martes, 19 de octubre de 2010

EXPOLIO, ¿PASIÓN POR EL ARTE?

EXPOLIO, ¿PASIÓN POR EL ARTE?

El mundo del arte es siempre apasionante, se mire por donde se mire. El arte nunca deja de sorprendernos. Al mismo tiempo que un cuadrode Pablo Picasso, “Muchacho con pipa”, se vende en una subasta por casi 86 millones de euros, convirtiéndose en el cuadro más caro del mundo, multitud de yacimientos están siendo saqueados y destruidos. El coleccionismo privado de arte (legal e ilegal) gira y gira sin detenerse. Consume sin contemplaciones. Acapara sin remordimientos. Como una apisonadora pasa por encima de quien haga falta a fin de satisfacer antojos y decorar mansiones. Hay quienesven el arte con ojos nada románticos, simplemente como otra forma de conseguir admiración y prestigio o pingües beneficios.

El negocio del arte mueve miles de millones en todo el planeta. Ningún país está a salvo de sus tentáculos. El capricho de los coleccionistas no parece tener límite, el egoísmo antropófago de los cazatesoros tampoco. La arqueología y la historia es lo que menos interesa en este juego del “monopoly art”. Es como si los objetos antiguos se hubieran convertido en talismanesque dan suerte a quien los posee. En una versión tangible de El Secreto, donde la ley de atracción funciona por contacto directo. Hay quienes los usa como amuletos en vez de contemplarlos como un patrimonio colectivo que nos transmite el saber del pasado y que nos ayuda a conocernos también en el presente. Y por supuesto, un legado que debemos preservar para el futuro. Para muchos, el arte se ha convertido en un modo de inversión que incluso desgrava a Hacienda. Las prestigiosas casas de subastas, Christie´s y Sotheby´s, han convertido las ventas privadas de arte en un pelotazo mondo y lirondo. Incluso hay quienes sospechan que en algunas casas de subastas se venden a tocateja obras obtenidas a través del robo y el expolio. De una u otra forma el mercado del arte siempre ha sido un negocio rentable. Grandes fortunas se han amasado con su expolio.

Algunos coleccionistas con tal de satisfacer sus apetitos de exclusividad y buen gusto no tienen escrúpulos ni reparos en acudir al mercado negro en busca de sus caprichos. Y este mercado y sus mafias cada vez mejor organizadas, extienden sus redes más allá de la legalidad, el respeto a la arqueología y la preservación científica de la memoria histórica de la Humanidad. Y de esta manera, lo que se pierde, se pierde para siempre. Por que la información que un hallazgo proporciona no sólo depende del contenido sino también del continente.

Bien almidonada en Internet y en lugar a veces invisible en las aduanas, la “Lista Roja” del Consejo Internacional de Museos (ICOM), asociación no gubernamental asociada a la UNESCO, avisa a las autoridades competentes y también a los piratas del arte, del patrimonio mundial en peligro, de todos los objetos de incalculable valor histórico-artístico que son susceptibles de ser saqueados y colocados en el mercado negro al alcance del mejor postor. Incluso a veces el robo se hace hasta por encargo previo, con nocturnidad y alevosía. Expolio a la carta para satisfacer a falsos mecenas.

El 80% de las obras de arte asiático que hay en el mercado se obtienen de forma ilegal, profanando tumbas, destruyendo templos, acabando con el patrimonio colectivo de un país y de toda la humanidad. Convirtiendo el contrabando y el expolio en un modo de vida con el que sobreviven los ciudadanos en algunos lugares del planeta, víctimas además del subdesarrollo, de la guerra y también de la mafia. Y el estado, frágil y muchas veces corrupto, no tiene la voluntad ni los medios necesarios para conservar y proteger su patrimonio histórico cultural. Sin darse cuenta que, por ignorancia o corrupción, lo que pierden es algo más que una obra de arte, es la huella de su paso por la historia, son las señas de identidad de su amor propio, su mismísima autoestima.

Lo más curioso es que muchas de estas colecciones particulares conseguidas de dudosa forma, terminarán siendo públicas por donación o como forma de pago a Hacienda, y formarán parte de los fondos de museos estables y seguros en los países ricos, Japón, EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania...Los cuales se encargarán dedarle forma jurídica para que esas joyas nunca más salgan de sus fronteras y perpetuar así el atropello pirata con el que fueron conseguidas, con el que fueron expoliadas.

El expolio de los templos y palacios de Angkor, construidos entre los siglos IX y XV, ha estado a punto de arruinar la antigua capital del imperio Khmer, en la actual Camboya. Sus budas y jemeres, lo último en decoración, han sido saqueados sin miramientos. El arte milenario sucumbe ante el capricho capitalista de atesorar reliquias, descuartizando la historia colectiva para satisfacer el apetito más equivocadamente individualista. Convirtiendo el interés por el arte en una afición acaparadora de meros fetiches.

En China o la India los ladrones han vaciado por completo templos y tumbas imperiales. El tesoro del Museo de Kabul, en Afganistán, sigue en paradero desconocido, seguro que pasto del mercado negro. La barbarie, la incultura y el fanatismo religioso, también hacen de las suyas, como sucedió con la destrucción de los Budas de Bamiyán, dinamitados por orden del mulá Omar en el año 2001 por considerarlos nocivos para el Islam. Esta es otra forma de expolio más cruel e ignorante todavía si cabe. Y de eso sabemos bastante los españoles. Y si no, recordemos nuestra propia Guerra Civil y sus atentados artísticos.

En África central (Nigeria, Costa de Marfil, Camerún, Burkina Faso, Mali, Ghana...) las máscaras rituales Chokwe desaparecen de los museos. En Iberoamérica tanto de lo mismo. En México, el ochenta por ciento de los yacimientos de Yucatán han sido saqueados. Iglesias y conventos de Guatemala están sufriendo la misma lacra que muchos conventos e iglesias sufrieron en España en la época dorada del expolio peninsular, capitaneado por el famosísimo y ahora redimido por la Virgen de la Cabeza de Cúllar, Erick el belga. Igual suerte está sufriendo Perú, Belice, Honduras...

En Irak, tras la invasión estadounidense, se robaron 14.000 piezas del Museo de Bagdad. Muchas han sido recuperadas, pero otras siguen desaparecidas. Curiosamente siempre viajando con destino a los países ricos.

Hay quienes dicen que en los países pobres hasta los diplomáticos extranjeros se sirven de su inmunidad para sacar furtivamente antigüedades. Expolio y saqueo frente a gobiernos que hacen la vista gorda debido en parte a la corrupción de los funcionarios y en parte por miedo a perder la ayuda que le proporciona el país rico del diplomático en cuestión. Muchos países, sobre todo en Europa y Norteamérica, tienen leyes que prohíben la exportación de tesoros antiguos. Con la magnitud que representa el tráfico ilegal de arte no sería descabellado pensar que se usan los mismos circuitos y estratagemas del tráfico de armas, drogas o personas.

Una empresa Norteamericana dedicada a buscar tesoros, presuntamente se ha llevado de un pecio marino español un cargamento de monedas de un galeón apodado el Cisne Negro, ya que su verdadero nombre permanece oculto para evitar persecuciones legales. De un lugar secreto se han extraído más de diecisiete toneladas de monedas de oro y plata cuyo valor puede rondar los quinientos millones de dólares. En las monedas aparece la imagen de Carlos III. Pero los cazatesoros campean a sus anchas no sólo por los mares y océanos sino también por determinadas lagunas legales. Ya que en Estados Unidos el secreto judicial ampara el expolio de pecios con cargamento español, quizá todavía influenciados por la herencia de los piratas ingleses. Pero el supuesto expolio del Odyssey Marine Exploration (OME) no es una excepción ni un caso aislado. Otra compañía cazatesoros, la BDJ Discovery Group, ha solicitado a un juez de Carolina del Norte que acepte bajo el mismo secreto “legal”, sus informaciones mensuales de extracción de otro pecio sin identificar. Entretanto en el mar de Alborán y en otras partes de nuestras costas siguen esperando multitud de tesoros.

En junio del año 2004 se detenían dos médicos “cooperantes” españoles, uno en Madrid y otro en Valencia, que usaban su labor en una ONG como tapadera para expoliar obras mayas y aztecas. Se les requisaron 228 piezas de arte precolombino.

En la provincia de Granada, como en otras provincias de España, la Guardia Civil decomisa con cierta frecuencia piezas arqueológicas a particulares que saquean yacimientos y abastecen el mercado negro español. ¿Cuánto patrimonio se estará expoliando, cuánta información histórica perdiendo para siempre? Me temo que como no sean otras las políticas arqueológicas de nuestros gobiernos, unas veces por saqueo y negocio, y otras por evitar que cultura paralice la obra y sancione con una espera perpetua al propietario del lugar, nuestro rico y variado patrimonio formará parte más de la voracidad de la máquina excavadora o de colecciones privadas y extranjeras que de los expositores de museos públicos.

Enterrar la cabeza como avestruces no es la solución y mirar para otro lado tampoco. Hacen falta más medios, más partidas presupuestarias, más control y vigilancia de los yacimientos, así como especial protección en los PGOUS y Normas Subsidiarias, más dotación de espacios museísticos, más personal cualificado, más excavaciones... Por que allí donde haya negocio habrá una mafia organizada dispuesta a lucrarse de unos bienes que nos pertenecen a todos. Y es que es nuestra obligación dejarlos en herencia a las futuras generaciones. El país que pierde su patrimonio es un país que pierde su tesoro más preciado, su memoria y su autoestima, y también una fuente inagotable de progreso y desarrollo.

La mejor garantía de conservación de esos bienes culturales y artísticos sería que permaneciesen enterrados, como lo han estado hasta ahora, y que las distintas administraciones y universidades, poco a poco, según les permitiese el presupuesto fueran excavándolos y recuperándolos para el análisis de los eruditos y para el disfrute del público en general. Pero como las cosas de palacio van despacio, por no decir lentísimamente, a muchos yacimientos cuando les toque el turno de estudio habrán sido victimas del saqueo o la destrucción sin más, habiéndolos perdido para siempre. Así que sería mejor anticiparnos al desastre ahora que medio podemos, porque lo perdido ya es irrecuperable.

Sabemos y estamos comprobando que hay “buscatesoros” que funcionan como empresas privadas, que peinan las costas con tecnología punta en busca de galeones hundidos, o de grupos organizados que rastrean los campos con detectores de metales y azadas en busca de pedazos de la historia. Funcionan como empresas, lo hacen por negocio. Y si lo hacen es porque obtienen rentabilidad. Por lo tanto me pregunto yo; ¿sería viable y conveniente la creación de una empresa pública o concertada con particulares, en colaboración con las distintas administraciones, universidades y museos, que se dedicara al estudio y recuperación de nuestros yacimientos arqueológicos de una manera más contundente y ágil de como hasta ahora se hace? ¿Se podría excavar de manera “empresarial” quedándonos para los museos públicos las piezas únicas de valor especial y proceder a la venta controlada públicamente del resto de piezas extraídas, que no sean interesantes para el patrimonio. Y aprovecharse el estado de un mercado que existe? ¿No sería mejor que fuera la comunidad la que se beneficiara en vez de particulares sin escrúpulos? ¿O bien se podría velar por satisfacer ambos intereses, seleccionando las mejores piezas para los museos públicos y sacando a la venta las restantes piezas, y con ese beneficio seguir reinvirtiendo en nuevos estudios, en nuevas investigaciones, en nuevas excavaciones y extracciones? ¿Ayudaría dicha empresa a preservar más y mejor nuestro patrimonio? ¿Sería posible que esa empresa pública, con los beneficios que generase con esa forma de trabajo los reinvirtiera en otros proyectos de excavación, en la mejora o creación de nuevos museos, o de complementos extras a los presupuestos en dicha materia? Claro que con el grado de corrupción que tiene la política no sabemos si sería mejor o peor. ¿Aumentarían los datos y nuestros conocimientos de una manera más rápida, desentrañar los misterios de nuestra historia sería más ágil y eficiente...? ¿Sólo con los quinientos millones de dólares que presuntamente se ha llevado la Odyssey Marine Exploration cuánto se podría haber hecho? ¿Cuántos historiadores, restauradores, arqueólogos… se podrían haber contratado a través de esa empresa pública o concertada? Pero no miremos lo que se han llevado, concentremos nuestros esfuerzos en lo que todavía queda por descubrir, que es muchísimo. ¿Cuándo será esta una propuesta contemplada en algún programa electoral de nuestro país? ¿Cuándo el poder público será más competitivo y eficiente que el interés privado? ¿Debería nuestro país crear una red de “Odysseys” con la tecnología punta puesta al servicio de la arqueología y las universidades? ¿Necesita nuestro patrimonio no solo defensa y vigilancia, sino también recursos y una apuesta más decidida por agilizar estudios y excavaciones, buscando la rentabilidad de dichos trabajos? Si lo hace una iniciativa privada como el Odissey Marine Exploration, ¿por qué no pueden los estados hacer lo mismo? Parece ser que siempre ganan los piratas.

Puede que sea una idea extravagante, pero en estos casos la iniciativa privada lleva la voz cantante y va por delante del interés público. Por la parte que nos toca sería conveniente invertir los papeles. ¿Quién sabe? A lo mejor algún día. Por fin parece que ese día ha llegado, acabo de enterarme hoy (lunes 18 de octubre de 2010) por la prensa, que Defensa concluye en Cádiz la primera campaña con barcos militares para localizar restos de naufragios. Ojalá sea para bien de nuestro patrimonio y de la cultura.

Autor Custodio Tejada