Opiniones de un lector. Por Custodio Tejada.
INVENTAR
EL HUESO de Olalla Castro. Editorial Pre-textos, Poesía. XXXIII Premio Unicaja.
Heurístico título donde los pronombres marcan una declaración de intenciones y
una ruta a seguir. Con una portada desnudamente monocromática está envuelto en
un plástico prescindible. 16 Euros. Tamaño especial de 13x19 cms. 87 páginas y
41 poemas separados en seis partes. Distribuidos de la siguiente manera: I.- “Decir
yo es cavar una tumba” con siete poemas, II.- “Tú en el hueco” con siete
poemas, III.- “Nosotras, que vinimos de lejos” con otros siete poemas, IV.-
“Ellos vendrán” con seis, V.- “Del lenguaje y sus muertos” con ocho poemas y VI.-“Atraviesa
bailando este dolor” con seis poemas. Tres citas, como tríadas o trinidades
dialógicas, casi todas de mujeres, preceden cada parte.
INVENTAR
EL HUESO de Olalla Castro. Editorial Pre-textos, Poesía. XXXIII Premio Unicaja.
Heurístico título donde los pronombres marcan una declaración de intenciones y
una ruta a seguir. Con una portada desnudamente monocromática está envuelto en
un plástico prescindible. 16 Euros. Tamaño especial de 13x19 cms. 87 páginas y
41 poemas separados en seis partes. Distribuidos de la siguiente manera: I.- “Decir
yo es cavar una tumba” con siete poemas, II.- “Tú en el hueco” con siete
poemas, III.- “Nosotras, que vinimos de lejos” con otros siete poemas, IV.-
“Ellos vendrán” con seis, V.- “Del lenguaje y sus muertos” con ocho poemas y VI.-“Atraviesa
bailando este dolor” con seis poemas. Tres citas, como tríadas o trinidades
dialógicas, casi todas de mujeres, preceden cada parte.
Cuando enumeramos una serie de citas elaboramos un
contexto que estudia la dialéctica entre el contenido manifiesto y el contenido
latente. El lector cuando opina sobre una lectura, desde su óptica, plantea una
serie de estrategias que guían un descubrimiento o una caja de resonancias. Se
le atribuye a Iósif Stalin la frase: “Si quieres conocer a la gente que te
rodea, averigua qué leen”. Así que, sin subestimarme por ser un lector común,
añadiré otra cita igual de puntiaguda, esta vez de Henry Thoreau: “No conozco a
casi ningún intelectual que sea tan abierta y auténticamente liberal que se
pueda hablar con libertad en su presencia”. Escribe Rosa Luxemburgo en “Reforma
o revolución” lo siguiente: “Porque es nuestro sistema dialéctico el que le
muestra al proletariado el carácter transitorio de su yugo, les demuestra a los
obreros la ineluctabilidad de su victoria y ya está realizando una revolución
en el dominio del pensamiento”. También dice Valentín Volóshinov que “La
palabra es el fenómeno ideológico por excelencia” o que “toda palabra expresa a
una persona en relación con la otra”. Para Mijaíl Bajtín el lenguaje y la
palabra “son el indicador más sensible de las transformaciones sociales”. “Hay
una grieta aquí/ partiendo las palabras/ pintadas sobre el muro./ Una infección.” –que diría el poeta Raúl
Quinto. El propio Vladimir Illich Lenin y su experiencia utópica/distópica
plantea en su libro “El Estado y la revolución” una tesis en la que “El estado
es un instrumento del que se valen las clases dominantes para perpetrar su
poder sobre las clases explotadas”. Si cambiamos el concepto Estado por el concepto Lenguaje y la palabra “clases” por “sexo/género-raza”,
estamos en las mismas latitudes y nos vale la tesis anteriormente mencionada
para afrontar la lectura de este poemario de una forma más profunda y certera. Antonio
Gramsci manifiesta que “La realidad está definida con palabras. Por lo tanto,
el que controla las palabras controla la realidad” o “La conquista del poder
cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción
concertada de los intelectuales llamados –orgánicos- infiltrados en todos los
medios de comunicación, expresión y universitarios”. Silvestre Manuel Hernández
en “Dialoguismo y alteridad en Bajtin” afirma que “Las palabras significan
aquello que la sociedad que las –produce- les asignan. Su funcionalidad y
resemantización depende de los discursos socioculturales o literarios donde se
inscriben… la palabra pertenece tanto a quien la enuncia como a quien se
destina y la confronta”. Jesús G. Maestro dice que “No hay literatura
a-estatal. La literatura es una prolongación de la política”, o, “El mito de la
cultura, un grimorio posmoderno, es la gremialización del individuo”. “La
–lucha por la historia-, es decir, la lucha por ganar la verdad histórica, le
puede interesar a toda facción o grupo para mantener su hegemonía frente a
otros en el presente (sea con fines políticos, o sea con fines ideológicos”
–remarca Pedro Insua. “La poesía de la experiencia… quiso construir la
cuadratura del círculo: desde la izquierda, -reconstruir- el sentimiento y al
individuo, dos pecados que siempre combatió el comunismo” –afirma Francisco
Morales Lomas. También Luis García Montero concluye que “El reto de la creación
es una toma de postura en un conflicto en el que no marcan el paso las
discusiones abstractas, sino los sentimientos de verdad. De ahí su verdadera
dimensión ideológica” (p.13 del libro Nuevas poéticas y redes sociales, coordinado
por Remedios Sánchez). Y apostilla Fernando Valverde que “El poeta, dentro de
los moldes del capitalismo social, tendrá que perseguir una supuesta
originalidad para encontrarse con todo lo contrario, la imposición de un
lenguaje y de una forma”. Valerie Solanas postula que “El hombre es un
accidente biológico; el cromosoma Y no es más que un cromosoma X incompleto,
una serie incompleta de cromosomas. En otras palabras, el hombre es una mujer
fallida, un aborto ambulante, un aborto congénito. Ser hombre es tener algo de
menos…” Todo lo dicho sería el sustrato del “inconsciente ideológico”, que
diría Juan Carlos Rodríguez. Y mientras, debajo de su nogal heredado, Basilio
Sánchez canta que “No nos quedan lugares en los que sea posible lo absoluto”, o
que “La poesía no explica ni argumenta,/ la poesía sólo llama a las cosas”; sin
embargo, siempre habrá quienes busquen con ahínco “desfacer agravios y
enderezar entuertos”, quizá por esa tendencia quijotesca que el español tiene
para luchar por las quimeras y el idealismo.
En todas las épocas se vive una lucha a muerte por
controlar la dirección del idioma y por dirigir el rumbo de las conciencias, en
definitiva, por imponer una visión supremacista, totalitaria y redentora frente
al otro, considerado siempre como un disidente o un infiel, cuanto menos, si
discrepa o difiere, quizá porque nadie quiere un lenguaje verdaderamente inclusivo
donde quepamos todos, al contrario, siempre terminan siendo excluyentes. Vivimos
una época caótica donde todo se subvierte, todo se cuestiona y está en continua
transformación, todo muere o se le mata como una especie de “totum revolutum” en un continuo Génesis
creador, porque si algo ha demostrado el siglo XIX y especialmente el XX es que
al ser humano le gusta matar o anunciar la muerte, y además genocidamente: al
prójimo, a Dios, a la poesía, al arte, al autor, al lenguaje, la ideología, la
democracia, la historia, al estado, la justicia, la tragedia, la función
poética, la literatura, la verdad…, todo está en cuarentena porque descontentos
y hastiados con lo que tenemos buscamos otra cosa que nos sirva y nos salve
mejor. La extinción, por tanto, se convierte en la única salida revolucionaria
para empezar de nuevo, piensan algunos que la solución es explotar un final
atómico o de guillotina para encontrar un renacer más puro y más justo al otro
lado, como ya se pretendió tan fatídicamente en el pasado. ¿Pero en ese río
revuelto en el que vivimos, quiénes son los pescadores y cuál es su ganancia? Mientras
tanto, suenan nuevos tambores de guerra anticapitalista para justificarnos,
como grafitis abracadabras pintados en cualquier pared urbana: “Destroy the system”; y otras pintadas
más largas y nostálgicas como: “¡Por la reconstitución ideológica y política
del comunismo!”. “Y es que al principio no fue el verbo sino el daño/ y nadie
desde entonces ha sabido extinguirlo” –leemos con rabia en la página 65.
Esta
opinión lectora bien podría titularse “El marxismo como trasunto poético en
Olalla Castro”, y por extensión en muchos y muchas poetas de esta época. El
marxismo y sus nuevos matices más o menos dulcificados impregnan la obra de
muchos creadores en este comienzo de siglo y milenio, una poesía que pretende
transformar el lenguaje, reinventar la realidad y reinterpretar el mundo y la
historia. Conseguir a través de la palabra una nueva revolución
ideológico-conceptual del mismo calibre que se produjo con la reforma
protestante y sus efectos WASP, salvando distancias y matices.
Literariamente hablando también vivimos en la época de la
“premiocracia” (eslabón orgánico del
sistema convertida a la vez en crédito, dinero, mercancía y capital) donde los
premios, como anzuelos, marcan el rumbo de casi todo, del poder y su interés,
de la publicidad, de la literatura y el arte, de editoriales y mercados, de los
autores y su prestigio, de los lectores, de los modelos de discurso a seguir,
del lenguaje moda correcto y de la opinión pública adecuada. Conseguir un
premio es la mejor carta de presentación y la mejor promoción que uno puede
tener para estar en el candelero de las ventas y de la publicidad mediática y
su ruido. Olalla Castro, por mérito de una obra exquisita, en este último año 2019
entra por la puerta grande del éxito no con uno, sino con dos premios
consecutivos debajo del brazo: El “XXII Premio Internacional de Poesía Antonio
Machado en Baeza” con “Bajo la luz, el
cepo”, publicado en la Editorial Hiperión, y el “XXXIII Premio Unicaja de
Poesía” con “Inventar el hueso”,
publicado en la editorial Pre-textos. Dos libros magníficos publicados en dos
grandes editoriales de poesía que comparten muchos vasos comunicantes, tocados
ambos con la varita mágica del momento más propicio y la poética más laureada.
Dice Asunción Escribano en su blog: “Inventar el hueso es, sin duda, un magnífico libro, inteligente y
lúcido, que sigue abriendo camino… manifiesta la voz propia de la autora desde
una mirada nueva y original. Sin duda alguna, todo un logro lírico.” El Jurado
del premio conseguido lo definió como “un libro directo y bien construido, que
responde a un proyecto estético reconocible y a profusas lecturas en torno a la
problematización del yo y su reivindicación feminista”, o que el libro plantea
“la búsqueda de un yo capaz de construir una genealogía nueva a través de lo
poético”. José Enrique Martínez (Filandón) en el Diario de León añade: “se
puede intuir que la voz de Olalla Castro es densa y conceptual, con un
pensamiento difícil de sintetizar fuera de sus propios versos”. “El blog de los
baños árabes” (hammamalandalus.com)
afirma que [Su obra propone un relato por la libertad de las mujeres, la clase
obrera, los pueblos colonizados, los subalternos y oprimidos] y la propia
autora recomienda y nos confiesa “en lo colectivo y no en lo individual” ¿Cómo?
A través de “la organización colectiva, el pensamiento y la praxis
transformadoras, la lucha; sólo desde ahí podremos romper con la estructura del
poder y aspirar a un tipo de libertad distinta a la construida por la fábula
del capital que solo nos hace libres para vender nuestro tiempo, nuestra vida,
fuerza de trabajo a cambio de un salario.”
“Inventar el hueso”,
un título heurístico donde ya el verbo nos prepara para el cambio, para tomar
partido y ser fuerza activa, para “crear alguna cosa nueva que antes no
existía”, aunque es verdad que este verbo transitivo (que transfiere) también
tiene un componente imaginario o ficticio. Al comienzo el hueso puede pasar
inadvertido, pero cuando acabas la lectura caes en la cuenta de que el hueso
hace referencia a la “costilla de Adán”, y ambos conceptos juntos como título, “Inventar el hueso”, trazan las
coordenadas-estrategias del viaje interior que el poemario propone: una
conversión ética y transformadora que guía el descubrimiento lector. En ese
trayecto-recorrido que abarca más allá incluso de la historia, nos vamos
encontrando una serie de epifanías que la poeta comparte con nosotros como la
de la página 53 que dice: “Podremos defendernos” o “Esta vez, cuando regresen,/
se toparán con ellos”, o, con “Nosotras,/ que bailamos en la historia del
mundo/ mientras alguien sin ritmo/ nos pisa los pies en cada giro.” –esplende también
en la página 35.
Nuestra autora, inmersa en la sociedad, no grita cuando
escribe, susurra, “porque sabe(mos)/ que lo que de verdad es peligroso/ se ha
de decir en voz muy baja.” –revela en la página 44, quizá porque “siempre hay
un ellos/ donde seguimos mudas” (p.45). Olalla tiene claro cuál es su objetivo
desde el principio, el fin que justifica su poética y su vida: “Lo urgente es
la luz:/ decir su brillo sobre el cristal/ y no lo que la opaca.” (p.37), o “ha
venido a enseñarte” –dice en el poema “Los ojos de los muertos” (p.79), quiere
que nos bañemos neoheráclitamente en
la sabiduría de su río para que aprendamos a renombrar el lenguaje y dotarlo
así de una nueva con(s)ciencia, para ella la única posible. Ese es su plan
salvífico (p.68). Ella, conocedora de la situación actual en la que vivimos, y
con su visión de nuestro pasado y nuestro presente, se plantea cambiar el
futuro, aunque sea metaliterariamente, porque sabe de la importancia del relato:
“Retrocedamos/ decenas de siglos en la lengua/ hasta un segundo antes de
empezar a fingir/ que una hebra invisible atraviesa los nombres/ y los une a
las cosas” (p.63), o, “Eres esa memoria/ y también este incendio” –manifiesta
en la página 69. “Desde el hueco terrible de la culpa” (p.52) señala a los
culpables para impedir su impunidad, porque no quiere que “Ellos”,
generalizadamente, se vayan de rositas “cada vez más pequeños,/ hasta parecer
inocentes/ del grito, del semen, de la llama.” Y deja bien patente que la unión
consigue la fuerza del cambio. “Nosotras:/ ¿para cuándo otras manos,/ otra
historia, otra estirpe?” –esgrime en la página 41.
En el poema de la página 79 “Como quien lanza un anzuelo”
se percibe cierto paralelismo simbólico con una cristo-poeta, Olalla Castro se
autoerige en mesías y profeta de su causa, en la voz de la conciencia
colectiva, en “ángel exterminador” del cambio que viene a purificar con el
fuego de la palabra transcendiendo el victimismo, a desenterrar “la verdad que
los otros enterraron” (p.78), en definitiva, a acabar con el miedo. “Me
alimento de muerte:/ lo uso como cebo/ para atraer más muerte hasta mi plato.”
–confiesa en la página 70. Morir para renacer, es un canto a la comunión, al
tránsito de los pronombres: del yo al nosotras pasando por el tú y acorralando
el ellos, lo colectivo frente a la turba del individualismo y el patriarcado,
“Para que deje el lenguaje de ser/ o jaula o fuga” (p.64), evasión o cárcel, absolución
o castigo.
Varios hilos de Ariadna, como “cuerpos-péndulos” que nos
balancean, tejen y sustentan este libro y también a la autora: la crítica
marxista, la crítica feminista y de género, el colonialismo y la raza, Freud y
el psicoanálisis, la semiología y las escuelas francesas de la crítica, la
deconstrucción… Como el efebo que busca su lugar frente al precursor, así,
Olalla Castro encuentra su sitio más allá de “la angustia de las influencias” y
transciende “la escuela del resentimiento” que diría Harold Bloom, para seguir
adelante con su discurso e instalarse en el parnaso-comité de la lucha de la
palabra contra la barbarie del silencio, para conducirnos (por el camino de los
pronombres) de la poética a la ideología. “Son los dedos blanquísimos/ conque
disparan a los ciervos,/ azotan a los esclavos/ y a nosotras nos manosean sin
permiso.” –denuncia en la página 54, o, “Ellos no entienden,/ pero adivinan ya,
sólo con vernos,/ la forma en que nuestra ternura los socava.” –reza en la
página 56.
Un autor no deja de ser más que un lector que escribe, y
eso es lo que pone de manifiesto la intertextualidad de un libro, el lector-época
que lo habita. Además de los más o menos invisibles nos encontramos con los
fehacientes como Rousseau, Descartes, Montaigne, Pessoa, Woolf, Musil,
Heráclito, Antígona, Adán y Eva y el cristianismo (“a pesar de Platón y de su
estirpe” –nos apunta en la página 15), AudreLorde-Samuel Beckett-Adrienn Rich,
Ada salas-Pilar Fraile-Erika Martínez, Anna Almátova-Francisca Aguirre-María
Sotomayor, Alejandra Pizarnik-Elisabeth Bishop-Nicanor Parra, Chantal
Maillard-Jaques Derrida-SadiYusuf, AnneSexton-Cristina Peri Rosi-Marina
Tsvetáieva…
El poemario tiene un componente metalingüístico claro que
deja en el aire una música de fondo que suena a Chomsky y a Lacán,
especialmente en la parte V “Del lenguaje y sus muertos”. “No olvidemos que
antes/ de trenzar las palabras/ nuestros dedos ya hallaban los caminos/…
Tachemos la gramática/ y probemos a decir otra vez.” –susurra en la página 63,
o, “A veces la poesía/ es esto oscuro que se embosca/ y respira de prisa detrás
de la maleza” –encontramos en la página 71. Incluso en “Lo que se escurre es el
poema” (p.72) podríamos hallar una poética activa y comprometida. El
vocabulario utilizado apunta a lo apocalíptico y a la revancha, pero a la vez
tiene algo de “ave fénix”, ya que transforma el lenguaje (cuando se
interrelaciona) en un tejido de nuevos campos semánticos. Así leemos palabras
como dolor, daño, rabia, turba, muerte, miedo, noche, temblar, huesos, muertos,
sudario, tumba, bestias, árida, baliza, vacío, herida, ceniza, ceguera… pero
también semillas, verdad, deseo, oro, grano, alimento, vida, luz, cantar…
Para Olalla la poesía es un arma cargada y puesta al
servicio de una causa: su fe, con la cual quiere reescribir-reconstruir otra
vez el mundo y la historia, la poesía y las palabras. “Inventar el hueso” es, en su conjunto, una poética, un plan de
vida, una filosofía, un programa político o un manifiesto, es todo eso y más, pero
por encima de todo es una “mano-puente” tendida a los demás, del lenguaje con
la vida, del pasado y el presente con el futuro, de la poesía con la política,
del arte con la ética, de la palabra con la conciencia... y todo a su vez en
interacción constante con la historia y la tradición. Aunque las etiquetas son
lo que menos importan a la hora de afrontar una obra, ésta, se podría englobar
dentro de la poesía crítica, poesía social y comprometida o de la conciencia
feminista, una tendencia cada vez más intensa entre nuestras escritoras poetas,
especialmente. La excelente poeta Olalla Castro, siempre en busca de su propia
autenticidad, se debate a lo largo del libro entre dos imágenes o metáforas
potentes, la del pan y la de los peces, la de panadera y la de pescadora, y que
aluden por su significado a cierto paralelismo con la iconografía cristiana,
quizá porque, como diría Andrés García Cerdán: “Se trata de desacostumbrar y
desacralizar la literatura (el lenguaje) para, a continuación, resacralizarla
según una fe rupturista”. La poeta, que busca “convertir [la poesía] en un
anzuelo” (p.66) quiere descifrar o convertir el lenguaje en “un bisturí/ con el
que sajar la vida” (p.68), y a los lectores nos da un papel de peces, sus
versos serían los gusanos señuelos, y ella se convierte en una pescadora de
almas que sueña con revoluciones pendientes que extiendan su vieja buena nueva.
Pero también nos dice en la página 17 que “amasar a diario lo distinto/ implica
aceptar que el pan sabe a otra cosa;/ que los nombres que inventamos no nos
sirven”, y por tanto, urge establecer otra vía salvífica y redentora a través
de una nueva percepción o una nueva ética: “Es necesario un tú/ donde salvar la
vida.”, “hasta transformar/ lo atroz en alimento,/ el pan en grito” –nos dice eucarísticamente en la página 23, o,
“cocinando los huesos de otros/ para hacer esta sopa/ que a otros servirá de
alimento” (p.40). Ya que solo así la mujer podrá decir que “hallaste el oro/
siquiera una pepita” (p.82) (¿será una referencia al clítoris?) y que de alguna
manera evoca el Manifiesto Scum y la militancia activa de Valerie Solanas donde
el hombre vive “en la creencia mística de que por tocar oro se convierte en
oro”, o sea, en mujer para completarse; porque es imprescindible “un idioma
común” para cambiarlo todo y hacer que triunfe “el amor que amontonamos en las
yemas” –confiesa en la página 42.
“Inventar el hueso”
es un libro incisivo en su mordedura, cuyo bocado nos lleva a un nuevo Génesis
y a una nueva manzana, con una delicada destilación ideológica cuyo resultado
alcanza el rango de proclama que susurra, aunque dentro lo que habita es un
grito desgarrador que busca la liberación de un antiguo desgarro. En
definitiva, estimado lector, aquí encontrarás una poesía escrita al más alto
nivel lírico e intelectual llena de méritos y connotaciones, con muchas
corrientes freáticas, llamada a perdurar como símbolo de una época y una lucha
tan antigua como nueva. Su lectura no te dejará indiferente, su calidad tampoco.
Custodio Tejada
Opiniones de un lector.
Noviembre de 2019.
INVENTAR
EL HUESO de Olalla Castro. Editorial Pre-textos, Poesía. XXXIII Premio Unicaja.
Heurístico título donde los pronombres marcan una declaración de intenciones y
una ruta a seguir. Con una portada desnudamente monocromática está envuelto en
un plástico prescindible. 16 Euros. Tamaño especial de 13x19 cms. 87 páginas y
41 poemas separados en seis partes. Distribuidos de la siguiente manera: I.- “Decir
yo es cavar una tumba” con siete poemas, II.- “Tú en el hueco” con siete
poemas, III.- “Nosotras, que vinimos de lejos” con otros siete poemas, IV.-
“Ellos vendrán” con seis, V.- “Del lenguaje y sus muertos” con ocho poemas y VI.-“Atraviesa
bailando este dolor” con seis poemas. Tres citas, como tríadas o trinidades
dialógicas, casi todas de mujeres, preceden cada parte.
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Nº 490 Noviembre de 2019. Granada Costa. Depósito legal Gr-1579/99
Nº 490 Noviembre de 2019. Granada Costa. Depósito legal Gr-1579/99