sábado, 6 de febrero de 2021

LA LIBERTAD DUELE, de F. Javier Franco Miguel

 Opiniones de un lector.

LA LIBERTAD DUELE, de F. Javier Franco Miguel. Por Custodio Tejada



LA LIBERTAD DUELE de F. Javier Franco Miguel. Editorial Talón de Aquiles. Libro escrito bajo la advocación de Friedrich Nietzsche, ese otro “ángel caído”. 159 páginas. 89 poemas, repartidos en 7 partes. Con un Proemio y un Final, y entre medias: Náutica del ser (17 poemas), El rastro del vagabundo (16 poemas), Vacíos (12 poemas), Condenados (27), Vacíos de nuevo (10 poemas). Y 26 ilustraciones-dibujos hechos por el propio autor que acompañan a los poemas para darles más sentido si cabe. La portada es la imagen de una escultura (a modo de una jaula sugerentemente sinestésica) realizada por la artista Mariángeles Lázaro Guil y titulada “El corset de la soprano”. Así que, título potente y portada potente para un poemario potente. El poemario abre con las preceptivas dedicatorias y agradecimientos, y luego con un prólogo de Pedro M. Domene, donde se esboza al autor y se apuntan certeramente las líneas de fuerza que sustentan el artefacto literario: “La libertad duele”. También hay una nota del autor. Varias citas de Nietzsche entre otras distintas, como cipreses de camposanto, adornan el recorrido lector. Dos hojas negras al principio y dos al final, como si fueran paréntesis-corceles que conducen un carro fúnebre en busca de una libertad sin predestinación, con guillotina y todo.

Dice José Emilio Pacheco: “No leemos a otros: nos leemos en ellos. Me parece un milagro/ que alguien que desconozco pueda/ verse en mi espejo.” Y Enrique Fuenteblanca alumbra que si “la filosofía es tan necesaria como el oxígeno/ analizar es un acto de guerrilla”. Toda lectura nos coloniza, nos invade, nos resetea… Hay temas que nos buscan y vienen a uno para que los acunemos en nuestro pensamiento, y eso es lo que ha pasado con este libro de F. Javier Franco Miguel. Libertad, en su nombre se han cometido todo tipo de hazañas y barbaridades, de justicias y genocidios, de aciertos y de errores. ¿La libertad duele, inmola, sacrifica, mata, condena, nos ciega, nos salva…? ¿Todo depende del cristal con que se mire? Uno no puede leer la palabra libertad sin acordarse de sus hermanas de guerra “igualdad y fraternidad” (esa tríada de poder que ostenta la nueva religión de nuestro tiempo). Los asesinados en nombre de la libertad, igualdad… ya superan con creces a los sacrificados en nombre de Dios y de todas sus Inquisiciones juntas; y es que como “Dios ha muerto”, hemos sustituido la fe en Él por la fe en el partido-ideología y en el líder supremo correspondiente de cada momento. Recurrimos a la revolución (francesa…) aceptándola como un nuevo dogma para vivir con fe el trance hipnótico de nuestra utopía. Dice Alexis de Tocqueville que “Los excesos cometidos en nombre de la libertad pueden hacerla odiosa, pero no son obstáculos para que ella sea bella y necesaria”. Si Tocqueville se plantea que en democracia se prefiere la igualdad a la libertad, es quizá porque la igualdad se ve como un derecho gratuito, un “don”, mientras que la libertad es un bien por el que hay que luchar constantemente. Cada día más preferimos antes el igualitarismo que la libertad. Por lo general es la ley del mínimo esfuerzo la que mejor nos explica, tal vez porque la libertad nos hace desiguales, y como no todos estamos dispuestos “por igual” a pagar el precio de sacrificio que exige ser libre, preferimos la comodidad del rebaño. O sea, podríamos pensar que la comodidad es incompatible con la libertad, pero si la libertad está en lo abierto, no en lo cerrado o en lo definido, sino en lo indefinido y lo inabarcable, al nombrarla hacemos accesible lo inaccesible. Así que, si como dice Walter Lippmann “la propiedad privada es la fuente original de la libertad”, es desde la otredad (poniéndonos en la piel del otro) como mejor podemos entender lo que significa la palabra libertad y cuáles son sus límites en cuanto a derechos y obligaciones, si los tiene, y practicar ese axioma de… no quieras para el otro lo que no quieres para ti.

Permitidme que abuse de la introducción en este libro, pero la ocasión y el tema lo merecen. Sin llegar a afirmar como hace Slavoj Zizek que “la democracia es el enemigo” o que “La globalización ha comenzado claramente a socavar la legitimidad de las democracias occidentales”, sí que pone el dedo en la llaga cuando plantea que “la cuestión de la libertad no debe ubicarse principalmente en la esfera política, es decir, en cosas como elecciones libres, un poder judicial independiente, una prensa libre, respeto por los derechos humanos. La verdadera libertad reside en la red –apolítica- de relaciones sociales, desde el mercado hasta la familia…” La gran lucha por la Libertad que se plantea en este comienzo de siglo XXI es la de tener derecho a ser como uno quiere, aunque esté equivocado, y por ello no sufrir persecución ni exclusión alguna, y mucho menos censura o ninguneo. Hoy la censura que plantea el pensamiento de lo políticamente correcto es el mayor atentado a la libertad en general y a la libertad de pensamiento en particular.

El lenguaje nos habla, él es el que nos dice. Entre “nada hay fuera del texto” (Derrida) y todo está fuera de él, nos queda la realidad existente y la discrepancia, porque todo es posible en la literatura, esa deconstrucción indefinida que pretende alcanzar un atisbo de “luz-sombra” y desarmar-armar la voluntad, según convenga al mundo de las emociones. ¿Pero dónde queda la intención del autor? ¿Cada autor es una voz, es un texto, nada más que texto? ¿Una voluntad textual que aspira a ser un texto sagrado y eterno? ¿Si todo lenguaje es político y militante, el escritor asume un papel que se escapa del texto para convertirse en una realidad intertextual y colectiva? Cuando un lector se adentra en cualquier texto-ayahuasca, lo que le proporciona esa lectura es un viaje interior en busca de lo universal y lo ilimitado. A eso aspiramos con la escritura, a alcanzar la libertad como algo ilimitado, un valor que va más allá del concepto lingüístico para intentar llegar a la idea matriz de la existencia, del Ser. Quizá por ello se han quemado tantos libros o se dejan de editar y se esconden, para controlar y dirigir nuestra libertad, en definitiva, para manejar nuestra consciencia.

Amor y libertad quizá sean las dos palabras más prostituidas y manipuladas de la historia, muchas veces usadas en beneficio de intereses más prosaicos y menos utópicos que los aparentes a primera vista, y muchas veces al servicio no del conjunto sino más bien de alguna de sus partes-lobbies que pugnan por prevalecer en ese totum revolutum en el que estamos inmersos los hijos de la Historia escrita. Porque como dice George Orwell en el prólogo a su obra “Rebelión en la Granja”: “Si la libertad significa algo, será sobre todo el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”. También podemos discrepar con Aldo Pellegrini que dice que “Como la poesía significa libertad, significa afirmación del hombre auténtico, del hombre que intenta realizarse, indudablemente tiene cierto prestigio ante los imbéciles. Es ese mundo falsificado y artificial que ellos construyen, los imbéciles necesitan artículos de lujo.” (Revista Literariedad.com. Revista latinoamericana de cultura. Año 6. Desde Pereira, Colombia). Después del siglo XX y los genocidios perpetrados por las ideologías totalitarias ya no podemos seguir afirmando que las “guerras de religión” son las que más muertes han provocado (salvo que consideremos a las ideologías como las nuevas religiones de la posmodernidad), y que su fanatismo ha sido el más nocivo y letal para la Humanidad. Sartre, a su vez, decía: “Usted es libre, elija, es decir, invente.” Según el relato así serán nuestras emociones, así será nuestra percepción de la libertad y la lucha. De ahí la lucha encarnizada por controlar el relato histórico para arrimar las ascuas cada cual a su sardina. Si “la poesía está del lado de la justicia y de la verdad” (R. Lanseros) hay que escribirlas siempre con mayúscula y buscarlas sin demora ni adhesiones inquebrantables.

Nos comenta el profesor Jesús G. Maestro (desde su materialismo filosófico como vehículo interpretativo) en su alocución sobre “El mito de la literatura culta en la Ilustración francesa y europea” (Youtube, 24 oct 2020): “Como había que anular a España de alguna manera, había que diseñar, inventarse, someter a un proceso de ingeniería un concepto de libertad que se amoldara a la modernidad. Cuando el mundo anglosajón impone su idea de libertad la involución que padecemos es impresionante, porque la idea de libertad del mundo anglosajón consiste en anteponer los sentimientos a los pensamientos, en anteponer lo sensible a lo inteligible…” “La España del siglo XVII es mucho más liberal que la Francia del siglo XVIII”, “No solo la España del Barroco es más moderna que la Francia Ilustrada, sino que incluso es más liberal, “La contribución de países como Francia, Alemania e Inglaterra a la libertad humana, han superado con creces a cualesquiera otros y de hecho por esa razón estos países han tenido que elaborar y tejer sin cesar una leyenda rosa para encubrir todos sus crímenes históricos y considerar a España como un chivo expiatorio culpable de los mayores males de la humanidad cuando España ha civilizado a medio mundo… Y claro, cuando lo sensible se pone por encima de lo inteligible llega un momento que no podemos explicar lo que sentimos, porque carecemos de competencias intelectuales para explicar cuál es la razón de ser de nuestros sentimientos, cuál es la razón que fundamenta lo que sentimos. Eso es algo que al mundo anglosajón no le interesa, al mundo anglosajón le basta con el sentimiento, a Nietzsche le bastaba con disponer del sentimiento porque consideraba que la razón reprimía los impulsos humanos, igual que Lutero consideraba que la razón era la mayor de las putas con las que se acostaba el diablo”. Y en honor a Voltaire diremos que “a los vivos se les debe respeto y a los muertos sólo les es debida la verdad”.

Abundando sobre el tema podemos leer en el libro compendio de artículos “Elogio de la libertad” de Félix Grande afirmaciones tales como: “La libertad no es sólo una pasión que habita en cada corazón humano: es también el impulso, la ambición de contagio, de la reunión. La libertad no llega para permanecer, acude para propagarse”, “la libertad se aprende”, “sin memoria no es posible la creación de la libertad”, “la libertad es… un alimento de primera necesidad”, “No hay otra libertad que la que cuesta”, “Todo aquello que nos aleja de la libertad nos separa de los demás y de nosotros mismos. Sólo en la libertad nos es dado a los seres humanos estar juntos”, “Y es verdad: nada urge nunca tanto como la libertad”

También podríamos recurrir a Lukács para “no temer al autoritarismo” que afirma que “la libertad real es subordinación consciente a la voluntad de conjunto representada por el Partido, una libertad que unida a la solidaridad, es disciplina”, y plantear así “una apelación a la libertad que ocultaba opresión, desigualdad e insolidaridad” referida a la tiránica ansia burguesa de dominio, pero que permanece ciego antes los fenómenos “como la burocracia soviética, el embalsamamiento de Lenin y la transformación del materialismo dialéctico en verdad revelada” -dice Antonio Escohotado en la  página 300 de Los enemigos del comercio. Porque el marxismo ortodoxo afirma que “no es la conciencia quien determina la existencia, sino el ser social quien determina la conciencia”. Y en esa batalla estamos inmersos los hijos de la posmodernidad. Tanto “el Partido Comunista Chino… como B.F.Skinner (la Red) opinan, que “la obsesión por la libertad ha sido una equivocación de la cultura occidental”, “La libertad empieza a estar devaluada” “Empieza a cundir la idea de que la libertad no es tan importante, si se abdica de ella voluntariamente y los resultados de esa decisión son satisfactorios, eficientes y justos. Si soy feliz, ¿para qué quiero ser libre?... Hay valores más importantes que la libertad, como el bienestar, la eficiencia o la justicia” “Es muy difícil resistirse a ser esclavos felices. El pensamiento crítico es una tarea esforzada. La democracia, también” –dice José Antonio Marina, biografiadelahumanidad.com, El mundo 22/11/2019 (¿Está la libertad sobrevalorada?). El filósofo surcoreano Byung Chul Han afirma que la nueva prisión se llama libertad.  Y María Durán Barbero remarca que “la búsqueda de la felicidad simboliza el triunfo de la sociedad individualista sobre la colectivista”. Y en medio de todo este trajín de época que nos ha tocado vivir, estamos nosotros, un autor y un lector, dos esclavos insatisfechos, mano a mano ocupados de unos versos mientras -El mundo se derrumba y tú escribes (lees) poemas-, que diría Juan Cobos Wilkins.

            Dice Pablo Acevedo en la “Estética del Caos” (p. 198) que “el verdadero poeta se siente luciferinamente inclinado a una actitud inexorable de seducción y desafío en que cifra la idea suprema de libertad. Amar la libertad es la única consigna.” También Acevedo nos señala (p. 94) algunas de las características de la posmodernidad literaria: “rechazo de las escuelas estéticas…, relativismo superficial e incapaz de cuestionarse a sí mismo como rechazo de los valores universales; nihilismo antivital; mezcla de diversas disciplinas creativas (cine, cómic, música pop, publicidad…) constantes referencias a la cultura de masas; remedo de mitos adaptados a las sociedades tecnológicas; reelaboración comercial de obras consagradas (remakes) y en lo que más nos interesa, humor e ironía falaces…”, o “la utopía estética de la Vanguardia ha terminado diluyéndose en un escepticismo resignado, en un relativismo pasivo…”, “La Modernidad se ve impelida a volar los viejos puentes del criticismo kantiano a fin de explotar con inédito ardor los secretos caminos de la poesía, esa maravillosa productora de nihilidad” (p 68).,  “La posmodernidad niega toda transcendencia y con ello tiende a acelerar los cambios en un presente que se vive como fractura y retracción” (p.107) y añade “Los poetas posmodernos convierten los mitos de la Modernidad en blanco de una ironía escéptica, inorientada, apática, estéril e incapaz de sublimarse” (p.108)

Como hemos dicho anteriormente el libro entero está bajo la protección de Friedrich Nietzsche (Las cinco partes del poemario abren con cinco citas de Nietzsche), y quiero recordar que era Nietzsche el que decía: “Todo es interpretación”. Así que también haré un esbozo demasiado impreciso de Friedrich Nietzsche. El filósofo dios-zaratustra, desde su óptica, fue rotundamente crítico con los valores occidentales por ser decadentes y por no encargarse del yo, como parte fundamental de la filosofía. Critica la moral de esclavos (basada en la misericordia, en la renuncia y el sacrificio) y crea su moral alternativa basada en la fuerza, el placer y la victoria. Si Platón nos planteó el “mito de la caverna” como eje vertebrador de su acción filosófica, Nietzsche a su vez parece plantearnos otra liberación-luz, salir de ese mito durante tantos siglos aceptado para conducirnos a otro nuevo mito-caverna, el suyo, con su luz artificial y propia. En el Suplemento cultural El Corredor Mediterráneo nº 932 se nos lanza esta pregunta: “¿Dio Nietzsche soporte filosófico al nazismo?”. Sin adentrarnos más allá, él se rebela contra el poder dominante y establece una libertad antropocéntrica. Busca la luz de Prometeo-Lucifer para alcanzar su gnosis, su verdad filosófica, su supremacismo particular, porque qué es lo que vivimos desde la Ilustración (o incluso antes, desde Lutero…) para acá, si no la lucha por imponer el mayor de los supremacismos, por imponer una visión de las cosas sobre otras visiones distintas hasta ser víctimas-verdugos de la misma intolerancia.

De “La libertad duele” de F. Javier Franco Miguel, un poeta posmoderno, podemos leer (en Facebook) algunas manifestaciones que han dicho. Jimena Tierra afirma que “Cada poema supera las expectativas del anterior. Las ilustraciones son magníficas. Algunas de ellas me han recordado a las esculturas del Parque Frogner de Oslo”. Antonio Enrique le dijo al autor que “Es un libro copioso, podrías haber sacado tres poemarios. Te has abierto en canal, te has volcado. Lo que no me gusta es el título, aunque lo malo es cuando ocurre lo contrario.” Carmen Hernández Montalbán dice que la suya es una “poesía reflexiva que nos invita a desarrollar la capacidad crítica e inconformista ante la realidad que nos viene impuesta”. Y Dori Hernández Montalbán indica en el suplemento Ideal-Guadix que “El libro es de factura insólita, por lo bien trabado, en donde cada palabra encaja en precioso tapiz de orfebrería poética, filosófica y artística” o en él fluye “la idea del viaje iniciático, un viaje lleno de símbolos”. Isabel Pérez Aranda añade que su “poesía es veraz, y empuja a seguir leyendo, a presentir los recuerdos y sonetos que atrapan… No entiendo otra forma de sentir un poemario, y éste se hila de principio a fin con un sutil y a la vez veraz sentimiento de fragilidad y futilidad que llega”. Incluso el propio autor se confiesa en Facebook diciendo que su poesía es “una poesía de la conciencia, ni de la experiencia ni de la diferencia”. Porque el poeta “prefiere un falso profeta que (le) regale una esperanza imposible, a quien (le) condene a un valle de lágrimas”. Quizá porque como diría Jean Paul Sartre “El escritor tiene una función social, y será cómplice de la opresión si no se alía con los oprimidos”.

            Ya con el título el autor ha puesto el dedo en la llaga de la Historia, en la piedra angular de la existencia: “LA LIBERTAD DUELE”. Un artículo, un sustantivo y un adjetivo componen una afirmación directa y contundente, casi dogmática, como una especie de verdad revelada. En realidad, podemos buscar una equivalencia con el parto. Aquí el poeta ha ejercido de matrona e intuye lo que cuesta parir, lo que cuesta “Ser”. El poeta no va por libre, ni siquiera se deja llevar por el libre albedrío, sigue un patrón, y es misión del lector descubrir el guion oculto de su poética-mirada, ese paradigma que todo lo transubstancia. Dice Carlos Javier González Serra en El vuelo de la lechuza.com: “El existencialismo consiste en tomar consciencia de la responsabilidad de nuestras acciones, para reaccionar reflexivamente en el mundo y convertir lo que nos aparece inamovible en posibilidades”. El propio poeta nos confiesa que “Ni vivo para la poesía, ni vivo de la poesía. La poesía vive conmigo y yo sobrevivo con ella”. El poeta ha elegido la poesía para hacer su revolución.

Una cita de Nietzsche enhebra y da sentido a la conjunción de poemas que conforman el libro: “Yo no quiero leer a ningún otro autor al que se le note que quería hacer un libro, sino sólo a aquellos cuyos pensamientos se convirtieron imprevistamente en un libro”. Por lo tanto, podemos recurrir a la imagen de aluvión para visualizar la mecánica de este poemario. La ilustración que hay en la portada es la fotografía de una obra de la escultora Mariángeles Lázaro Guil titulada “El Corset de la Soprano”. Dice la autora que dentro del corsé está la voz de la soprano. El corsé como una jaula o una prisión que proyecta una sombra, pudiera parecer que vemos una recreación del mito de la caverna sui géneris. Una cárcel-corsé que podría albergar a todos los silenciados del mundo. La portada es un gran viaje semántico y conceptual. La portada-imagen-escultura de Mariángeles Lázaro Guil “El corset de la soprano” enmarca la voz del poeta en un patrón de espacio-hueco, de sombras y reflejos, de jaula y cielo abierto que sigue un patrón hecho a su medida vitruviana. Schelling afirma que “El inicio y el fin de toda filosofía es la libertad”, y quizá eso es lo que pretende o busca el poeta, una poética-teoría donde se fusione la libertad y el conocimiento, el sentimiento y la razón. La “náutica del ser” en este poemario es un vacío, una gran oquedad donde se cobija el desencanto del poeta, su tendencia al nihilismo. La realidad concebida como una jaula de la que hay que salir, y en ese proceso de descubrimiento-liberación la libertad duele, claro que sí, como una verdad olvidada y oprimida, pero que es de Perogrullo. Como así se manifiesta en la Nota del autor al principio.

Una vez que lees el libro, su libertad parece llevarte a la nada, a un nihilismo donde el autor se refugia en su peculiar “Nosce te ipsum” para rebelarse contra sí mismo y contra la sociedad injusta, de ahí su refugio desencantado que no busca (quizá porque no necesita o está harto) mayor transcendencia. “Un accidente del universo/ es la vida…/ Nos dejamos llevar./ ¿Qué sentido tiene/ dar sentido a lo que no tiene?” –canta en la página 50. El libro tiene muchas lecturas, porque sus páginas son un salón de espejos deformantes en donde todos salimos malparados si buscamos la viga en el propio ojo y no la mota del ajeno. “La libertad o la nada…/ Libertad, ¿para qué? –Silba la nada./ -dice el poeta en la página 45. El poeta-ventrílocuo convierte su voz en una letanía-iceberg, en un reflejo-eco de los oprimidos, su poética se transforma en una “fotodenuncia”; se convierte en un reportero de guerra o en un testigo directo de la trampa: “Tú decides. Yo decido…/ Mientras la libertad duele.” –p.159. Y es que sus versos son una marea que va y viene: “El paraíso perdido/ no lo es porque se fue,/ no;/ lo es porque está escondido” –susurra el poeta miltonianamente –p. 48. Él también quiere mostrar esa otra luz negra que hay debajo del celemín nietzscheano, subvertir la sombra oscura en luz diáfana. ¿Es la libertad para el autor un deseo de alcanzar otra luz, otro bautismo? “Y seguimos, por eso seguimos, aún seguimos,/ trazando cruces invertidas entre los caminos/ esperando que alguna vez nos arriende/ sus dedos el diablo.” –canta hímnicamente o revolucionariamente el poeta –p. 96. O “Retorcido por el dolor/ nos espera alivio de quienes/ lo admiran pero ignoran su demanda,/ nadie podrá librarlo del suplicio.” – expele en el poema El ángel Caído.

Desde el primer poema “La expulsión del paraíso”, con el “yugo” de Dios al fondo de su poética (quizá reminiscencia de su vieja ciudad catedralicia, Guadix), nos deja claro cuál es el planteamiento de su poética, “el dolor de la libertad./ Duele la vida” –p. 28. El libro entero es una guerra abierta para “tomar conciencia del existir” (p. 36), entre una conciencia “vieja” y otra que emerge con la fuerza de la utopía-distopía, a lo Friedrich Nietzsche; que es más que un puñado de citas esparcidas por el poemario, más bien es la antorcha que ilumina este otro nuevo y moderno “mito de la caverna”, el que plantean ambos, el filósofo y el poeta, Friedrich Nietzsche y F. Javier Franco Miguel en una particularísima inmolación-fusión cuasi eucarística. Y es que como diría José Ángel Valente (Entrevista realizada por Concha Hernández para la revista Gaceta Digital en 1999) “La poesía hace que la libertad se derrame como un gran fuego sobre los hombres.” La libertad duele, en realidad es un viaje por el ser y el sentir del poeta, un viaje que va desde el paraíso de Adán y Eva y el Árbol de la ciencia al cometa Halley, pasando siempre por su conciencia que es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro clarividente y esclavo, paradójicamente.

´De “La libertad duele” también podríamos decir que es un retrato de época, incluso con aspiraciones de convertirse en evangelio, según F. Javier Franco Miguel, por la dosis de sublimación literaria de la realidad que contiene, de la verdad testimonial y revelada que nos enseña. El ateísmo (como trasfondo liberador) y Dios (como esclavitud) son algunos de los temas que dan forma y fondo al poemario, también el paso del tiempo, el desencanto nihilista (“nada puedes esperar/ de quien perdió la esperanza” -p. 42), y la denuncia social de las injusticias. Lo mismo nos lleva en tren que nos adentra en un naufragio, lo mismo nos pasea por el Parque del Retiro en Madrid de la mano de “El ángel caído” que nos hace partícipes de La expulsión del Paraíso. Una puesta en escena que recubre su poética con un aura plástica y cinematográfica, desde un discurrir lírico que conduce la lectura del libro-film como si fuera un largometraje, o mejor una serie de Netflix con 89 capítulos.

Un poemario lleno a rebosar de intertextualidades (referencias) que abren a otros mundos más allá de las páginas que nos ocupan. Citas de John Milton, Percy Bysshe Shelley, Walt Whitman, Robert Jhonson, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Paul Verlaine, un fresco de Masaccio, la Venus de Milo, Saint-Exupéry, Javier Egea, Moisés, Peter Pan… El poemario se transmuta continuamente, y en su camuflaje, a veces viste como calvario, otras como guillotina o pelotón de fusilamiento, o como carne de cañón, naufragio o charco, como árbol de la ciencia o ruleta rusa, incluso como beso en la frente o mortaja. El libro tiene un tono intimista y reflexivo, algunas veces más metapoético, pero siempre crítico y existencial.

La geografía que recorre el poemario viaja desde dentro hacia afuera y viceversa, muestra un itinerario vital que contiene una biografía espiritual en busca de otra identidad, que va desde Guadix o La Calahorra hasta Berlín, Manhattan, Kurdistan, Palestina, Alepo, Idomeni…, o desde Almería y el Zapillo hasta la Isleta del Moro o el mar Muerto, desde la noticia a lo simbólico, de lo tangible a lo sensible. El poeta con sus versos viaja de la Biblia al BOE, de los telediarios a los periódicos, de la actualidad a la historia y su memoria, del váter al tren o al cometa Halley. Toda una odisea. A veces vestido como un vagabundo, otras como un stripper o ángel caído, como mendigo o peregrino o druida, como un reportero de guerra o un simple viajero, voyeur o lector, pero siempre como testigo. Se alternan poemas de verso libre y métrica variada (de 4,5, 6,7,8,9,10,11,12,13,14,15,16 sílabas) con 17 sonetos.

Un libro denso que requiere una lectura rumiante, tranquila y sosegada en la que siempre hay que estar alerta. La libertad que nos propone F Javier Franco va más allá del individuo, es una libertad eminentemente colectiva y dionisiaca “con una moral de acción y de compromiso”, quizá porque como dice Hugo Gutiérrez Vega (en el prólogo a Elogio de la libertad de Félix Grande)) “así, en plural, que en singular puede ser nada más una palabra tramposa entre las negras muelas del demagogo”. Y porque “La libertad duele” tenemos miedo a la libertad, como diría Erich Fromm. Porque hay personas que detestan la libertad, viven el síndrome del esclavo satisfecho y son felices con la sumisión en la que vegetan. En definitiva, aborrecen “la funesta manía de pensar” (frase atribuida al claustro de la antigua Universidad de Cervera), o simplemente ven la lámpara desde el mismo ángulo siempre, desde el lado que proyecta más sombras que luz, donde el vaso siempre está más medio vacío que medio lleno.

            Vivimos en una sociedad posmoderna y políticamente correcta, en la que es muy fácil sobrevivir si la crítica-protesta la haces en la dirección adecuada y con la dosis correcta de soma mediático; el problema llega cuando te sales del redil y piensas de forma individual y distinta a como marcan los cánones de la verdad oficial y su conciencia “colectiva-divina”, a como deciden los “lobbies” y sus versiones de libertad siempre tutelada. Porque “¿acaso podemos afirmar que somos libres, o más bien unas marionetas a las que nos dirigen la vida?” – que diría la poeta Mónica Doña. ¿Y si el truco está ahí, en hacernos creer que somos rebeldes o estamos equivocados?

Entonces, ¿qué pretende este poemario?  ¿Cuál es su fin último? El poeta levanta su voz-aluvión porque no quiere ser cómplice, ese sentimiento lo salva, le hace tener la conciencia tranquila. Por lo que ha decidido “Proveernos una conciencia social adecuada” desde su ideario marxista pesimista próximo a Adorno, para poner su gota de agua en la interpretación del mundo y de la época que le ha tocado vivir, desde una poética que va más allá de la poesía social para recalar en “la poesía del desencanto” –como dice Pedro M. Domene. La libertad duele va más allá de la poesía social (comprometida, engagée) para habitar el territorio sentimental de la queja-denuncia y el combate activista redentor que lleva a ese otro paraíso dionisiaco, porque como dice Álvaro Salvador: “la poesía, hasta la más realista o la más combativa, es siempre sensual”. La voz del poeta quiere convertirse si no en la voz de la humanidad entera, sí en parte de ella. Y es que nuestro poeta es un hombre auténtico curtido en las mil batallas de su pensamiento rebelde, por tanto, lo que busca al escribir es realizarse a pesar de todos los pesares que la vida plantea, y la poesía ha sido el medio elegido para alcanzar su fin, ser portador de esa otra verdad revelada. La Libertad duele es la voz de un testimonio que interpela, el testamento de un poeta que lucha por su forma de entender la libertad, aunque esa lucha acabe en naufragio. Porque como diría Edgar Allan Poe “El único medio de conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella”, esa es la única fórmula válida para superar y vencer cualquier rebelión en la granja-mito de la caverna-quema de brujas que nos aceche, ya que “por encima de la vida está la libertad”, que diría el filósofo Gustavo Bueno.

Todos coincidimos en que la Libertad tiene un precio, es “una fuerza viva que entraña su propia y continua progresión” (A. Breton), por tanto, los seres humanos seguiremos buscándola eternamente como ícaros suicidas, aunque sea desde un planteamiento lector. Porque “estamos condenados a la libertad” (Sartre), eso sí, mientras nos dejen Tirios y Troyanos, ya que los “lobbies libertarios” de todas las épocas no cejan en su empeño de dirigirnos a la libertad que más les conviene en tal o cual momento. Porque como dice Zygmunt Bauman lo que peor le puede pasar al ser humano es tener que elegir entre libertad y seguridad: “O juntos o nada”, “Debemos prepararnos para un largo periodo que estará marcado por más preguntas que respuestas, y por más problemas que soluciones. Nos encontramos (más que nunca antes en la historia) en una situación de verdadera disyuntiva: o unimos nuestras manos o nos unimos a la comitiva fúnebre de nuestro propio entierro en una misma y colosal fosa común”. Aunque la Libertad, o es individual o no es libertad. Y mientras tanto, mientras los “elegidos” eligen la libertad que “mejor” nos conviene, es una buena forma de unión, leer “La libertad duele” de F. Javier Franco Miguel.

Opiniones de un lector

Custodio Tejada

Febrero de 2021      

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