viernes, 6 de marzo de 2020

ABRIL EN LOS INVIERNOS de Nicolás Corraliza Tejeda

ABRIL EN LOS INVIERNOS  de Nicolás Corraliza Tejeda

Opiniones de un lector. Por Custodio Tejada.


ABRIL EN LOS INVIERNOS DE Nicolás Corraliza Tejeda. Chamán Ediciones. Colección Chamán ante el fuego. Es un autor bastante activo en las redes sociales. 120 páginas. Cien poemas breves sin títulos y enumerados con números romanos. Cuidada edición cuya portada nos recuerda la pintura japonesa. Dedicado a Sabas Corraliza empieza con una cita de Claudio Rodríguez. Desprende un grato perfume a versoterapia. Versos que eliminan lo accesorio para poner en valor lo esencial de las pulsiones. Un poemario laberinto cuya llave para entrar y salir está en la mente del poeta. Una poesía mínima que alcanza el máximo lirismo. El poeta, como un Guillermo Tell, lanza sus poemas-flechas contra la diana de sus interrogantes vitales, que también son los nuestros.




ABRIL EN LOS INVIERNOS DE Nicolás Corraliza Tejeda. Chamán Ediciones. Colección Chamán ante el fuego. Es un autor bastante activo en las redes sociales. 120 páginas. Cien poemas breves sin títulos y enumerados con números romanos. Cuidada edición cuya portada nos recuerda la pintura japonesa. Dedicado a Sabas Corraliza empieza con una cita de Claudio Rodríguez. Desprende un grato perfume a versoterapia. Versos que eliminan lo accesorio para poner en valor lo esencial de las pulsiones. Un poemario laberinto cuya llave para entrar y salir está en la mente del poeta. Una poesía mínima que alcanza el máximo lirismo. El poeta, como un Guillermo Tell, lanza sus poemas-flechas contra la diana de sus interrogantes vitales, que también son los nuestros.

          Al final, la vida es, como los archivos informáticos, una cuestión de formato. A veces somos o actuamos como un PDF o un DOC, otras somos una imagen GIF o JPG, algunas nos encogemos en un ZIP o nos expandimos en la movilidad rítmica de un MP4. Y así podríamos seguir por HTML, ODT, MKV… De igual manera sucede con la creación literaria y artística, a través de sus corrientes y escuelas. El producto nos llega envasado en su formato, unos con manual de instrucciones o manifiesto incluido, y otros, hemos de averiguar su código de programación si queremos desentrañar su lenguaje y su mensaje. El formato elegido por Nicolás Corraliza ha sido el de una poesía breve y sucinta en un mundo cada día más prosaico y fragmentado. Decía William Shakespeare que la brevedad es el alma del ingenio. Yo debo tener poco, porque mis opiniones de lector son cada vez más largas. Y cuando se escribe desde la concisión hay que ser certero y eficaz en el decir para conseguir los efectos-dones deseados. El poeta José Iniesta escribe que “Ahora, que lo escribo, lo comprendo”, y es por ello por lo que pienso que escribimos para entendernos. La lectura es otra cosa, una aventura más sublime si cabe, se lee para aprender o disfrutar, para llegar a uno mismo a través de la voz de otro, pero también para tocar el cielo de las palabras convertidas en bálsamo. Dice Pablo Acevedo que “toda mirada (en donde reside la fuerza óptica del poema) desprende un aroma característico. El poema gana cuando conjuga revelación y ocultación, desvelamiento y máscara”, cuando “deja resquicio o fisura por donde la ironía pudiera actuar”.

            La primera edición de “Abril en los inviernos” de Nicolás Corraliza fue, por coherencia, en abril de 2019, el mismo día que nació el poeta José Ángel Valente. La imagen de cubierta es de María José López Cerro, cuyo paisaje nos recuerda la pintura japonesa (Kaiga) que, con aspecto de acuarela, parece más bien realizada al estilo Yamato-e, y por la que podemos imaginar cómo pasea el “Haijin” en busca de los versos que atrapan el instante. De hecho, algunos haikus nos esperan dentro. Parafraseando al propio Nicolás afirmaremos que la portada “siempre es una longitud:/ un tiempo inexacto que toma distancia en el paisaje” –dibuja con palabras en la página 50.   
      
            Si buscamos -Ecos y reseñas sobre “Abril en los inviernos”- de Nicolás Corraliza encontramos buenos ejemplos a tener en cuenta. Javier Gallego Dueñas nos dice: “Grandes poemas en los que predomina el pequeño formato, continuando la senda de la destilación en la que lleva inmerso el autor y perfecciona con cada nueva entrega. La pureza de conceptos no impide que se juegue con los sonidos y las resonancias, con las sugerencias y connotaciones”. José Luis Morante añade que: “En Abril en los inviernos, los versos abren una estela en el agua para ser testigos de la soledad y la intemperie, para protagonizar una contemplación… del tiempo, … para dar la mano a la emoción…” o “El poemario propone una intensa indagación del yo poético en un marco de soledad y espera… Vestidos con una lacónica desnudez los poemas adquieren un decir aforístico que esencializa el pensar”. También Efi Cubero confirma que “sus poemas, breves, concisos, nos dicen mucho con las palabras justas”. Antonio Rivero Taravillo matiza que “se trata de una colección de cien poemas breves sin título, algunos de gran, rotunda expresividad” y Miguel Veyrat reitera que es “un libro de alta intensidad emotiva”. Jesús Cárdenas nos advierte que “Nicolás Corraliza cultiva una poesía que busca la precisión sin ser hermético”. Y Beatriz Pérez Sánchez dice en Letralia.com que “En Abril en los inviernos también aparecen algunos recuerdos infantiles que destacan por su lirismo. Multitud de imágenes evocadoras, tristes y entrañables…” Y se podría seguir con un largo etcétera (Santos Domínguez Ramos, Miguel Ángel Real, Mari Carmen Torres, Carlos Alcorta, Esther Peñas, Álvaro Hernando… Con lo que podemos afirmar que Nicolás Corraliza es profeta en la tierra de la crítica y sus congéneres los poetas. El propio autor manifiesta en Facebook que “Escribo poesía desde hace tiempo, aunque fue en 2012 cuando editaron mi primer libro. Como dice el gran poeta Antonio Gamoneda, la poesía es un género para leerlo con un lenguaje apartado de la lógica. Como expresión artística, la poesía para mí tiene un poder balsámico, ya que al escribirla el mundo se entiende en toda su dimensión”.

            Libro que se mueve con soltura en el terreno movedizo de lo breve, tan fugaz como el suspiro, pero tan intenso como la queja. Metafísico y epigramático, existencialmente íntimo y aforístico en muchas ocasiones. Así es “Abril en los inviernos”, un poemario reflexivo que intenta hacer visible lo indescifrable. Con la sátira de la antigua Roma de por medio, o con la ironía romántica dispersa como gotas de perfume, los vasos comunicantes del asombro y la emoción también nos llevan a la poética del haiku y la poesía japonesa. Todo un aluvión de influencias, un atlas de caminos que van y vienen y que confirman la importancia de las huellas. Sus poemas, llenos de metáforas, al leerlos, unos desprenden ecos surrealistas o más simbólicos (v.g. XCVIII –P.116), otros podrían leerse como una poética con matices metalingüisticos (v.g. C- p.118, o el LXIV-p.82), algunos son más contemplativos o más filosóficos, o más posmodernistas en sus planteamientos (L_p.68), o con destellos de la experiencia (XLIII-P.61), con alguna tendencia al jeroglífico o el acertijo, tan juguetona como en la página 92 (LXXIV) donde se plantea escribir un ensayo al huevo, o con una vena de ironía (XV-p.21). A veces como un pos-teósofo o al menos como un poeta filósofo con vocación de asceta se adentra en las grandes preguntas existenciales o en las contradicciones religiosas con esa pizca de crítica que podemos leer en el poema XXIX-p. 57, en el XCVII-p.115 o el haiku V-p.23… Hay versos que resuenan en la mente del lector como epitafios: “Todos vivos./Los supervivientes y los resucitados./El mar se acaba/ ante el espejismo de los ojos/ para no entender la muerte” –p.21. Otros relampaguean con su chispa metafísica en busca de la luz: “El peso iluminado./ El espacio que ocupa lo visible” –p. 24. En “Abril en los inviernos” un remanso de luz alumbra lo cotidiano en busca de lo más sencillo y lo más intenso, enfoca lo importante que él quiere destacar, haciendo de las metáforas un camino de reflexión y encuentro. De un humor inteligente, con juegos de ideas y asociación de palabras nos deja destellos, que parecen grafitis, como éste: “Sin besos en la lengua,/ la vida es un pelo en la sopa fría” –p. 31., o “Doctor:/ hoy me duele el mundo/ a la altura del Hombre” p-95. Su libro es una calle por la que transitamos.

                        Algunos temas que sobrevuelan el poemario son la vida y la muerte, la realidad que se cuela por las rendijas, el amor, la poesía, el lenguaje, el paso del tiempo y la memoria-recuerdos (infancia, juventud…), la política, la religión… De cualquier lugar o cosa brota una de sus visiones: “De un bar cerrado” (p.46), “de la antigua Unión Soviética” (p.41), Albaicín, Roma, acuarios, laberinto, del mar, de un pensamiento, de una emoción, de la nieve sucia, juguetes, la escuela, un recuerdo, los ascensores, la lluvia, semáforos, los lunes, las estatuas… También los nombres y las citas que aparecen en sus páginas abren nuevas estancias: Nina Simone, Claudio Rodríguez, León Felipe, Gil de Biedma, El doctor Malo, Eduardo Moga, Antonio Martínez Sarrión, Félix Francisco Casanova, Adriano y Eva, Gabriel Celaya (“la poesía es una bala/ de un calibre excepcional” –dice Nicolás en la p. 56 y que apunta a la poesía social, aroma que también desprenden sus versos.

            Nicolás es un poeta de latidos, de pulsiones, de instantes sublimados, de fotógrafo verbal que transforma el lenguaje en un documento visual. “Y todo se manifiesta multiplicado/ como si en el interior/ las palabras tuvieran pulso” –aclara. Sus versos son el camino que “nos anda y nos desanda/ el cuerpo y el viaje” (p.22), el pensamiento y las emociones, una mirada al interior de las palabras, un encuentro con la contemplación como vía de aprendizaje. Nicolás insufla vida a las palabras, la suya propia, que, al compartirla, por impregnación, se hace otra y se injerta por esquejes en quien la lee, recetándonos “un verso en defensa propia” (p.69), y confirmando el poder sanador de la poesía, al menos, para el autor.

            Conforme leemos nos encontramos varias líneas de fuerza que, como sutiles cimientos, sustentan todo el edificio lírico. La primera es la dualidad de imágenes y conceptos, lo que le da un vaivén de ola o péndulo. La vida y la muerte, la primavera y el invierno, la calentura y el frío, la luz y la sombra, el recuerdo y el olvido, el día y la noche, lo fértil y lo yermo, agua y fuego, “el jaleo de la felicidad” y “el silencio del dolor” P.62… Y es desde esa percepción dual desde donde emerge la fuerza heroica y testimonial de Nicolás Corraliza, una poética bastante filosófica y terapéutica, casi notarial, puesto que levanta acta del instante concreto que el poeta-testigo vive y experimenta en sus ojos y en su mente, en su corazón y en el pensamiento. Y aunque nos invita a resistir, algo de desencanto hay en sus versos (p.40), hasta un deje estoico. La segunda son los cuatro elementos y las cuatro estaciones en una interacción constante de puntos cardinales. Verbigracia: Agua (LXI), fuego (LXII), aire (LXXVI) y tierra (LXIX).

Libro casi telegráfico, si no en la extensión sí por las pulsiones que lo sostienen. “Ser./ Pertenecer a una emoción/ para estar vivo/ o morir en el intento” –esplende en la página 100. Pudiera parecerte en algún momento que por él fluye una escritura automática o un azar objetivo, pero no, todo responde a una estrategia del poeta, es su estilo, un relámpago repentino que ilumina con la contundencia y la fugacidad de los fuegos artificiales, una poética que retrata el instante y se hace, de forma calculada, “sangre de golpe en el papel” (LIX-p.77). Y aunque nos advierte en la página 53 (XXXV) que “Los que están de pie/ odian a los sentados./ Con la felicidad ocurre lo mismo./ A ser posible no la muestres.” , tendremos al menos que manifestar que mientras lees “Abril en los inviernos” disfrutas felizmente (usaremos el adverbio) de una tarde lectora. Un territorio lleno de verdades reveladas por la voz de su experiencia. El poeta quiere hacernos partícipes de su dicha y su congoja. Estos poemas-reflejos, que revelan y ocultan, son la síntesis de un rico bagaje existencial, de una mente despierta y un corazón en marcha “que pertenece/ al pájaro y a la música” p.87. Os invito a leerlo en voz baja.

Y por esta vez, sin que sirva de precedente, terminaré esta opinión lectora con un poema propio que me ha inspirado la lectura de “Abril en los inviernos”.

VERSOTERAPIA

            A Nicolás Corraliza

Erguido en la torre del poema
donde tan bien escribes
con efecto placebo
tan solo abril seduce
la vida de este mundo
que hace de los ojos
un pájaro con alas


Custodio Tejada
Opiniones de un lector
Enero de 2020


Periódico GRANADA COSTA. nº 492. Enero de 2020. Depósito legal GR-1579/99