LA FUERZA VIVA de Alejandro Simón Partal. Editorial Pre-textos. Premio de poesía Arcipreste de Hita 2016. 54 páginas.
LA FUERZA VIVA de Alejandro Simón
Partal. Editorial Pre-textos. Premio de poesía Arcipreste de Hita 2016. 54
páginas.
El futuro de
la poesía, pienso yo, y máxime sabiendo que la hojarasca de las bibliotecas y
de los premios no para de crecer y multiplicarse, que no será tanto de los
autores o de los libros como de los versos y los poemas. Dichoso el autor que
tenga un poema magnífico que lo salve y lo redima del olvido, si tiene más de
uno llegará a los libros de texto y a los paraninfos. Y si consigue reunir, de
entre toda su obra, una antología de poemas únicos y excepcionales será un
genio digno de inscribirse en el Parnaso con letras capitales y mayúsculas. Qué
fácil y tiñoso resulta criticar los premios cuando no se tienen y qué
prepotente resulta defenderlos cuando se poseen. Aunque los premios no son la
panacea de la creación literaria sí son acicates para conquistar el mercado,
hacerse nombre y seguir adelante, pero no siempre cautivan al lector. En este caso comparto el
júbilo con el autor porque La fuerza viva de Alejando Simón Partal te atrapa con
su poesía fresca y directa, sin tapujos, y con su propósito de mar trovador que
convierte un conjunto de experiencias en un oleaje poético y existencial.
La
Fuerza viva es un librito (breve y bueno) de poesía que, como frasco de
perfume, rezuma amor y coraje, y donde el autor muere en cada verso por… “que
murió de amor (al escribirlo), como mueren los/ que vinieron a vivir de otra
forma.” –nos dice en la página 17. Lo escribió, según nos advierte, en Boulogne
sur Mer, en Francia, mientras ejercía de lector, quizá por eso el mar penetra
por sus páginas. La figura del padre del poeta, como una sombra alargada y
fuerza vivísima, envuelve todo el poemario. Alejandro Simón, en este libro, se
muestra trasparente, se desnuda, se entrega, se da en comunión para ser
devorado como si fuera el perfumista Jean-Baptiste Grenouille en las últimas
páginas de la novela El perfume, de Patrick Suskind.
Unas
citas nos alumbran el parto y ambientan el camino. Lo abre una de Wislawa
Szymborska: “Nadie en mi familia murió de amor”, otra de Ricardo Molina: “¿De
qué me sirve que hayas creado hermoso el mundo?”, otra de El Cordobés: “Yo tuve
un padre de humo”, y la que lo cierra, de Vicente Aleixandre: “Yo sé que todo
esto tiene un nombre: existirse.”
¿Cómo
se prepara uno/ para lo que no se puede aceptar?, pregunta en la página 17,
pues superando los miedos y sublimándose que es lo que hace nuestro poeta. La
fuerza viva te atrapa conforme te adentras en ella, con una poesía llena de
experiencia que respira cierto aire pop. Repartidas como semillas mágicas que
esperan su fertilidad, nos encontramos en su poesía, cuidadosamente sembradas,
las palabras “mantra” de una época que te seducen mientras las lees y crean una
atmósfera de interconexiones: Shawarma, Coca cola, Apple, piercing, Refugees
Welcome, glory holes, techno trance…, porque Alejandro busca “su lugar en el
tiempo”, se nos dice en la página 38. Y conforme vas leyendo atisbas una
escenografía intertextual del momento que vive el poeta y sus ojos: (la
película Las Leandras de Eugenio Martín y protagonizada por Rocío Dúrcal, Lola
Flores y su hijo, Alice Oswald, General San Martín, Louis Garrel, The Police…)
Alejandro
Simón Partal, en su cotidianidad y en la aparente sencillez de su poesía se
sabe eterno y tranquilo “como esos tomates gloriosos… con un poco de aceite”, o
esa sandía enterrada y fría, sabiendo “cristalizar lo que importa” como la sal.
Partir de lo finito y lo concreto para alcanzar lo infinito y lo impreciso. Busca
el amor, aunque pareciera que huye de él, y se encuentra con la vida y la
muerte, y el poeta se queda con lo fundamental y lo suficiente: un puñado de
recuerdos y emociones que le acompañan como equipaje en ese “dejarse llevar”
por la trama a través de los poemas y de la vida en busca de la serenidad del
futuro que “progresa sin dejar de ser rutina”. En la página 35 el poeta nos
dice que los poemas son “Toboganes… (que) pasan con facilidad del ocio a la
quemadura” en esa búsqueda coherente de su voz amante, y así lo demuestra la
retahíla de intertextualidades que recorren el poemario a modo de señales autobiográficas.
Su poemario,
La fuerza viva, es, al fin y al cabo, una casa con techo y suelo, un “puñado de
tabiques/ que cumplen su misión de estructura” donde ubicar su secreto a voces
y a fuerza viva, porque vivir es a veces no poder demostrarlo, y eso es lo que
precisamente intenta nuestro poeta.
Opiniones de lector.
Custodio Tejada
20 de Septiembre de 2017