HERMANO LOBO (Pedagogía
silvestre) de Ulises Varsovia. Colección Verso y Color de la Editorial Adarve.
142 páginas y 65 poemas.
HERMANO LOBO (Pedagogía
silvestre) de Ulises Varsovia. Colección Verso y Color de la Editorial Adarve.
142 páginas y 65 poemas.
Un lobo aullando nos recibe en la portada y en la solapa esta
advertencia: “No hay género literario más difícil que la poesía, más hermoso
que el verso y más visual que la prosa poética. Por todo ello, no podemos
quedarnos de brazos cruzados mientras desaparecen los últimos poetas o –peor-
son sustituidos por juglares dulzones que cantan pálidos boleros”. Así es como
la editorial Adarve nos presenta el poemario “Hermano Lobo (Pedagogía
silvestre)” de Ulises Varsovia. A modo de prontuario, el autor nos advierte que
es un “manual pedagógico… dirigido a un público extenso de amantes de la
naturaleza… puede también ser utilizado en clases de biología y medio
ambiente”. Ulises, coloca el foco de atención en “nuestra fauna amenazada”,
“descubriendo tanto su físico como sus costumbres y atributos de manera amena y
hasta divertida” –desvela en la contraportada. También confiesa a través de
Facebook que “Hermano lobo… trata de un homenaje a nuestra fauna… 64 poemas,
cada uno dedicado a un animal”. Aunque la obra data de 1995, esta primera
edición de la editorial Adarve es de octubre de 2018. Los verdaderos
protagonistas de este libro no son la fauna o la flora como pudiera parecer,
sino la misma naturaleza poetizada, y a través de ellos, de sus
poemas-animales, el alma del poeta aspira a ser ofrenda y parte del ciclo vital
que supone el verso en la vida del lector. El mismo autor así lo confiesa:
“Allí quiero volver cuando mi vida/ caiga…/ para nutrir de mi muerte al
sistema”.
“Hermano
lobo” es un libro repleto de intertextualidades y connotaciones, desde el
propio nombre del autor, Ulises Varsovia, hasta el título, que nos trae a la
memoria a Francisco de Asís, pasando por las múltiples referencias que aguardan
esparcidas en sus páginas, la lectura está impregnada de significados fecundos
que elaboran un nuevo contexto. Hace referencias a la mitología griega, a
Dédalo en el topo o a Selena en la rana, lo que contribuye a generar un mar de
interrelaciones y polisemias.
Ulises Varsovia nos va dejando su poesía “a campo
traviesa”, nunca mejor dicho. Y así lo imaginamos, con un bloc de campo y
andando por esos mundos de Dios mientras observa todo bicho viviente,
incluyéndose a sí mismo, a través del filtro de la naturaleza y la palabra. Nuestro
poeta, como si de un Félix Rodríguez de la Fuente se tratase, da el puesto
agazapado tras los versos y retrata a los animales con pericia de biólogo, pero
también de humanista solidario con la causa: animales en peligro de extinción. Por
sus poemas, en algunos casos con un deje casi mitológico y convertidos en
hábitats líricos, también discurre, casi en paralelo, la huella del hombre a
modo de espejo y contraste. Los títulos de los poemas, todos de animales,
además de en español aparecen en su versión más científica y menos vulgar, en
latín. Es curioso observar cómo a través de ellos el autor hace una radiografía
a su ser poético, convirtiéndose, quizá, en otro animal más de su prontuario,
el número 65, “Yo espié sus intimidades/ por horas camuflado en el follaje”
–nos confiesa el propio autor, y es que este libro funciona como un “Gran
Hermano” que escudriña en todas direcciones, hacia fuera y hacia dentro, hacia
el futuro y el pasado, una mirada a los animales a través del hombre y su
historia.
Nos enseña a ver la fauna y la flora con otros ojos,
desde la palabra exclusivamente, sin más imagen que el significado que ellas
proyectan, nada más y nada menos, sin más guía que su instinto de poeta, con
“sigiloso y ligero estilo”, “como un sonar obscuro” “en cinegética danza”. Con
ellos, con los animales, vistos a través de los ojos hechiceros de Ulises
Varsovia, viajamos desde el salón o la fortaleza de algún monarca hasta las
cuevas de Altamira o Lascaux, a Norte Chico o Choapa, a la selva del Amazonas,
al Rin y Costanza, o a las reminiscencias del cómic y los superhéroes de la
mano del lirón y el mapache, a “la ambrosía de los dioses” o a “la danza de los
siete velos”... Lugares que también les pertenecen a ellos y que nuestro autor
se los devuelve en un ritual lingüístico y propiciatorio de conservación eterna
a través de la poesía, que intenta atrapar la quintaesencia de esos 64 animales
y de toda la naturaleza, además de la suya propia y por extensión la nuestra.
Dos versos definen en una perífrasis al hombre y lo sitúa en el tiempo y el
lugar que le interesa, para responsabilizarlo de la parte que le toca: “Antes
que el bípedo insurrecto/ descendiera a la metafísica aullando”.
Poemas de ritmo vertiginoso y musical en donde la interrelación
de palabras y conceptos agilizan la velocidad del mismo y su significado último:
“De la sierra arroyos linfas girantes” o “Espesura silente íntimo espacio”. Refiriéndose
al “Apodemus sylvaticus” nos dice en la página 18: “¿Qué sería del sistema/ si
no cumplieras tu destino…/ si no existiera tu vida?”, versos que en cierta
medida guardan un paralelismo metalingüístico con la figura del poeta y su
función lírico-existencial dentro del ecosistema humano. Te sobrecogen imágenes
como las de ese búho que caza y lo compara con un ángel de la muerte o un
espíritu de ultratumba. Las palabras se vuelven chamanes que invocan a los
espíritus con sus ritos fónicos, como si fueran puentes de la historia o vasos
comunicantes entre el mundo humano y el mundo animal (heraldos, samuráis,
peregrino, romeros, gaitas, ermita, hilanderas, jerarca, señor feudal,
gladiador…)
Libro lleno de recursos y figuras literarias de las que
enumeraré algunas. En el poema “Castor” la personificación se eleva a
aspiración máxima del poema. Antítesis: “Nocturno cazador vegetariano”.
Anáforas como las de la página 11 que te hacen imaginar la zancada del lobo
aproximándose en carrera. Perífrasis: “el señor de la capa negra” para referirse
al murciélago. Epanadiplosis: “la hora de la entrega, la hora”.
Concatenaciones: “de su largo, largo exilio”. Paronomasias: “Trucha la trucha
toda animada”. Metáforas, comparaciones, adjetivaciones, hipérbaton… Y cuando llega el turno del cuervo alude a
Edgar (Allan Poe), ampliando el mundo de las intertextualidades y las connotaciones,
que tan bien se mueven por el libro. Usa con frecuencia en sus versos la
estructura gramatical adjetivo – sustantivo – adjetivo: “íntima cola cimbrante”
“húmedos campos removidos”, tríadas que dotan a sus poemas de un ritmo
envolvente de significantes y significados como si fueran mantras demiúrgicos.
Libro
que despliega magnetismo e invoca a la madre Naturaleza y su manto protector, libro
que hipnotiza con sigiloso lirismo y zarpazos certeros para convertirnos en
presas indefensas atrapadas por su poesía y su mirada. La poética de “Hermano
lobo” va de lo animal a lo humano y viceversa, en un vaivén de razonamientos y
paralelismos que convierten a los conceptos en cajas de resonancias. Ulises
Varsovia, como una Apis mellifica, con su pedagogía silvestre, vacía en
nosotros un “cáliz de néctar insigne” haciéndonos partícipes de una alquimia
lírica y erudita. Si decidís transitar por esta jungla llena de poesía con mayúscula
os recomiendo que no “desafiéis los espíritus del bosque”, más bien dejaros
poseer por su aliento chamánico y evocador.
Custodio
Tejada
Octubre de 2018
Opiniones
de lector
http://custodiotejada.blogspot.com.es
HERMANO LOBO (Pedagogía
silvestre) de Ulises Varsovia. Colección Verso y Color de la Editorial Adarve.
142 páginas y 65 poemas.
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