MADERA DE DERIVA de Ángel Olgoso.
OPINIONES DE UN LECTOR. Por Custodio Tejada Cruz.
MADERA DE DERIVA de Ángel Olgoso.
Editorial Libros del Innombrable. 192 páginas y 36 textos/relatos, casi todos
dedicados. El libro, lleno de “emociones y maravillas”, está escoltado por el “Prologuillo
hecho con astillas” de Oscar Esquivias y una sinopsis en la contraportada de
Eloy Tizón, tres gigantes reunidos de nuestras letras en un palmo de papel. La
portada es un collage del propio autor, coloreado por Marina Tapia. Una imagen
onírica que nos hace viajar por los sueños con final incierto y un toque surrealista.
Es un texto híbrido por el que mientras lees lo mismo transitas por la poesía,
la opinión, el cuento, las memorias, los viajes, la crítica, la metaliteratura…
En 2025 publica ESTIGIA en Eolas Ediciones
(252 páginas y 99 relatos) y Madera de deriva, y así, a la vez, hace
balance entre su debe y su haber como escritor y expande su cuenta de
resultados. Su escritura seductora no te dejará indiferente.
Yo
soy un lector de retales, y ¿por qué digo que soy un lector de retales? Porque
como mucho uno puede leer unas cuantas obras completas de un puñado de autores
sin morir de empacho o de viejo. Por lo general ningún lector lee obras
completas, lee de aquí y de allá, y
picotea con ahínco donde más le gusta y se encuentra cómodo. Pocos pueden ser
los lectores que cogen unas obras completas de un autor y cuando las acaba va a
por las de otro y así hasta que no acaba unas no empieza las otras. Por lo que
ningún lector es un lector absoluto, jamás habrá un lector absoluto, por falta
de tiempo y de ganas, simple y llanamente. Y para colmo ese mundo editorial que
no se detiene. Entonces uno descubre que no vivirá para contarlo sin morir
antes en el intento, y descansa enormemente sabiendo que jamás será un lector
absoluto porque jamás podrá leerlo todo. Por lo que el síndrome del lector
total se desvanece y la ansiedad y el estrés también. Ya uno lee sin prisas y
sin complejos. Aunque al otro lado tenemos el síndrome del lector selecto, que
no deja espacio para los no consagrados, y solo busca las listas de los mejores
libros o de los más vendidos. Así que todos somos lectores de retales, lectores
de saldos o antologías, lectores tránsfugas y pasajeros que esperan en un viejo
andén el paso de un nuevo libro o un nuevo autor que nos lleve por los raíles
del asombro y la belleza. Por lo que todos somos víctimas y verdugos de nuestro
afán lector, entendido éste como un síndrome o enfermedad incurable. Nadie lee
por generosidad literaria, sino por egoísmo lingüístico y compulsivo. El
lenguaje es nuestro alimento favorito. Lo necesitamos para vivir, sin sus
nutrientes no somos nada ni nadie. Nuestra alma está hecha de relatos, de
poemas, de historias, de aforismos y de palabras que se traducen en
pensamientos y sentimientos.
Son
muchas las apreciaciones aparecidas sobre la obra de Ángel Olgoso. Oscar
Esquivias nos advierte en su prologuillo que este libro es “variopinto, raro,
sabio, misterioso, lleno de fervor por la literatura, en el que relata
historias reales que parecen fábulas y cuentecillos con aspecto de noticias o
crónicas”, “cada texto debe ser leído como si fuera un cuento o un poema”. Y
Eloy Tizón, en la contraportada, dice: “Ángel Olgoso tiene el coraje de dar un
volantazo inesperado a su prosa e internarse por territorios de hibridación y
humor melancólico, con la libertad y maestría del que ya no necesita demostrar
nada… Madera de deriva es un modelo de cuento desabrochado y libre en el que no
escatima los juegos con la Historia y la ciencia, la cita culta y oportuna ni
la imaginación metaliteraria”. Para Jaime Lechuga, ilustrador de Estigia,
Madera de deriva es “destilación purísima de la literatura (microrrelato, libro
de viaje, teoría literaria, memorias, crítica social, poesía, artículo de
opinión…) Para Francisco Morales Lomas
(publicado en el suplemento Cuadernos del sur del Diario de Córdoba) con Madera
de deriva “se inicia una nueva etapa en la que los elementos autobiográficos
poseen un espacio e identidad propia tanto como la reflexión metaliteraria”,
“es una obra enormemente rica, heterodoxa, plural…” Para Jesús Ortega es una
“hermosa miscelánea… Con sus ensayos narrativizados y sus narraciones ensayísticas,
con sus evocaciones, sus crónicas, sus textos memorialísticos, sus notas de
lectura, sus poemas en prosa, sus ensayos de poética personal. Marina Tapia
dice de Madera de deriva que es un conjunto de “narraciones híbridas, frescas,
empapadas, embebidas y sin complejos, armonizadas por una voz que arroja con su
minuciosidad detalles, referencias y citas”, lleno de “humor e ironía marca de
la casa”, “de los ecos y resonancias de otros maestros”, “un equilibrio entre
pensamiento y vida”. Así que con estas mimbres críticas el lector no tiene
excusas para hincarle el diente a esta exquisitez.
Ángel
Olgoso, en este nuevo volumen de su aventura literaria, da fe y levanta acta de
sus emociones, de sus miradas y pensamientos. Y así va como un náufrago a la
deriva del lenguaje y en busca del lector, yendo de la Dehesa del Camarate en
Lugros a la librería Babel en Granada, a vuelapluma y volando en una alfombra
de palabras y frases. Se convierte en un cicerone para llevarnos de la palabra
precisa a la imagen locuaz y viceversa. Porque Madera de deriva es un viaje
físico y emocional, por el lenguaje, pero también por la experiencia o la
memoria, por el conocimiento y la biografía, un perfecto artefacto lingüístico
repleto de vida y anécdotas. Una existencia escrita que fluye desde textos como
“Glosario” (p. 25) a otros como “Chile en el corazón” (p. 29) con un trato más
costumbrista, que funciona como un relato de viaje o un retrato de familia. Unos más críticos e irónicos como Besos de
fantasmas, Los fuegos fatuos o La pocilga de la facilidad (donde hace un
retrato peculiar del mundo literario y su intemperie) y otros más
metaliterarios como Los cigarrillos mentolados de Julio Ramón Ribeyro. El autor
expande los límites del conocimiento y disuelve lo real y lo imaginado, el mito
y el logos, con su narrativa detectivesca, como si fuera un Borges o un
Bolaños. Ángel juega con el lector y se convierte en un autor que funciona como
un club de lectura, siempre en sintonía y confidencia con el lector amigo, en
complicidad, al que le gusta llevar y traer por sus andanzas lectoras y vitales
como un Quijote para hacerle sentir inteligente cuando juega con él,
especialmente lo digo por lo que tiene la escritura de Ángel Olgoso de juego
erudito, metaliterario y humorístico, pero también de satírico e irónico. Ya
que por sus páginas transitan un sinfín de nombres, obras, lugares, intenciones
y momentos.
Si
en Madera de deriva, una nueva entrega “de cuento desabrochado y libre”, Ángel
se presenta ante sus lectores, escoltado por los grandes Óscar Esquivias en el
prólogo y Eloy Tizón en la contraportada, formando un trío de ases literarios;
en Estigia, una nueva recopilación y reorganización de sus antiguos relatos, le
acompaña el magnífico prólogo de Ana María Shua. Estigia lo ha publicado en
Eolas Ediciones, con 252 páginas y 99 relatos. Una nueva presentación de su
legado, quizá la ordenación definitiva para reposar en sus obras completas.
En
la portada de Estigia nos espera Caronte y su barcaza, en una posición de ida,
que no de vuelta, casi invitándonos a que subamos en ella, quizá como metáfora
lectora y sinestesia entre ilustración y escritura, entre sentidos y
sentimientos. La imagen es de Jaime Lechuga Rodríguez del Castillo. En cambio,
la portada de Madera de deriva es más onírica, incluso psicoanalítica. Un
galeón con todo su velamen abierto surca el mar a todo pulmón, un rosetón
gótico entre las nubes a modo de astro que recuerda a una catedral de aire, y
como un sueño o pesadilla, a modo de naufragio o deriva dos manos con dos
tenedores que imaginan ser dos barquitos de vela ligera, una de esas manos
sujeta a una dama. Es un collage del propio autor coloreado por Marina Tapia.
Y
es que, parafraseando a Marina Tapia en la página 36, el destino de todos los
lectores quizá no sea tanto un lugar o un libro, sino estar junto a los
escritores que los han seducido y encandilado, en una especie de metempsicosis
lectora o bibliográfica, según haya sido la vida lectora de cada cual. Si esto
fuera así, Ángel Olgoso ocuparía un lugar distinguido en ese territorio
biblioteca y nosotros con él, porque los lectores transmigran sus almas a los
autores que les hacen volar.
Ángel
escribe sobre sí mismo, sobre su vida, sobre la madera de su vida que es deriva
de trastos y nombres, de libros y recuerdos, de alegrías y desengaños, o sea,
de su camino itinerario por el lenguaje y la biografía convertida en un
vestigio. La vida también se escribe, como diría Pirandello, pero yo creo que
muchas veces se lee más que se vive. Madera de deriva es un intento por
preservar el pasado con las bolitas de alcanfor que resultan ser las palabras
en las manos de Ángel Olgoso, otra forma de retener el tiempo y detener el
olvido. Y como buen pintor de palabras que es, sabe llenar sus textos de
pinceladas metaliterarias, satíricas, costumbristas, poéticas, humorísticas,
irónicas… Porque el ingenio y la destreza de Olgoso no dejará de sorprenderte y
encandilarte por mucho que lo leas. Cualquier libro suyo merece una tarde de
mesa camilla y brasero.
OPINIONES
DE UN LECTOR
Custodio
Tejada Cruz
Noviembre
de 2025
TODOLITERATURA
https://www.todoliteratura.es/noticia/61857/criticas/madera-de-deriva-de-angel-olgoso.html








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