martes, 14 de mayo de 2019

LECTURAS PENDIENTES de Pedro Ugarte


LECTURAS PENDIENTE  de Pedro Ugarte.

LECTURAS PENDIENTES (Anotaciones sobre literatura) de Pedro Ugarte. Ediciones Nobel, número 49 de la Colección Jovellanos de Ensayo. 169 páginas en prosa sin ninguna división salvo los párrafos, a modo de cuaderno de bitácora. Dedicado a su “aita”. Y una cita para reflexionar y abrir boca: “Millones de nuevos libros se escriben y se publican cada año… y crecientemente limitado… el tiempo que se dedica a la lectura”-página 106.




LECTURAS PENDIENTES (Anotaciones sobre literatura) de Pedro Ugarte. Ediciones Nobel, número 49 de la Colección Jovellanos de Ensayo. 169 páginas en prosa sin ninguna división salvo los párrafos, a modo de cuaderno de bitácora. Dedicado a su “aita”. Y una cita para reflexionar y abrir boca: “Millones de nuevos libros se escriben y se publican cada año… y crecientemente limitado… el tiempo que se dedica a la lectura”-página 106.

Opinar de algo es asumir un estado de con(s)ciencia. Si leer es llenar, escribir es una forma de drenarnos, de practicar una sangría purificadora. Yo, que no soy ningún ratón de biblioteca, alguna vez he pensado que, entre otras cosas, temo morirme por la cantidad de libros que dejaré sin leer, y modestia aparte, alguno supongo también sin escribir.

         Un libro es una arquitectura lingüística y como tal, tiene unos planos que nos orientan al transitar por sus dependencias. El índice, los títulos y las palabras elegidas ejercen de guías, túneles o ascensores. Más que un puñado de libros leídos, somos una suma de lecturas pendientes, ya que las ausencias a veces nos definen más que las presencias. Dice Olalla Castro: “El discurso crítico, que explora los textos tratando de cartografiarlos, ha de asumir eso: que el mapa que dibuja siempre queda abierto, siempre está inacabado, esperando a que otras lecturas intervengan en él y lo transformen, lo amplíen, lo completen, encuentren nuevas encrucijadas, intersecciones o confluencias”. Y Óscar Wilde manifiesta que “No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”, y eso es lo que hace Pedro Ugarte con este libro. Confieso que lo he leído con paciencia, “buscando algún vínculo…” “algún hilo secreto que pueda unir(me) a él”, que es como hay que leer cualquier libro, porque me gustaría ser como él, un “lector que ha sabido descifrar e interpretar las claves” de muchos libros, o al menos intentarlo. El propio autor confiesa que “En literatura, no me cuesta reconocer los méritos ajenos”, a mí tampoco, en cualquier materia.

Una cita de Seguei Dovlatov y una premonición de perogrullo del propio Ugarte abren el libro como si fueran las agujas de una brújula que intentan marcar un rumbo, o al menos, definir unos límites: “Lástima que la literatura no tenga ningún fin” (Serguei Dovlatov) y “Te irás con un montón de lecturas pendientes”. Cuando “alguien escribe un libro, … solo el lector puede salvarlo”-dice Pedro Ugarte en la página 106 y añade en la página 86 “Escribir, sin molestar a nadie. Me pregunto cómo se consigue hacer eso”. Sirvan estas dos citas para aproximarnos al carácter literario de Pedro Ugarte y para enmarcar el sendero que nos espera con esta lectura.

El texto, sin índice y sin ninguna división intermedia, es un todo magmático que fluye a borbotones de párrafos. La lectura del libro es una especie de “scape room” en la que el autor se encarga de distraer y a la vez de orientar al lector. Los párrafos de este libro, con cierto tono de confesión y como un torrente fragmentario, se suceden uno tras otro, con una clara voluntad metaliteraria, dando un “repaso” general al mundo desde el acto creativo a las ferias del libro, desde los lectores hasta los autores… como si fueran impresiones de un viaje a través de las palabras y la conciencia (y por tanto tiene algo de impresionista, sus pinceladas, ya que exigen distanciamiento para advertir bien el resultado). Incluso llega uno a pensar que ha nacido un subgénero nuevo, la autobiografía metaliteraria, ya que están publicándose otros títulos con la misma o parecida inercia. Pedro Ugarte es un escritor y un crítico, pero ante todo es un gran lector, y el eclecticismo de aluvión envuelve a este libro. “El escritor nada sabe a ciencia cierta sobre esa experiencia (la lectura de sus libros) que se desarrolla muy lejos de él” –advierte en la página 29. Toda lectura tiene algo de comunión, común unión entre emisor y receptor, que, si se comparte, a veces, retroalimenta.

El sentido del humor y la ironía es una nota a tener en cuenta, especialmente para atinar con el sentido y significado de algunos renglones. El autor confiesa que “emprende muchas lecturas, apenas continúo algunas y recomiendo solo las mejores”. Y para dejar constancia  por lo que de paralelismo tiene, yo también tengo un amigo que cansado de que a los andaluces nos echen encima muchos tópicos peyorativos y se nos infravalore en muchas latitudes, decir que, igual que “los vascos, entre ordeño y ordeño” fundaban una ciudad (se apunta en la página 117), nosotros los andaluces entre siesta y siesta por aquello del chiste y demás chanzas, uno de Guadix que pasaba por allí, un poquillo antes que los vascos, como Pedro de Mendoza y Luján, hizo la primera fundación de Buenos Aires, al menos por aquello de… “yo lo vi primero y lo hice antes”, que algún mérito también tendrá, digo yo, especialmente en este momento histórico en que nadie piensa en lo nuestro y cada cual antepone lo suyo.

Metaliteratura y crítica literaria se dan aquí la mano. Pedro Ugarte, con una prosa acentuadamente aforística, pronto consigue captar nuestra atención y ya no nos deja huir hasta el final, como si estuviéramos abrazados fuertemente a él, por el talle, en un baile de salón mientras nos expone su verdad y nos lanza confidencias y pareceres al oído; a modo de confesionario literario o más bien púlpito, ético, existencial, de diario íntimo, para exponernos su sentir y su camino. Nos dice en la página 60 que muchas anotaciones de sus “cuadernos de oficina”, como él los llama, cuadernos de ida y vuelta, “no acaban en poemas ni en relatos, ni en artículos, ni en novelas, y engrosan un archivo como éste, lleno de anotaciones, la mayoría de ellas referidas al trabajo literario o a la vida de un escritor”. Escribe como si a cada traspiés de párrafo y al albur de una lluvia de ideas estuviera revelando verdades como templos y sentando cátedra, ya que Pedro es un hombre temperamental “de ideología liberal” y también se desprende que religioso. “No importa tanto la verdadera opinión que tengas sobre cierto asunto como la impresión que des con ella. Este es el criterio que determina los pronunciamientos públicos de la mayoría de la gente” –escribe en la página 62.

Pedro Ugarte nos habla de libros, de las presentaciones (“Me pregunto por qué sigo presentando libros de autores que no conozco y cuya obra me es igual de desconocida” –confiesa en la página 27), de los lapsus y las pérdidas del escritor, de su biblioteca, del paso del tiempo transmutado en polvo, de las temáticas literarias, de la humanidad, de política (“Me irritan las conversaciones y los prejuicios del mundillo literario, ese mundillo donde por ejemplo, resulta casi obligatorio ser de izquierdas” –suelta en la página 50), de los vascos, “sobre la condición humana”, “de la moralidad o la inmoralidad del mundo literario”, de su intrahistoria como escritor (léase el párrafo de la página 35 donde nos cuenta su forma de teclear), de las fotografías de escritores, del proceso creativo (“en la novela el proyecto precede a la ejecución, mientras que en el cuento y en la poesía suele ocurrir al revés”), de la vida y la muerte, de la relación entre escritores, y entremedias, como islotes, se cuelan otros párrafos de índole más personal que aluden a su vida cotidiana como padre, amigo… Mezcla opiniones filosóficas, éticas, literarias, políticas… con otras de ámbito doméstico, de su hijo, del frigorífico y la comida… lo que le da al texto un resultado más distendido, más creíble en cuanto a la humanidad y cotidianidad que hay detrás del escritor, al demostrar que quien ha escrito estas páginas es un hombre normal y corriente que pisa la calle y no alguien subido en su torre de marfil literaria. Ugarte pretende dejarnos su canon vital, ese que como lector a él le ha servido y le ha salvado. Y toda la escenografía textual y literaria que monta es para ofrecernos un viaje exclusivo por sus ideas, sus lecturas, sus experiencias, recuerdos y paseos, por su vida y su “conciencia ética”. Sus párrafos, como escaques de un tablero de ajedrez, le sirven para jugar una partida con el lector, y de camino materializar algún ajuste de cuentas también pendiente como la anécdota del señor Quesada preguntando por las novelas a Don Pedro de la página 125, entre otras.

            Si en cualquier libro los nombres se vuelven “hilos de Ariadna” o de albañil, en éste se hace más patente, ya que Ugarte va tejiendo el texto unas veces con hilos metaliterarios y otras con hilos más biográficos a modo de dietario, con reflexiones y recuerdos, con opiniones y sentimientos. Ugarte, con un tono confesional como si de una confidencia se tratara, juzga, analiza, recuerda, expone, escribe, opina, interpreta, explica, justifica, denuncia, destapa, esconde…. Cuando un lector opina, de alguna manera, lo hace pensando en los lectores que vienen detrás, con el fin de hacerle más fácil el camino, o sea, la lectura, o por lo menos de dar fe, la suya propia. Ofrecer un listado de nombres sin más no tiene ninguna utilidad salvo si es para hacernos una idea del autor y sus lecturas, o sea, de las fuentes en las que bebe para bien o para mal. Para un escritor sus lecturas son la tradición que le ampara y socorre o le condenan. Y esa intertextualidad es la que nos sirve para localizar sus coordenadas lectoras y de alguna manera su canon literario y existencial. Así, en Lecturas pendientes Pedro Ugarte se refiere de una u otra forma a: Albert Camus, Iñaki Uriarte, José Fernández de la Sota, Borges y Bioy, Íñigo García-Ureta, Juan Bas, Fernando Marías, Toti Martínez de Lezea, Sartre, Fernando Palazuelos, Miguel Sánchez-Ostiz, Elías Canetti, Franz Kafka, Jesús de Nazaret, Adolf Hitler, Miguel Torga, Bengoechea, Stephen Craen, George Orwell, Michael Herr, Ingacio Aldecoa, Julio Cortázar, Sándor Marai, , Chateaubriand, Hanif Kureishi, John Cheever, Vladimir Nabokov, Medardo Fraile, Jon Bilbao, Anjel Lertxundi, Peter MOen, Margo Glantz, Frida Khalo, Chesterton, Michael Houellebecq, Ambroise Pare, Poe, Fernando Iwasaki, David Hume, John Stuart Mill, Oscar Wilde, Joris-Karl Hoysmnans, Guadalupe Nettel, Anatole France, Eduardo Haro Tecglen, Manuel Alcántara, Miguel Delibes, Juan Casamayor, Homero, Montaigne, Philip Larkin, Antonio Machado, Manuel Machado, Julio Camba, Julio Ramón Ribeyro, Juan García Armendáriz, Gustave Herling-Grudzinsky, Roberto Bolaño, Jaume Vallcoba, Paul Valéry, Rudyard Kipling, Anton Chéjov, Augusto Monterroso, Bryce Echenique, Enrique Mochales, Los Panero, Louis-Ferdinand Céline, Valentí Puig…  También hace referencia de forma expresa a obras como Moby Dick, Cartas a un amigo alemán (de Camus), La Biblia y los Evangelios, La autopista del sur de Julio Cortázar, Casi inocentes o El mundo de los cabezas vacías del propio Ugarte, Vidas y otras dudas de Anjel Lertxumendi, Diario de Petter Moen, Los cuentos de Poe, Monstruos y prodigios de Abroise Pare, Diarios de Iñaki Uriarte, Nueve cuentos de Salinger, Decline and Fall de Edward Gibbon, En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, Los años de Downing Street- Memorias de Margaret Thatcher, libro de los pasajes de Walter Benjamin, Esclavo de la luz o Mermelada amarga de Enrique Mochales, La voz a ti debida de Pedro Salinas, Juego de tronos de George R. Martin, Ana Karenina de Leon Tolstoi, Estrella distante de Roberto Bolaño, De vita de Séneca, El Criterio de Jaime Balmes…  Los lugares también cartografían el texto y nos llevan a la geografía Ugartiana, esa que ha modelado su mirada y sus paseos, en vivo o de oídas: Bilbao, Londres, Francia, Alemania, Europa, Gran Bretaña, País Vasco, Vitoria, Palestina, Coimbra, Gïor (Hungría), Logroño, La Rioja, Perth (Australia), Barranquilla (Colombia), Chile, Barcelona, Zarauz, Paris, Guipuzcoa… Y pongo todos estos nombres juntos aquí porque pienso que facilitan una visión global y directa de la biblioteca-mente que posee Pedro Ugarte, del “globo terráqueo literario” que orientan y seducen sus pasos lectores.

            Monólogo y diálogo sazonan este ensayo que cabalga como caballo desbocado en lo ecléctico, dando saltos de la filosofía a la política, de la crítica o la literatura a la anécdota, yendo del dato o el aforismo a la lírica y a la prosa de una narración chispeante, rozando lo novelesco, indagando en el dietario y la autobiografía, convirtiendo lo fragmentario en un recurso mágico donde todo cabe, y ensalzando el párrafo como unidad de medida de toda la literatura. O sea, que tenemos al alcance de la mano la “mundoliteratología” de Pedro Ugarte, que de un párrafo a otro va de la persona al personaje, de la intra-biografía a la intrahistoria (como la narración de “el falso shaolín” de la página 130). Párrafos que parecen inconexos, quizá porque fueron escritos en momentos de inspiración y luego elaborados en la tranquilidad del escritorio-alambique, y que convierten al autor en su único pegamento. Y quizá sea por eso, que mientras leemos siempre estamos en vilo a la espera-sorpresa de lo que va a decir en el párrafo siguiente, puesto que cada párrafo adquiere rango cuanto menos de capítulo, si no de castillo.

            “Todo diario es un íntimo diálogo del autor consigo mismo” – nos dice en la página 42. Con una sinceridad casi absoluta nos dice cosas como: “Antes leías a los grandes autores de la literatura universal, para experimentar una sacudida en el alma. Ahora lees a tus contemporáneos para algo tan feo y tan triste como ver de qué van” –nos confiesa en la página 56, quizá porque los lectores también con el tiempo se vuelven algo elitistas cuanto menos. “Hay algo mucho peor que ser un escritor completamente olvidado: ser un escritor cuyo nombre se recuerda pero a quien ya nunca nadie lee” –manifiesta en la página 68.

Hay que reconocer que Pedro Ugarte se convierte en personaje de su ensayo para llevarnos por su pensamiento y quizá más aún, por su alma siempre inquieta. Para concluir, en “Lecturas pendientes” nos encontramos escritores, lecturas, anécdotas, vivencias, recuerdos y opiniones… que le sirven al propio Pedro Ugarte para conocerse a sí mismo y para trazar una aproximación al mundo que le ha tocado leer/vivir, para reflexionar sobre la existencia a través de la literatura y sobre la literatura misma, para avanzar en el argumento del libro y para dejar constancia de una etapa de su vida dedicada a “la suerte redentora de la palabra” –dice en la pág 43, o sea, para dejarnos en herencia su verdad literaria como si fuera un evangelio revelado. Y parafraseando al propio Ugarte, ojalá la vida nos trate como escribimos, aunque preferiblemente mejor si cabe, en mi caso, digo. Y como “Realmente los libros no existen al margen de la lectura: sin ella son solo objetos”, una vez leído éste, lo deposito en el estante de mi biblioteca, donde permanecen las lecturas no pendientes, pero donde aguardan, pacientes, las relecturas de los libros que me han dejado huella.


CITA-POSDATA (que suena como un aviso para navegantes): “La suerte de una obra literaria se resuelve tarde, más tarde, mucho más tarde, cuando no hay ni amigos ni enemigos, cuando solo queden los libros, aparcados en las baldas de la historia cuarteándose, haciendo tiempo, cogiendo polvo, a la espera de alguien. Ese alguien los mirará de otra manera. Frente a ese alguien de nada valdrá que tú, escritor, hayas sido una buena persona, un bribón o un miserable. Solo quedarán las palabras y su destino impreciso” –reza en la página 127.

Custodio Tejada

Opiniones de un lector

Mayo de 2019





LECTURAS PENDIENTES (Anotaciones sobre literatura) de Pedro Ugarte. Ediciones Nobel, número 49 de la Colección Jovellanos de Ensayo. 169 páginas en prosa sin ninguna división salvo los párrafos, a modo de cuaderno de bitácora. Dedicado a su “aita”. Y una cita para reflexionar y abrir boca: “Millones de nuevos libros se escriben y se publican cada año… y crecientemente limitado… el tiempo que se dedica a la lectura”-página 106.


Granada Costa. Nº 484. 31/05/2019


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