jueves, 19 de julio de 2018

DÉJAME, QUE LO ESTOY HACIENDO de Jorge López Vallecillos


DÉJAME, QUE LO ESTOY HACIENDO de Jorge López Vallecillos. Editorial Esdrújula- Dialéctica Ediciones. 255 páginas, un prólogo del doctor Juan Pasquau Liaño, 80 etapas o capítulos, un epílogo y un “agradezcos y disculpas” que cierra. Y un subtítulo a modo de reflexión: “¿Quién dijo que vivir es fácil?”.




DÉJAME, QUE LO ESTOY HACIENDO de Jorge López Vallecillos. Editorial Esdrújula- Dialéctica Ediciones. 255 páginas, un prólogo del doctor Juan Pasquau Liaño, 80 etapas o capítulos, un epílogo y un “agradezcos y disculpas” que cierra. Y un subtítulo a modo de reflexión: “¿Quién dijo que vivir es fácil?”.


                El autor, o el protagonista, mejor dicho, George de los viajes, recurre en la página 204 a una cita de Paulo Coelho que podemos interpretar como el leitmotiv de su aventura, una cita que puede aportar luz sobre sus verdaderas intenciones a hora de escribir este libro: “Todo ser humano debe mantener viva dentro de sí la sagrada llama de la locura y debe comportarse como una persona normal”. George se ubica, entre muchos otros sitios, en la película “Philadelphia” “entre Tom Hanks y Antonio Banderas”. Un libro, éste, que se puede leer también como un ajuste de cuentas consigo mismo y con el mundo en general.

                En la contraportada ya se pone sobre aviso, dice: “En este libro el autor nos hace partícipes de cómo se va perfilando paso a paso su propia vida, lo que le lleva a su propio lema para sobrevivir: -Déjame, que lo estoy haciendo-“. El propio autor nos confiesa en una entrevista concedida a Ideal que “mi libro es un relato de superación, vivencial” o “que es un canto a la vida”. Eva Monzón añade que “es un libro lleno de enseñanzas, y esta es la mayor de ellas: -La vida hay que vivirla con lo que te toque-“ o “paz. Esa es la atmósfera en la que se desarrolla el relato, con sus altos y sus bajos, sus idas y venidas y sus batallas perdidas y ganadas”. Juan Pasquau, el prologuista, manifiesta que “estamos ante una novela que, además de entretener –doy fe de que se puede leer de un tirón-, consigue imponer una visión optimista de la existencia” o “el esqueleto de la narración es de carácter dramático, hay sentido del humor… un círculo vital repetitivo”.

                El libro es una lucha contrarreloj por la vida, donde el protagonista pelea como un héroe por vencer al VIH, es un canto a la superación, la historia de un reto personal: vivir a toda costa. Es un libro lleno de ángulos muertos, pero también de ángulos muy vivos donde todos los caminos conducen a sí mismo, o sea, al protagonista de esta novela. Claustrofóbico a veces, conforme avanzas en la lectura convertida en pecio marino, descubres la parte de lector submarinista que hay en ti y el horizonte se expande hasta que la luz lo invade todo. Los pájaros se apoderan del lenguaje para dejar atrás la medicación y las enfermedades. Un relato que cuenta los últimos 23 años de George, que no para de reinventarse, ésta última vez como escritor.

                Sobre la página 100 sabes que “Déjame, que lo estoy haciendo” es, ante todo, un libro de viajes, y que el viaje es el mapa que guía todos los demás itinerarios que el libro tiene. Una odisea que hace del viaje su razón de ser, metáfora del significado último del libro, un viaje vital y geográfico, que se van entretejiendo ambos, hasta formar una novela de testimonio, casi un testamento vital literaturizado. ¿Autoficción, memorias, autoayuda?, una novela al fin y al cabo que cuenta la historia de un éxito, que no es la de vencer a una temible y terrible enfermedad, que también, sino especialmente cuenta la hazaña de conocerse a sí mismo, la de realizar un viaje interior fascinante.
                Un ciclón de acontecimientos nos espera, con una prosa directa y sencilla, hiperactiva y trepidante, con rápidos vertiginosos y remansos que a veces rozan la claustrofobia. Un libro donde puedes bucear sin miedo a que te devore la bicha del aburrimiento, aunque haya algunos momentos en los que la curiosidad por lo que acontece suba o baje en intensidad o creas que lo has vivido, ya que algo de reiterativo a veces tiene; pero hay muchos “puntos de inmersión” y muchos “atolones” en los que poder practicar el buceo esperanzador del ¡sí se puede! Este libro tiene un personaje principal, George, que es distinto del autor, Jorge, aunque compartan muchas cosas. Ambos son unos rebeldes con causa. Un viaje por hospitales, por ciudades, por medicamentos como hilos conductores. Centro Europa, India, Noruega, Portugal, Egipto y el mar Rojo, Singapur, Cabo de Gata, Guadix y resto de España, Andorra, México, Francia, Tailandia…Videx y Retrovir, Norvir, Crixiram, Interferón… medicamentos que llevan escritos entre sus componentes las huellas de muchas vidas y el dolor de muchos llantos, porque como se dice en las páginas 196 y 198: “Recuperarme del agotamiento del largo viaje era mi principal objetivo”, “(encontrar) suficiente energía para estar bien”.

                George es un hombre con un ego poderoso, siempre dispuesto a estar consigo mismo por encima de todas las cosas y a pesar de todos los contratiempos. No es este un libro para justificarse, sino una confesión que acaba siendo una declaración de intenciones donde el olvido no es sinónimo de arrepentimiento, sino el primer paso de un nuevo comienzo alejado de la compasión y de cualquier mal rollo. Cada libro como cada música tiene su momento y su efecto. “Nadar sobre arrecifes era una buena terapia sanadora” –dice en la página 205, y eso es lo que al final termina siendo este libro, un arrecife de renglones en el que cada submarinista lector deberá encontrar su propia recompensa o su descanso. “Porque cuando hay problemas es cuando hay que darle oxígeno al cuerpo y pasión al alma” –nos confiesa. Terminas empatizando con él porque George es un experto optimista que puede con cualquier negatividad que se le ponga por delante, sabiendo, eso sí, que toda “sanación es un camino largo”. Pero ¿qué busca nuestro protagonista entonces? La energía también de los lectores. Y aunque en algunos momentos pareciera un ladrón de ella al final compruebas que es un generador y repartidor de buenas ondas, ya que este es un libro para “querer(te) y amar la vida” fundamentalmente.

                El epílogo rezuma “autoayuda” literaria y real, que brota desde la sinceridad de un testimonio intensamente vivo que muestra un camino. “Todo había tenido sentido. Tenía una historia que contar” –nos revela en la página 246. La escritura, con su efecto placebo, como penúltimo paso para la sanación definitiva y para cerrar el círculo. Y es que cuando llegas a la última página de “Déjame, que lo estoy haciendo ¿Quién dijo que vivir es fácil?” de Jorge López Vallecillos te queda la sensación de saber que has sido testigo en primera persona de una resurrección, y que el resucitado ha vencido a los elementos convirtiéndose en un luchador (casi un superhéroe) y digo casi porque los superhéroes son pura ficción y lo que hemos leído no, es la realidad misma, con sus sutiles gotas de fantasía. Dice George en la página 212 “cuando no hablas la lengua del sitio transitado, por muy ocupados que tengas los sentidos en todo lo que ocurre, te pierdes la conversación y en la palabra está la información y gran parte del aprendizaje”, y eso es lo mismo que pasa con este libro, hay que estar atento y hablar su mismo idioma para que no perdamos el compás de su viaje; aunque también puede suceder que al leer digas lo que George en la página 215: “Debemos continuar el viaje por separado desde ya, sin fastidiarnos”. Y una pregunta lanza al aire en la página 219: ¿hasta cuándo merecerá la pena esta lucha? Hasta que tengas ganas de vivir, o de leer, que es casi lo mismo, te digo.


Custodio Tejada
Opiniones de lector
16 de julio de 2018





DÉJAME, QUE LO ESTOY HACIENDO de Jorge López Vallecillos. Editorial Esdrújula- Dialéctica Ediciones. 255 páginas, un prólogo del doctor Juan Pasquau Liaño, 80 etapas o capítulos, un epílogo y un “agradezcos y disculpas” que cierra. Y un subtítulo a modo de reflexión: “¿Quién dijo que vivir es fácil?”.