sábado, 22 de noviembre de 2025

LA LUNA EN EL OLIVAR (Cancionero de haikus) de José Antonio Santano

 LA LUNA EN EL OLIVAR (Cancionero de haikus) de José Antonio Santano. 

OPINIONES DE UN LECTOR. Por Custodio Tejada.




LA LUNA EN EL OLIVAR (Cancionero de haikus), de José Antonio Santano. Delicadamente editado en pasta dura por Editorial Alhulia, con la colaboración de Rocanjull Inversiones y el Ayuntamiento de Castillo de Locubín. 275 páginas y  205 haikus, uno en cada página. El libro comienza con una fotografía del autor, después su currículo, luego una Nota del autor donde explica y agradece. Un prólogo de Salvador Compán y un epílogo de Jesús L. Serrano Reyes acompañan el viaje lector, como un abrazo a sus haikus y al autor. Previamente dos dedicatorias llenan la lectura de una atmósfera sentimental, una en homenaje al olivo y otra a su familia: madre, esposa, hijos y nietos. La ilustración de la portada, un olivo, es de Francisco Ariza Arcas. Y en la contraportada cierran o abren el libro unas palabras de Ramón Andrés donde podemos leer que “Los haikus de José Antonio Santano deben leerse como una alianza del instante”.

Son muchos los autores que han alabado y escrito sobre el haiku y su camino, pero me gustaría traer aquí a Antonio Rivero Taravillo, recientemente fallecido, como una especie de homenaje y de rendida admiración. Decía Antonio, en el artículo “El auge del haiku en español” publicado en Letra Global, que “El haiku es la tornavuelta de esa manía nipona de la imitación y la apropiación, en la que los naturales del país del Sol Naciente han demostrado una agudizada excelencia, para empezar, con el propio haiku, que surge de formas adoptadas de China. Si allí copian transistores y aparatos en general, en todo Occidente se ha replicado esa otra maquinaria perfecta que es el haiku (precisa caja de música de 17 sílabas y un único asombro)”.

Dice Octavio Paz en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura: “Es el instante, ese pájaro que está en todas partes y en ninguna. Queremos asirlo vivo pero abre las alas y se desvanece, vuelto un puñado de sílabas. Nos quedamos con las manos vacías. Entonces las puertas de la percepción se entreabren y aparece el otro tiempo, el verdadero, el que buscábamos sin saberlo: el presente, la presencia.” Y así es como Santano atrapa aquí el momento detenido en el tiempo y en el espacio, a través de solo tres versos, en un solo cancionero de haikus, como el misterio de un viaje que va más hacia lo semántico lingüístico que hacia la naturaleza.

Una letanía de haikus que giran en torno al olivo y su espiritualidad nos esperan dentro, alternando ilustraciones de olivos en blanco y negro, algunos impregnados por intertextualidades y guiños a Atenea, Ulises, Minerva, Machado, Lorca, Góngora, Cervantes, Berlanga, Miguel Hernández, Zabaleta, Manuel Peñalver, Inma Morales, Juan de Aranda… Pero también nos llevan a lugares como el Guadalquivir, Duero, Andalucía, Medina Azahara, la Mezquita, la Alhambra, Baena, Córdoba, Iponuba, Colliure, Víznar, Sagunto, Tabernas, Málaga, Huelva, Jaén, Cádiz, Locubín, Guadajoz, Aragón… Nombres que actúan como un hermanamiento en un viaje metapoético y metaliterario. “Es la novela/ como un gran olivar/ en López Barrios.” –escribe en la página 262. Un libro de haikus convertidos en ecos, porque te llevan a otro aquí y a otro ahora que no es en el que está el autor físicamente. El haiku convertido en una puerta pluridimensional y del pensamiento, o en un transbordador espacio-temporal o máquina del tiempo y del corazón. Un libro que actúa como un cancionero de haikus, de palabras de aceituneros altivos y de poeta siempre en obras. Si en Japón el haiku le canta al cerezo y su sakura-yozakura, aquí, en el cancionero de José Antonio Santano, es el olivo y la aceituna, su fruto, quienes alcanzan el protagonismo lírico para erigirse en faros espirituales, en símbolos del peregrinaje literario y vital del autor. “Desprende el haiku/ el aroma de olivas/ recién prensadas.” –leemos en la página 27. Y es que escribir un haiku es establecer un pacto entre el poeta y la realidad volátil, escapista y fugaz, una forma de dar testimonio de la fragilidad del tiempo y las emociones, de alcanzar la transcendencia,  de sellar un pacto sentipensante. “Por las mañanas/ el río entre olivares/ del pensamiento.” –en la página 31, o “Noches de estío:/ Los olivos alumbran/ los pensamientos./  –en la 196.  Y eso es lo que hace nuestro autor a través de su estro poético, dar fe y testimonio de su mirada, su presencia y sus lecturas. Sus versos tienen algo de reencuentro, de viaje retrotópico y a la vez utópico. Y así podemos leer en la página 42,  en un vaivén significante, casi oxímoron, donde se une el origen y el destino: “Vuelvo al origen, donde nace la tierra, eterno olivo.” El silencio en José Antonio Santano actúa como una puerta por la que entra un resquicio de la historia, de su memoria y sus recuerdos. “Luna tras luna,/ en la piel de la oliva,/ nombres y besos.” –podemos sentir en la página 114.

Un libro, éste, La luna en el olivar, de José Antonio Santano, que nos lleva a la reflexión y al viaje interior e intertextual, porque tiene algo de testamento vital y lector del propio autor. Un libro lleno de elipsis que se completan y complementan en la mente lectora. Si lo leen, cuando cierren su última página, sus haikus permanecerán dentro del lector como “Croan las ranas/ a la orilla del río,/ ecos de olivos.”

 

Opiniones de un lector.

Custodio Tejada.

GRANADA COSTA

https://granadacostanacional.es/la-luna-en-el-olivar-cancionero-de-haikus/