LA POLICÍA CELESTE de Ben
Clark. Editorial Visor. 68 páginas. 33 poemas en dos partes (15 en la I y 18 en
la II), un prefacio, un epílogo y agradecimientos.
LA POLICÍA CELESTE de Ben
Clark. Editorial Visor. 68 páginas. 33 poemas en dos partes (15 en la I y 18 en
la II), un prefacio, un epílogo y agradecimientos.
Cada antología, cada revista literaria, cada aula de
poesía y cada tertulia es un miniparnaso dentro de la bóveda celeste que acoge
a los verdaderos elegidos para ser arcángeles de la palabra, para ser
portadores de la Poesía escrita con mayúsculas, esa que sienta a su mesa a los
grandes “chefs” de la creación literaria. Cada lengua tiene su Parnaso o su
cielo empalabrado con letras de molde, pero hay muchos tipos de parnasos, el de
los premios es uno, luego está el de la historia de la literatura, la nacional
(si del norte o del sur o allende los mares…) y la universal (en un idioma o en
otro), el parnaso del momento contemporáneo y el eterno… y así podríamos estar
hablando un rato de parnasos y poesía, o sea, de cánones, al fin y al cabo. El
día 23 de febrero de 2018, en el aula Abentofail de poesía y pensamiento de
Guadix, el poeta José Infante dijo que “los poetas son un coro de grillos, solo
trascienden los mejores”, afirmación ésta que me atormenta desde entonces por
la parte que me toca. También dijo Marcel Duchamp que “Contra toda opinión, no
son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros”, y desde ahí,
al menos, encuentro algo de consuelo al descubrir que por lo menos siempre nos
quedará nuestra faceta lectora como un resquicio de luz creadora, al margen de
la luz inacabada que el autor proyecta en su obra. Hay libros y autores que
nadie habla de ellos y otros que los tecleas en internet y hayas múltiples
referencias, un auténtico misterio el de los cauces publicitarios.
Para hacer un semblante literario del autor recurriré a otras
voces, incluida la suya propia. De Ben Clark, el poeta de mirada clara, que
considera a su generación “heredera de los despojos, de lo que sobra”, podemos
leer en la red que escribe una “poesía con toques pop” y un estilo
transparente. Él mismo dice en una entrevista refiriéndose a su libro: “intento
llevar todas las experiencias cotidianas a la experiencia universal”. El jurado
del premio Loewe reconoció a La policía
celeste “por ser un libro muy sencillo, muy transparente, traspasado de una
sabiduría y de una objetividad ante una realidad”, un libro de amor filial que
demuestra una “madurez de una persona que todavía es joven”. Jaime Siles
explica que es “un libro de amor en sentido amplio, una obra muy bien
construida desde el punto de vista rítmico y sintáctico, y con un profundo
sentido de unidad”. Túa Blesa añade que “el personaje de este libro habla de un
modo natural, cercano al de la conversación”. Y Enrique Vila Matas define la
obra poética de Ben Clark así: “Sospecho que Eliot y Cernuda lo saludarían. Y
también que en su inspección de la bóveda celeste el amor es central. Percibe
la poesía como una aventura. Ben Clark, explorador de abismos. No solo es
joven, sino que está vivo, y es un clásico.”
El poemario “La policía celeste” se abre con un “Tell
Laura…” encriptado que suena como un anillo de boda, o sea, como una canción
que quizá sea el planeta verdadero que el autor busca, aunque a lo largo del
libro muta. Ya desde el principio la música te acoge enmarcando el trayecto de
tu lectura. La canción de Ray Peterson te acompaña como una de las bandas
sonoras del libro y su danza de intertextualidades. Otra es el prefacio donde
invoca a “Die Himmelspolizey”, historia ésta que da título al poemario. Dos
citas dan paso a la primera parte, una del astrónomo alemán J. D. Titius y otra
de César Vallejo, que nos sitúan en el centro de la creación y junto al
Creador. Atravesando estas mimbres del poemario continúas pasando páginas hasta
“Cuando llegue el poema”, el primero de la saga, en busca de su origen que no
es otro que ese “universo/ alrededor del día en que llegaste”. Ben Clark
consigue que el poema, “como un santo incorrupto”, habite en él y en nosotros a
la vez, esté dentro y fuera de lo escrito.
“La policía celeste” es un poemario de amor envuelto en
una sábana de estrellas, planetas, cometas, recuerdos y anécdotas como
telescopios, una declaración de amor en toda regla, porque pronto descubres que
el poema más verdadero del libro es Laura (y el padre), que todo lo impregna
con su ser de planeta o de anillo y como sentido último de la alegría de vivir
“llenando de palabras/ el espacio vacío” –susurra en la página 15; y que es en
definitiva lo que hace Ben Clark con nuestra mente lectora, llenar ese espacio
donde “todas las divisiones son mentira/ salvo las que divide los cuerpos en
dos” –afirma contundentemente en la 23.
Ben Clark no es el primer escritor que navega en dos
extensos océanos al mismo tiempo. Recordemos a José María Blanco White. Al
“pedirle consejo a tu poema” observo que, proveniente de esos dos mundos, el
anglosajón y el español, ambos se dan la mano en el poema “Kiln” de la página
61, entre otros sitios; porque es “un enamorado de Lorca, pero un obseso de
Philip Larkin”. Ben Clark consigue que el poema sea esa torrentera de
influencias y relaciones y construye “El mejor de los mundos posibles”, como su
“querido abuelo Norman”, en ese indulto que “presente y futuro confabulan/
contra los planes tibios del pasado/ -nos cuenta en la página 18.
El
firmamento para él es el lenguaje, y a él acude con vocación de policía
celeste, o sea, de astrónomo y filólogo. Son la relación de las palabras y sus significados
junto a la memoria los verdaderos planetas que busca, los verdaderos fenómenos
siderales de su escritura. Y lo que hace Ben Clark mediante el lenguaje y sus
propios recuerdos es “viajar a la galaxia/ que gira en cada uno de nosotros” y
de sí mismo –confiesa en la página 51. Y como una lección de astronomía, vamos
deshojando sus páginas celestes, allí donde el niño y el hombre chocan sus
galaxias y se acuerdan de su vida proyectada. Ben Clark se asoma al universo
para mirar lo más adentro posible, una curiosa forma de mirarse al espejo y
hacer introspección subido en el Cometa Halley. “Escúchala y sabrás todas las
cosas/ que no dice este libro” –advierte en la página 31. Así hay que
interpretar sus silencios, como la voz de una madre, ya que nos guían por sus
páginas llenas de recuerdos, pinceladas de memoria que convierten su vida en la
bóveda celeste del poemario. Hasta el punto de llevarnos a su infancia, “Soy un
niño/ en medio de un poema, nada más”. Poemario donde abundan los recuerdos,
ese pasado que late todavía en el pecho del autor como una especie de espejismo
de sí mismo, “en un cajón con llave”, en un diálogo casi permanente con el
padre, otra figura crucial en el libro, como Laura. Y es que transforma a las
personas en poemas, a su abuelo Norman, a Laura, a su padre y a sí mismo… y a
nosotros, sus lectores.
El libro, dividido en dos partes
(una de 15 poemas y la segunda de 18), nos descubre que es “una línea/ que
separa la vida en dos instantes:/ lo que fue y lo que ya no puede ser,/ hilos
de nieve que van tejiendo el poema” –nos dice en la página 39. Alterna poemas
largos de 30 o 35 versos con poemas cortos de apenas 8 ó 10 versos. Prevalecen
los versos de arte mayor, endecasílabo y alejandrinos. Nos encontramos juegos
de palabras que se transforman casi en trabalenguas, “los ritos de los rotos”
–página 23, “kiln/kill”, reiteraciones, personificaciones, sinestesias,
paralelismos, anáforas, aliteraciones… “Un libro de cerámica./ Un jarrón de
papel”, “Reflejo del reflejo de un recuerdo” “los cantos rodados de los ríos/
(dicen que son sus lágrimas)”, “Y juntos contemplamos al culpable./ Y juntos
contemplamos a la víctima”…
Por el libro vuelan los temas de siempre, el amor es el
primero de todos, pero también desfilan el dolor de la enfermedad y la muerte,
el tiempo y la nostalgia (nos lleva a la catástrofe de Aberfan para hacerles un
homenaje a todas las abuelas), y el poema “Ceres” nos ayuda a entender que el
planeta más auténtico es la amistad y el pan de su fruto, ”que ama y comprende
los milagros”. Y en ese otro mundo más intertextual que el libro tiene también
aparece Crusoe, la película “Be careful what you wish for”, la poeta Anne
Sexton, una canción de Lady Gaga como otra banda sonora más del libro, Fabio de
la Flor, Carline Herschel, Apolo y Dafne y Bernini, Hipócrates, Caín y Abel,
Stanley Kunitz… y todo esto va sonando a la vez que vas leyendo “La policía
celeste”.
“Ten cuidado con lo que deseas” –nos aconseja en la
página 17, porque como él mismo manifiesta “más allá de tu obra está el
lector”. Al final, Ben Clark “regala/ un tesoro a un extraño” lector que le
agradece esta conjunción planetaria de versos que viajan en un Rolls Royce
Phantom negro que es lo que es la colección Visor de poesía con su cubierta en negro.
“La policía celeste” es un conjunto de poemas que funcionan como un mosaico de
la memoria rehecha que pretende ser la medida universal de toda la realidad
refundada en el amor. Porque qué es un lector sino un amigo que comparte las
migajas del autor en un acto cuasi eucarístico, “cuando no/ haya nada de nada y
sólo queden/ palabras sobre el pan” –nos advierte en la página 26. Conforme
avanzas en la lectura compruebas que la mirada de Ben Clark va más hacia dentro
que hacia fuera, aunque a veces coinciden las dos al mismo tiempo, como si
fuera un astrónomo del espacio interior a través de una mirada sideral, porque
mira afuera para llegar más adentro. Para Ben Clark la página y la habitación
son igual de planetas que Marte o Ceres, y en ese juego de significados
superpone unos con otros hasta conformar la poética de su libro. La memoria y
la figura del padre están de moda en nuestra literatura más reciente. Y este libro vuelve a confirmarlo, un libro
que al leerlo apreciarás una mutación en él, el amor de Laura se va tornando en
un amor filial, donde la figura del padre (junto a los recuerdos) se erige en
el pilar central de este magnífico poemario y de este excelso poeta.
Custodio Tejada
Opiniones de lector
21 de junio de 2018
LA POLICÍA CELESTE de Ben
Clark. Editorial Visor. 68 páginas. 33 poemas en dos partes (15 en la I y 18 en
la II), un prefacio, un epílogo y agradecimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario