CUADERNO DE ITALIA de Santos Domínguez. Por Custodio Tejada.
Opiniones de un lector.
CUADERNO DE ITALIA de Santos
Domínguez. Siltolá Poesía. 70 páginas y
35 poemas. El poemario está dedicado a Marcela Filippi. Es un “Grand Tour” lírico. Dos citas en la contraportada, una de
Félix Grande y otra de A. Sáenz de Zaitegui, dejan claro el libro y el poeta
que tenemos entre las manos. No es un crucero, no es un safari, no es una guía
turística, no es un museo. Es mucho más que eso, es un excelente poemario que
nos lleva de viaje a través del lenguaje. Santos Domínguez, como un cicerone o
un maestro de ceremonias nos conduce y nos guía por la arquitectura de su
mirada convertida en plano y en perspectiva. Ya el título “Cuaderno de Italia”
nos invita a recorrer un itinerario, a realizar un viaje, a descubrir la
bitácora de una nostalgia que se hace palabra y verso, imágenes vivas de una
memoria. Como un libro de viajes o un cuaderno de artista el poemario se hace
mapa o callejero, guía espiritual y diario. La belleza de sus versos provocan
un “estrés del viajero” lector. Una espiritualidad o mística cósmica nos
aguarda dentro. Al final concluye el poemario con la última parte titulada
“Envío”, donde refleja las dedicatorias.
Mencionar o citar implica generosidad,
porque es una forma de reconocer. Una cita es un selfi compartido. Cuando
citamos, intertextualizamos. E intertextualizar es como hacer una foto de
familia. Todos los itinerarios poéticos, por regla general, suelen ser
itinerarios saludables e iniciáticos. Dentro de cada libro hay siempre un
itinerario xanadú. Toda reseña encierra algo de epitafio, porque cuando el
crítico acaba con ella muere el lector que la hizo. Un libro o un lugar pueden
tener muchos epitafios cuando cerramos sus páginas.
Para Pablo d´Ors “todo lo que nos pasa por
dentro, por oculto o modesto que parezca tiene una repercusión universal”, y
para Adonis “la poesía siempre viaja”. Dijo Julián Barnes que “la lectura y la
vida no están separadas, son simbióticas”. En el Museo del Prado se conserva el
“Cuaderno italiano”, un documento escrito donde Goya plasmó su paso por Italia.
También están los “Cuadernos de Italia” de José del Castillo o Mariano Salvador
Maella. El propio Diego Velázquez también realizó dos viajes de descubrimiento
y formación artística por Italia. Gracias a eso tenemos cuadros como “Vista del
jardín de la Villa Médicis”, al que Santos Domínguez se ha atrevido a ponerle
una banda sonora de palabras y sentidos en este poemario.
Dice José Manuel Benítez Ariza que
“Cuaderno de Italia” “es una luminosa celebración de la cultura, del humanismo,
del placer del viaje e incluso de la amistad. Está muy bien escrito, abunda en
acuñaciones memorables y obra en el lector un curioso efecto de inducción a la
serenidad. José Luis Morante asegura que “cada monumento y cada experiencia
cultural son percibidos como un viaje interior a las raíces que clarifica y
recrea el contexto histórico y las vetas argumentales de su estar en el tiempo…
la mirada es punto de partida para una intensa indagación interior sobre la
frágil consistencia de la naturaleza humana… Cuaderno de Italia descubre la
íntima conexión entre arte y devenir existencial. Despierta en el aire limpio
de la amanecida el deseo de mirar las cosas con la luz del espíritu”. Y Jorge
de Arco afirma, en un artículo titulado “Vencedores del tiempo”, que Santos
Domínguez en su Cuaderno de Italia “contempla lo digno de ser cantado y lo
canta de modo alto y nítido. En este sentido nuestro poeta goza de una técnica
primorosa, de orfebrería, entiende su quehacer como el del artesano”. “Es un
libro lúcido y cautivante”.
Ya el título “Cuaderno de Italia” nos
invita a recorrer un itinerario, a realizar un viaje, a descubrir la bitácora
de una nostalgia que se hace palabra y verso, imágenes vivas de una memoria.
Como un libro de viajes o un cuaderno de artista el poemario se hace mapa o
callejero, guía espiritual y diario. La belleza de sus versos provocan un
“estrés del viajero” lector. Una espiritualidad o mística cósmica nos aguarda
dentro. Como “una oscura metáfora del tamaño del hombre” los versos de
Santos Domínguez nos cincelan por
dentro. El mármol de su poética nos sublima a través del arte. Una poética, la
de este libro, que lo mismo se hace cuadro, que se convierte en claustro, en
panteón, en monte, en templo o en consciencia. En la contraportada dos citas
piropos, una de Félix Grande y otra de A. Sáenz de Zaitegui, hacen las
funciones de sinopsis. En el interior un prólogo breve de Marcela Filippi Plaza
nos prepara para el trance, para el síndrome de Sthendhal o de Florencia o de
estilo que nos espera dentro.
Cuaderno de Italia es un viaje, por el
arte, por la geografía, por un país, por el lenguaje, por las emociones… Los
nombres nos seducen con su música vehicular. Pronunciar un nombre es un viaje
en sí mismo. La grafía de un lugar es mágica. Su poder teletransportador se
hace más evidente que nunca en “Cuaderno de Italia”. Santos Domínguez, como un
pintor de palabras, nos lleva de Caravaggio a Velázquez, a Bernini o Borromini,
Miguel Ángel, Leopardi, Dante, Escipión, Henry James, Goethe, Rafael Alberti…
Pero también nos conduce del Tíber a Pérgamo, a Roma, Salerno, Florencia,
Siracusa, Sicilia, Pompeya, Nápoles, Recanati, Venecia… O por arte de magia
lingüística vamos del Panteón de Agripa a los Pinos de Monte Mario, al Templo
de Isis, al barrio de Trastévere, al Teatro Marcello, a los Jardines de
Velázquez, las Termas de Diocleciano, Ponte Vecchio y el río Arno. Pero tranquilos,
que no estoy haciendo “espoiler”, porque lo importante es su lectura y la
emoción psicosomática que nos producen sus versos.
La mirada, como esencia del viajero,
define cada jornada del poemario. Y así leemos: “Es un lugar oculto a la mirada
extraña”, “sobre el contorno en ruinas de una mirada frágil”, “que invade la
mirada”, “y hay una luz central que abarca la mirada”… Aunque es un manjar para todos los sentidos,
no solo para la mirada. “Cinco arroyos que cantan o rugen contra el agua/ como
el viento en las noches destempladas de marzo” pg. 35 También impregna el
poemario cierto perfume panteísta, por lo que tienen sus versos de teosóficos y
místicos. “Cantaban las esferas, revelaban la cifra/ secreta de los astros./
Vibraba la armonía del intervalo,/ giraban en sus círculos los números
perfectos,/ las partes habitadas y el discurrir del sol” –como canta en la
página 61. También como un poeta arquitecto o un poeta astrónomo escribe: “Todo
lo entiende el ojo cuando mira hacia arriba,/ hacia la semiesfera que cifra el
universo/ en su cúpula astral y en su bóveda oscura”, “Y hay una astronomía de
ciclos planetarios, de lunas y estaciones y números enteros/ que invocan en sus
celdas lo cósmico y el símbolo,/ la perfección del centro, la diagonal y la
esfera/ la armonía en equilibrio del cuadrado y el círculo” –dibuja
técnicamente con palabras en la página 20. También hay una mirada écfrasis,
como la que nos deja en el poema “In absentia” de la página 15. Gracias a sus
poemas vivimos muchos viajes dentro del mismo viaje. El autor nos hace danzar
entre el arte y la filosofía, entre el lenguaje y la arquitectura, entre la fe
y la razón, la ciencia y el arte, la escultura y la magia del espacio, y todo
enhebrado por el lenguaje poético que se torna en hilo de oro, en el hilo
lírico de Santos Domínguez. “En una misma plaza,/ ¿la fuente milagrosa o la
portada curva?,/ ¿el bosque de columnas o el proscenio barroco?,/ ¿la fiesta de
la carne o el triunfo de la mente?/…/ el baldaquino en bronce se soporta en los
números,/ y el desafío del hueco se sostiene en las cúpulas” –dice en la página
26. En “Cuaderno de Italia” perspectiva y geometría se funden en el lenguaje
hasta transformarse en poética y cúpula de metáfora. Santos Domínguez, como un
traductor, ha ido transformando columnas, pinturas, experiencias, esculturas,
paisajes… en lenguaje poético.
El poeta también se hace pintor de almas,
en biógrafo lírico. “¿Bernini o Borromini?/ la cólera suicida del célibe
iracundo/ o la viril potencia del que ignoró la envidia?” Hay poemas más
crípticos u oníricos como “El sueño de
Escipión”, donde el autor recuerda a Macrobio. Santos Domínguez, como un
excelente creador de atmósferas nos lleva por el espacio y el tiempo. Versos
convertidos en columnas, poemas transformados en esculturas o pinturas, el
libro entero erigido como una arquitectura edificio puesta al servicio del
placer lector, y todo formando parte de un artefacto lírico que nos lleva de la
poética al éxtasis y de la historia al apunte íntimo. Con el poema “Cúpula del
Duomo” parece que estamos sobre la catedral de Santa María de las Flores en
Florencia: “la levedad robusta de los nervios,/ la piel sin armadura./
Aprendida en la música que rige los planetas/ y en la espina del pez,/ eleva su
linterna hacia el centro del mundo/ la cúpula más bella de la Tierra”. Después
de leer esto el lector solo puede suspirar o gemir y darle gracias al poeta por
volver a levantar, esta vez con palabras, la cúpula de Brunelleschi, desde
ahora también la cúpula lírica de Santos Domínguez. En el poema de la página 38
“En casa de Maurizio” encontramos a un poeta juguetón y divertido, un Santos
Domínguez lleno de sentido del humor, otro sentido más que cruza el poemario.
Una “laudatio” a la amistad. No puedo obviar el emotivo poema de “San Cosimato
in Mica Aurea”, que surgió en el lugar donde le daban quimioterapia a Marcela
Filippi Plaza y dedicado a ella “en la piedra que piensa”. Esa es la otra
intrahistoria que a veces tienen los poemas y que no es necesaria para afrontar
su lectura.
Después de leer “Cuaderno de Italia” de
Santos Domínguez, uno descubre que las piedras y el camino hablan y que los
sentidos en flor del poeta siempre están atentos. Como el “Grand Tour” lírico
que es, sus poemas producen un síndrome lector equivalente al de Florencia.
Síndrome que para distinguirlo de otros, por la emoción psicosomática que
produce su lectura, podríamos llamarlo Síndrome de Estilo, ya que su poética
nos lleva al éxtasis y al vértigo, como si fuera un “Pangue lingua gloriosi”.
El poeta, por este libro y todos los demás, merece un lugar destacado en el
Parnaso, pero también en los reconocimientos más mundanos, sabiendo que ha
conseguido prestigiosos galardones. Ojalá la suerte y la buena brisa le vengan
de cara y siga cosechando recompensas. Es mi deseo. Mientras llegan o no, lo
mejor es disfrutar con sus textos. Larga vida tengan sus lecturas. Larga vida
tenga Santos Domínguez.
OPINIONES
DE UN LECTOR
Custodio
Tejada
21
de julio de 2023