidimos en que la Libertad tiene un precio, es “una fuerza viva que entraña
su propia y continua progresión” (A. Breton), por tanto, los seres humanos
seguiremos buscándola eternamente como ícaros suicidas, aunque sea desde un
planteamiento lector. Porque “estamos condenados a la libertad” (Sartre), eso
sí, mientras nos dejen Tirios y Troyanos, ya que los “lobbies libertarios” de
todas las épocas no cejan en su empeño de dirigirnos a la libertad que más les
conviene en tal o cual momento. Porque como dice Zygmunt Bauman lo que peor le
puede pasar al ser humano es tener que elegir entre libertad y seguridad: “O
juntos o nada”, “Debemos prepararnos para un largo periodo que estará marcado
por más preguntas que respuestas, y por más problemas que soluciones. Nos
encontramos (más que nunca antes en la historia) en una situación de verdadera
disyuntiva: o unimos nuestras manos o nos unimos a la comitiva fúnebre de
nuestro propio entierro en una misma y colosal fosa común”. Aunque la Libertad,
o es individual o no es libertad. Y mientras tanto, mientras los “elegidos”
eligen la libertad que “mejor” nos conviene, es una buena forma de unión, leer “La
libertad duele” de F. Javier Franco Miguel.
Opiniones de un lector
Custodio Tejada
Febrero de 2021
http://custodiotejada.blogspot.com/
http://granadacostanacional.es/la-libertad-duele/